Cuando una obra, un reclamo o un movimiento es protagonizado por quien no pertenece al género masculino, surge naturalmente un círculo que se cierra en amparo centrípeto y otro que, con igual intensidad, pero en reversa centrífuga, empuja para desmoronarlo de su eje de rotación.
Somos testigos presenciales de colectivos que impulsan, con mayor o menor éxito, consignas bajo el rótulo de #NoSinEllas o #MeToo. En frente, escalan, a diario y con cifras alarmantes, el espanto continuo de la intimidación, la segregación, la mutilación y el femicidio. El golpe de reversa no detiene la violencia, redobla la apuesta. La resistencia es inevitable para que fluya a puño en alto la respetable consigna de #NiUnaMenos. Explorar el dolor no es fácil.
Llegar hasta aquí no ha sido sino por el transcurrir de muchas personas afectadas que han sido y son muy valientes al alzar la voz, hablar y contar sus historias, allanando así el camino para que podamos contar la nuestra.
Pertenecemos a una línea ancestral de un tejido del cual todos llevamos algún retazo. Sin lugar a dudas, nuestra vida está llena de retazos, esos que se acoplan en un lienzo –algunas veces con finas puntadas, otras con punzantes costuras- con la forma del legado de quienes fueron y con el accionar de quienes estamos siendo hoy.
Estamos en un punto de inflexión histórico, en el que aquellos que una vez fueron objeto de la mirada de otros han comenzado a tomar el control y deciden cómo quieren verse representados.
El movimiento vibra más que nunca, en especial entre los más jóvenes, cuyo fuerte carácter comunitario –incluyendo a adolescentes con riesgo de exclusión y con colectivos de las categorías más diversas, producto de la actual revolución de género-, requiere especial atención en tanto la demanda de energía integradora es imparable.
En este contexto, surge el altruismo como formato de liderazgo presente, consciente y responsable. Y su ejercicio demanda la presencia de líderes humanos, que honren el bien común y colectivo por sobre su bienestar individual.
Esto se traduce en el reemplazo de los extremos tóxicos por valores potentes. Estos valores refieren a una transformación interna y sensible a partir de la cual tomamos conciencia y nos hacemos presentes en el ahora que necesita de nuestra acción. Valores como pluralismo, cooperación, impacto en la comunidad, descartan el acento en los antiguos lemas de ganadores-perdedores, individualismo y ganancia como valor supremo, para ir hacia un ecosistema más participativo.
Esta acción presenta formatos de entendimiento alineados con la cooperación, el respeto y la igualdad como preceptos fundamentales del manual para el nuevo liderazgo consciente y responsable.
El desafío es inevitable y la consigna del líder consciente es generar una relación de confianza sostenida en valores éticos y acciones ejemplificadoras, es unir sinergias de modo que las actividades de unos se integren en la programación de otros, es innovar creativamente para acelerar resultados que tiendan al equilibrio y a la equidad en el acceso a las oportunidades de ser y hacer.
Es momento de abrazar el cambio que nos llama a afinar y ampliar el campo de nuestra propia observación para recorrer el camino hacia una sociedad multicultural, presente y responsable. Es lo que llamo diversidad celebrada, integrada y no juzgada.
Convoco a todos a despertar su pasión, su poder interno, eso que los hace únicos e irrepetibles. Y a compartirlo, para reescribir el nuevo paradigma del siglo XXI, en donde mujeres, hombres y toda la diversidad caminemos a la par.
No es un escenario fácil en el cual ejercer el rol de líder. Pero el momento es este. Y, por lo tanto, es perfecto.
La vida es demasiado corta para ser tímido.
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