Acuerdo Unión Europea-China: un mal paso

El gigante asiático intenta convertirse nuevamente en la centrifugadora de inversiones externas lo cual restará las posibilidades del Mercosur de convertirse en una opción para los capitales europeos

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La presidenta de la Comisión
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, la canciller alemana, Angela Merkel, el presidente francés, Emmanuel Macron, y el presidente chino, Xi Jinping

Los líderes de la Unión Europea y el presidente Xi Jinping anunciaron el pasado 30 de diciembre la conclusión de las negociaciones del Acuerdo Integral de Inversiones (CAI) iniciadas en 2013. La videoconferencia contó también con la presencia de Angela Merkel a cargo de la Presidencia de la UE. El cierre del Acuerdo constituye una mala noticia para el sistema multilateral, para las relaciones con los Estados Unidos y también para el Mercosur. La Unión Europea, y en especial Alemania, volvieron a mostrar la prioridad de los intereses europeos a pesar de sus críticas a la política unilateral de Donald Trump.

El Acuerdo consolida la posición de China como eje de la política internacional después de haber concluido el Acuerdo de Libre Comercio (RCEP) de quince países el pasado 16 de noviembre y haber notificado su intención de incorporarse al CPTPP. El anuncio se produce a dos semanas de la jura de Joe Biden como Presidente de los Estados Unidos quien expresó su intención de trabajar en conjunto con la Unión Europea y otros países democráticos como Australia y Japón para encarar las relaciones con China.

El CAI consiste en una versión actualizada y ampliada del Acuerdo Fase I firmado entre Estados Unidos y China el 15 de enero pasado que también incluía la promesa de un aumento significativo de las importaciones para mejorar el saldo de la balanza comercial entre ambos países. El Acuerdo prevé la apertura de nuevos sectores a la inversión europea (salud, automotriz, finanzas, industria, construcción servicios empresariales, operaciones en tierra para transporte marítimo y aéreo), consolidación de los sectores para evitar retrocesos, eliminación de los topes de capital extranjero en empresas conjuntas, transparencia de las operaciones de las empresas públicas y política de subsidios, estándares industriales y prohibición de obligación de transferencia de tecnología. China refrenda con este acuerdo su intención de facilitar las inversiones para el desarrollo de su mercado interno y mejorar la productividad.

El informe de la UE dice que las inversiones europeas en China superan los 140.000 millones de euros mientras las inversiones de este país suman 120.000 millones. El Acuerdo habilita un incremento substancial de las inversiones europeas en un mercado con una proyección de crecimiento superior al 7%. Las terminales y partes de la industria automotriz alemana fueron los principales motores de este Acuerdo; la producción de automotores en China fue de 22.000.000 de unidades en 2019. China intenta convertirse nuevamente en la centrifugadora de inversiones externas lo cual restará las posibilidades del Mercosur de convertirse en una opción para los capitales europeos y más aún cuando no se visualiza todavía un horizonte cierto para la vigencia del acuerdo birregional. Como contrapartida, las inversiones de China en el exterior se localizan en recursos naturales para asegurarse el abastecimiento de su desarrollo industrial.

Las palabras elogiosas de la Canciller Angela Merkel y de la Presidenta de la Comisión Úrsula von der Leyen, contrastan con los reparos interpuestos al Acuerdo con Mercosur. En el CAI China se compromete a ratificar los convenios de la OIT incluyendo el relacionado con trabajo forzado que data de 1930 y la implementación del Acuerdo de París sobre Cambio Climático. La Presidente Leyden celebró el compromiso de China de llegar al tope de emisiones de carbono en 2030 y alcanzar la neutralidad en 2060.

El Acuerdo con China no despertó las pasiones de las ONG defensoras de los derechos humanos ni de los verdes. Tampoco se escucharon los sermones amenazantes del presidente Emmanuel Macron sensibilizado por la “depredación ambiental” en la Amazonia. Con el Mercosur, Alemania y Francia pudieron desplegar su paternalismo mientras pueden negociar con China para beneficiar a las empresas de ambos países. Por cierto, Xi Jinping no es Bolsonaro. Con el primero no se juega, con el segundo se puede. La Unión Europea confirmó con este Acuerdo por donde pasan sus prioridades, y cuando de negocios se trata mostró que tiene principios adaptables a cada ocasión.

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