Si algo nos dejan estos meses de pandemia y reclusión es la enseñanza de que podemos unirnos en pos de mejoras sociales y compromisos que pensábamos lejanos. Desde el punto de vista tecnológico y segùn voces del sector, la digitalización de los pequeños y grandes emprendedores ocurrió en un par de meses cuando antes se lo pensaba para los próximos años. Sin ir más lejos el desarrollo científico de la mitad del Siglo XX en adelante nos permitió enfrentar, con una vacuna producida en tiempo récord por distintos laboratorios a nivel mundial, a una pandemia que en comparación con la “española” cien años atràs, hubiera sido altamente catastrófica y devastante. Mucho más de lo que fue.
Este proceso puso en jaque miles de preconceptos que como sociedad mantuvimos como verdades, o al menos, ideas discutibles pero permanentes. Desde la primacía del libre mercado por sobre el estado, hasta el avance del consumismo como carril ùnico de placer, las grietas que hacen efìmera a la felicidad y la alegrìa de todos nosotros. Esto no es un artìculo de autoayuda, ni mucho menos entiende un planteo filosófico. Pero sí, indudablemente, nos enfrentamos al miedo de perderlo todo. Y de eso algo vamos a tratar.
En esta relación traigo gráficamente una obra realizada por la artista argentina Mariana Tellería. Ella misma fue quien representó a la Argentina en 2019 en la Bienal de Venecia, pero antes creó “Somos el lìmite de las cosas”. Se expuso en el Museo MAR en el 2014 en la muestra curada por Rodrigo Alonso, y en una sítesis fugaz -y espero no errada- la obra representa el minuto antes de que todo desaparezca, es un galeón con luces tènues, el momento anterior al final. En las propias palabras de la artista se resume como “una sensación de casi fin. Debe existir una fórmula científica de este punto exacto. Como una especie de cenit, el punto más alto del cielo, las cosas también deben tenerlo; esquivando usos, transformaciones, naturalezas y morfologías, hay algo en ellas románticamente intocable”.
En el 2020, día tras día hubo una consecución de hechos que nos mostraban la posibilidad de un fin. No quiero ser dràstico, hablo de la sensaciòn que se despertó. Hablar de nuevos conceptos como “la nueva normalidad” que se tradujo en todos los idiomas y sobre el cual se construyeron ideas de todo tipo.
Y entre los preconceptos que en nuestra cultura estructural tenemos, como la tìpica frase “nadie es imprescindible”, creo que dimos vuelta la moneda e interpretamos, aunque bajo prensiòn, una nueva idea del tema. Somos imprescindibles. Lo fueron y aùn lo son, los profesionales de la salud en todos los hospitales del mundo, lo fueron los cientìficos en todos los laboratorios del planeta, lo fueron los trabajadores y trabajadoras que no permitieron que se destruya por completo la producciòn, los empresarios, los referentes sociales y religiosos que sostuvieron la esperanza y la fe de cada credo. En estos meses consumimos cultura como nunca antes, escuchamos música, vimos películas, leìmos y releìmos libros, exprimimos la tecnologìa al máximo.
Este año todo fue imprescindible, porque en efecto todo lo es. Hay que dejar atrás, creo, esas frases armadas y refranes sin sentido como “el cementerio está lleno de imprescindibles”. La ironìa no fue una buena consejera en estas dècadas, aun dispersos y divididos por ideas políticas concretamos parlamentos que también se vieron en jaque por su funciòn y su trabajo. Todo fue observado con otra mirada, con la misma que se observa la obra de Tellerìa: ¿y si todo realmente desaparece?
El imprescindible precede al héroe. Es anterior, por eso es doblemente clave nuestra transcisión de la historia. Todos nosotros que hemos estudiado los grandes hitos históricos y saltábamos de un proceso a otro como capìtulos tenía nuestro Kapelusz de secundaria, entonces y ahora, tal vez no nos damos cuenta que entre hoja y hoja hay dècadas de luchas y controversias, de imprescindibles que no aflojaron ni un paso ni se movieron un àpice de sus objetivos. Luego de ellos y de ellas llegaron los héroes que conocemos y a los cuales admiramos.
Las mujeres que lucharon por el sufragio hasta que Evita materializó con la ley el voto y los derechos polìticos de la mujer a nivel nacional. Los varones que se levantaron en contra de la Liga Patriótica Nacional para defender sus derechos como trabajadores hasta que los sindicatos cobraron fuerza. La reforma universitaria, la patria potestad, el voto universal, el matrimonio igualitario, la construcción de la memoria, la verdad y la justicia. Hay para todo un momento anterior donde a los imprescindibles no les salìa ni una bien, pero sin embargo eligieron continuar. Por ellos nacieron los heroès. Los imprescindibles allanan el camino, abren paso, ponen el hombro, asumen la alegría y el dolor de una época.
El próximo 2021 nos va a encontrar aún perdidos y será el turno para que los artistas, escritores, filósofos, músicos, gente de a pie, amigos, polìticos y familia, nos indiquen cómo continuar en un plano que se abre con pocas referencias pero con renacimiento duplicado. Aquí nadie sobra. Construir futuro es un menester social, sin la adrenalina del consumo y la ficción, eso ya sabemos que no nos volvió inmunes a la muerte. Para gozar el mañana hay que pelear el ahora decía Mario Benedetti.
En una época en la Florencia post peste se retomó la locución latina de Horacio “Carpe diem” o -aprovecha el día-, vamos a terminar estos renglones de este año peculiar año con algo similar pero más nacional. Como proclama esa canción tan nuestra en tiempos de agobio, “muchacha no corras más: el tiempo es hoy”.
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