Las enseñanzas que Carlos Escudé nos dejó en el plano de las relaciones internacionales

El fallecido intelectual y teórico defendía la importancia de que los países en vías de desarrollo no provocaran de manera innecesaria a los Estados más poderosos

Falleció Carlos Escudé, quien además de haber sido el principal teórico de las relaciones internacionales que ha dado la Argentina supo también jugar un rol importante en varios debates intelectuales.

Escudé se formó en la Universidad de Oxford y, gracias a una beca Fullbright, obtuvo un doctorado en la Universidad de Yale. Inicialmente su formación fue la de un sociólogo, aunque con el paso del tiempo terminó acercándose a la disciplina de las relaciones internacionales. Fue profesor visitante en universidades como Harvard y Johns Hopkins y actualmente se desempeñaba como investigador principal del CONICET.

Uno de los mayores aportes académicos de Escudé fue su estudio sobre las relaciones entre Gran Bretaña, la Argentina y los Estados Unidos durante y luego de la Segunda Guerra Mundial. En estos trabajos mostró el costo que la Argentina tuvo que pagar por haber desafiado a EE. UU. al mantener su neutralidad durante la última etapa de la Guerra. Cuando, dicho sea de paso, ya estaba claro que Washington se iba a terminar imponiendo en la disputa y que Buenos Aires no sufriría consecuencias graves si tomaba una postura similar a la de sus vecinos. Luego de disputas internas, la Casa Blanca optó por marginar a la Argentina durante la postguerra, siendo esta una de las causas que explican nuestra decadencia.

Estos estudios le sirvieron a Escudé de base para desarrollar su propia teoría de las relaciones internacionales llamada realismo periférico. Su conclusión práctica sostiene que países periféricos como el nuestro deben priorizar su desarrollo económico y que, para hacerlo, no deben provocar de manera innecesaria a los grandes poderes. En el caso de la Argentina de los ´80, cuando esta teoría fue pensada, esto significaba no tomar medidas que provocaran a Washington, la gran potencia de Occidente, y, una vez caído el muro del Berlín, del mundo.

Por un tiempo Escudé incluso influyó en la elaboración de la política exterior argentina, llevando así sus recomendaciones a la práctica. En efecto, entre 1991 y 1992 fue uno de los principales asesores del canciller Guido Di Tella. Aconsejó entonces que la Argentina dejara el grupo de los países no alineados, pusiese un fin a los programas armamentísticos como el misil Cóndor, se sumara al acuerdo regional que proscribía las armas nucleares y cambiara la retórica presidencial. Ponía como ejemplo de lo que no había que hacer el discurso de Raúl Alfonsín en la Casa Blanca denunciando la política exterior de la potencia occidental en América Central.

Posturas como esta última, sostenía, impedían el crecimiento económico de la Argentina y por lo tanto perjudicaban los intereses de sus ciudadanos. Escudé, de hecho, desconfiaba profundamente del Estado Nación, tanto desde un punto de vista práctico como ético. Son los ciudadanos quienes hacen las relaciones internacionales.

Los Estados son tan solo un medio, no un fin en sí mismo. Sus estudios sobre la evolución de la enseñanza en la Argentina, y su rol en la promoción de mitos nacionalistas que llevaban a adoptar posturas poco realistas, fue otra de sus contribuciones académicas.

En el plano personal, me quedo con el recuerdo de haber formado junto a él parte del grupo de trabajo de inserción internacional en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Este grupo, bajo el liderazgo de Escudé y Felipe de la Balze, agrupa a especialistas de distintas áreas. ¿Cuál era, según mi experiencia, la característica central de Escudé? La originalidad.

Siempre sus comentarios buscaron abordar los tópicos de discusión desde alternativas distintas a las dominantes. Sostenía, al igual que su amigo Di Tella, que sólo a través de un enfoque como este, que promoviera la pluralidad y la libertad de opinión, podríamos encontrar soluciones a los enormes desafíos que nos presenta el sistema internacional. En un ámbito intelectual tan empobrecido como el actual, en donde muchas veces prima el miedo a pensar distinto, nos vendría bien aprender esta lección.

*El autor es vicepresidente del CARI y global fellow del Wilson Center