Pandemias y burbujas: qué tiene que ver el COVID-19 con la euforia de Wall Street

Vivimos un período de engaño popular, dice Edward Chancellor, historiador de burbujas financieras. Quienes no creen en Bitcoin o en Tesla son llamados “negacionistas”

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Un bitcoin, sobre el fondo de su vehículo de mercado, placas por las que se transfieren bloques de información (Reuters/ Dado Ruvic)
Un bitcoin, sobre el fondo de su vehículo de mercado, placas por las que se transfieren bloques de información (Reuters/ Dado Ruvic)

(Reuters) En marzo pasado advertí que una epidemia de miedo viajaba rápidamente por el mundo montado sobre la estela de COVID-19 y que los eventos de 2020 podían aportar un capítulo más al libro Delirios populares y la locura de las masas, de Charles Mackay. Lo ocurrido desde entonces ha reforzado esa visión. La pandemia no solo provocó miedos irracionales; también engendró una burbuja especulativa. Los errores del optimismo se han unido a los errores del pesimismo.

Actualización

El libro de Mackay, de 1841, ha sido brillantemente actualizado al siglo XXI por el experto en inversiones y escritor William Bernstein, cuyo libro El delirio de las masas; por qué la gente en grupos se vuelve loca, a ser publicado en febrero. Bernstein sugiere que las burbujas se caracterizan por predicciones extremas, tienden a dominar las conversaciones e inducen a la gente a dejar sus trabajos. Las advertencias de los escépticos de las burbujas provocan invariablemente risas y burlas.

Todas estas características de las burbujas se han evidenciado en los últimos meses. En marzo de 2020, los epidemiólogos del Imperial College pronosticaron que medio millón de personas morirían de COVID-19 en Gran Bretaña y dos millones en los EEUU. No podemos evaluar la precisión de estos pronósticos, dado que esas predicciones provocaron inmediatamente confinamientos nacionales, que forzaron a la gente a dejar sus trabajos, el tercer elemento de una burbuja.

Desde marzo, además, la pandemia dominó las conversaciones. Las manías son llevadas de la mano por la imitación, característica fuertemente enraizada en nuestros circuitos cerebrales. La mayoría de la gente es fuertemente conformista (en el sentido que busca adaptarse a lo que considera “normal”). Esa esa tendencia se hace más pronunciada en momentos de alta incertidumbre.

Por lo que no es sorprendente que la respuesta de muchos gobiernos a la pandemia no haya sido en función de “la ciencia”, como muchos políticos proclaman, sino por las acciones de países vecinos. “La mímesis es una respuesta común entre quienes deben tomar decisiones –sugieren investigadores de la Academia Nacional de Ciencias– cuando los efectos de una acción son inciertos”. Adoptar las mismas decisiones que otros puede cubrir a uno de actuar tardíamente.

Estatua del toro de Wall Street, símbolo del ímpetu y la euforia bursátil (Reuters/ Carlo Allegri/ File Photo)
Estatua del toro de Wall Street, símbolo del ímpetu y la euforia bursátil (Reuters/ Carlo Allegri/ File Photo)

La frase de John Keynes de que “es mejor para la reputación de uno equivocarse convencionalmente que tener éxito de modo no convencional” se aplica tanto a los políticos modernos como a los inversores profesionales.

El tiempo dirá si las respuestas de los políticos fueron apropiadas. Pero está claro que las percepciones populares acerca de los riesgos del coronavirus están mal calibradas. Según un estudio de la Brookings Institution (un centro de investigación de economía y política basado en Washington), las encuestas muestran que la gente exagera el porcentaje de muertes por COVID-19 entre los jóvenes menores de 25 en nada menos que 800 veces.

Las percepciones populares acerca de los riesgos del coronavirus están mal calibradas. Según un estudio de la Brookings Institution, las encuestas muestran que la gente exagera el porcentaje de muertes por COVID-19 entre los jóvenes menores de 25 por nada menos que 800 veces.

El público también parece creer que muchos más casos de COVID derivan en hospitalizaciones de lo que realmente sucede. Las muertes a causa del virus como porcentaje de la población también están fuertemente sesgadas en la creencia pública. En agosto, una encuesta en Gran Bretaña halló que según la gente entre 6 y 7% de la población británica había muerto de COVID-19, unas 100 veces el porcentaje real. Los psicólogos adscriben estos miedos exagerados a dos características de la pandemia: “sesgo de saliencia” y “emocionalidad anumérica”.

Durante las manías la gente tiene problemas en absorber la información que no encaja en sus creencias previas. Los hechos y datos disonantes son suprimidos. Los no creyentes o escépticos sufren el escarnio público. Los científicos que desafiaron las creencias de consenso sobre COVID-19 han sido ridiculizados. Luego de que el epidemiólogo John Ionannidis de Stanford desafió el pronóstico ominoso del Imperial College, fue cuestionado por supuestas motivaciones financieras y circularon falsos rumores de que su madre había muerto de COVID. De igual modo, el premio Nobel de Biofísica Michael Levvit fue desinvitado a una conferencia académica por tener una visión del coronavirus distinta del consenso.

Pare de sufrir

Y a medida que la ansiedad fue ganando el mundo de la salud pública, Wall Street prendió las luces de fiesta.

Elon Musk, el nuevo "hombre más rico del mundo", gracias al boom de las acciones de Tesla, su empresa de vehículos eléctricos (Reuters/ Brendan McDermid/ File Photo)
Elon Musk, el nuevo "hombre más rico del mundo", gracias al boom de las acciones de Tesla, su empresa de vehículos eléctricos (Reuters/ Brendan McDermid/ File Photo)

Durante la burbuja de los Mares del Sur de hace 300 años, centenares de vacuas promociones ganaron espacio en la bolsa de Londres. La más famosa era “una compañía que llevaba adelante un emprendimiento muy ventajoso, pero nadie sabe de qué se trata”.

En 2020, un número de esos cheques en blanco proliferaron en Wall Street, a medida que “vehículos de inversión para propósitos especiales” (SPAC, según su sigla en inglés) se ofrecieron al mercado.

El comentario de Mackay de que las compañías-burbuja de 1720 eran promocionadas por hábiles bribones, ambicionadas por multitudes de tontos codiciosos y al final se revelaban como lo que el vocabulario vulgar las llamaba: burbujas y meras trampas, se aplica igualmente a la manía de las SPAC.

De locos y de memes

“Cuando el resto del mundo está loco, debemos imitarlo”, declaró un jubiloso especulador en 1720. De hecho, la imitación ha abundado tanto en la reciente burbuja que una de las apuestas favoritas de los inversores se conocen como “acciones meme”, por el nombre de las modas de internet.

“Acciones meme”, como el camión eléctrico Nikola, son promocionadas en WallStreetBets, una comunidad de traders. Los especuladores se amontonan en Robinhood, un bróker de inversiones, donde pueden apalancar sus apuestas con opciones. Quienes no creen en Bitcoin o en Tesla, cuyos precios subieron, respectivamente, más de 300 y de 750% el último año, son vistos como “negacionistas del COVID”.

“Esta vez es diferente” es el lema durante cada manía, a medida que las métricas y evaluaciones tradicionales se consideran anticuadas. Al respecto, 2020 no fue diferente. Robert Shiller, el profesor de la Universidad de Yale que explicó la “exuberancia irracional” del mercado bursátil en los 90, dijo recientemente que el actual nivel de Wall Street, que para cualquier medición que se tome es más caro de lo que llegó a ser en 1929 y que según otras medidas es más caro de lo que que llegó a ser en 1999/2000, se debe a tasas de interés que de tan bajas no tienen precedentes.

Tampoco tiene precedentes la disparidad entre la exuberancia de Wall Street y el lúgubre estado de una economía vapuleada por la pandemia.

Tres libros clásicos sobre las grandes manías y crisis financieras: una del autor de esta nota y otra de Robert Shiller, para quien la actual manía está alimentada por tasas de interés sin precedentes
Tres libros clásicos sobre las grandes manías y crisis financieras: una del autor de esta nota y otra de Robert Shiller, para quien la actual manía está alimentada por tasas de interés sin precedentes

En su libro de 1841, Mackay describió un brote epidémico en Milán en 1630. En medio de su desgracia, los milaneses fueron víctimas de astrólogos y otros impostores. Las profecías, al descartar totalmente cualquier esperanza de recuperación, multiplicaron por tres el daño de la pandemia. Un cirujano acusado de estar aliado al demonio, fue torturado y ejecutado. El frenesí pandémico, escribió Mackay, “parecía tan contagioso como la plaga y la imaginación se desordenó tanto como los cuerpos”.

La epidemia de miedo y codicia que comenzó en 2020 debería extinguirse en los próximos meses. O tal vez no. Como escribió Mackay, “los hombres, bien ha sido dicho, pueden volverse locos en rebaño, pero recuperan su sensatez de a poco y de a uno”.

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