El 14 de junio del 2018 escribía: Es un día histórico… que nos duele. Releyendo y, supuestamente en otro momento social y bajo otro signo político de parte de quienes nos gobiernan, lo que había escrito tiene absoluta vigencia. Sin lugar a dudas a muchos argentinos este día nos duele. Y nos duele no sólo a los que formamos parte de la Iglesia de Jesús, sino a todos los hombres de buena voluntad que luchan por la vida. Porque esta no es una batalla de “la Iglesia”, como muchos la han querido presentar para manifestar su poder.
En la larga lista de los apasionados por la vida hay hombres y mujeres, hay científicos, estudiosos, médicos, madres de familia, comerciantes, taxistas, olvidados premios Nobel que no comparten nuestra fe. Es una nueva batalla que aparentemente pierde la humanidad, y en especial hoy, nuestra Patria, dejando avanzar la muerte.
Busquemos por donde busquemos el aborto es muerte, se condena a la pena de muerte a quien no puede defenderse. Y si nos da tristeza y dolor esta votación favorable a la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, nos dan dolor y tristeza los efectos que ha producido y los mecanismos y motivaciones a través de los que se llega a ella.
“Hoy es un día histórico para nuestra Patria”, alguien dijo en aquel momento con estúpido orgullo, tal cual, porque se ha ahondado la nueva grieta, ha dividido y enfrentado a los argentinos en la opinión pública, en la calle, en las escuelas, en las familias. Una grieta que, con el corazón en la mano, no nos estaba haciendo falta. Habría que preguntarse a quién beneficia que sigamos cada vez más divididos, ¿no? ¿Acaso los que venían a mancillar las grietas siguen en cuarentena?
En un tiempo tan difícil como el que estamos atravesando, donde la pandemia mostró cómo colapsa en cinco minutos el sistema sanitario, la educación, la seguridad. En un año en el cual el hambre le pegó a nuestros barrios y aumentaron de 1 a 10 los comedores, donde muchos trabajadores se quedaron sin nada, donde muchas pequeñas y grandes empresas cerraron o se tragaron los ahorros, donde el pánico y el miedo están causando estragos en la convivencia social…
Senadores -no me sale el adjetivo- ¿hacía falta pegarle esta estocada al pueblo agregando una ley de muerte? Patéticos y contradictorios: una cuarentena interminable para cuidar la vida y el broche de oro es la muerte. ¿Saben que dos más dos es cuatro o hay que hacerles un dibujito? Agarran al pueblo con las defensas bajas, con síntomas de depresión por la bicicleta de una cuarentena que se hizo eterna, no habiendo podido despedir a sus muertos queridos, con la soledad de muchos abuelos encerrados entre cuatro paredes, con el embobamiento cibernético de los jóvenes a lo que nos les quedaba más remedio que la pantalla para sobrevivir.
Creo que son los síntomas de una política manipuladora que responde a intereses inconfesables pero conocidos, ¿o me equivoqué de grupo? Una sesión de más de 12 horas en la cual, hasta con lágrimas, algunos se disfrazaron de solidarios ante situaciones de injusticia por los embarazos no deseados mientras no se les mueve un pelo por la vida nacida, abandonada y estropeada por el paco; es claro, muchos viven y se benefician con esas muertes “tampoco deseadas”. Si se hubiera hecho un MasterChef político lo habrían ganado los panqueques, vuelta y vuelta.
¿Por qué no dedican algunos minutos del tiempo para sesionar sobre la salud pública, sobre los jubilados, sobre la pobreza, sobre el avance del narcotráfico, sobre la desnutrición, sobre la corrupción de los funcionarios pasados, presentes y futuros, sobre el cumplimiento de las propuestas para las cuales les fue conferido el poder a los que ejercen la función pública?
Hoy también es un día histórico porque la ignorancia se ha sobrepuesto al sentido común, cuando se duda de que haya vida desde la concepción, si hay vida se debate si esa vida es persona y los encargados de determinarla muchas veces no pueden hilar dos ideas coherentes. “¡Qué fenómeno!”, decía Pepe Biondi ¡Parece que reencarnó! Otros han tenido la desvergüenza, para no hacerse cargo de sus opiniones que llevaban la voz de las mujeres de los barrios.
Mentirosos: pisen un poco el barro y se van a dar cuenta de que las mujeres de nuestros sectores más populares no le hacen asco a la vida y la llevan para adelante sin desembarazarse. Es un día histórico... Empezamos el camino de sacarnos de encima lo que nos molesta o incomoda. Me pregunto: ¿qué vamos a hacer con el hambre de los chicos, otra “gran Herodes”? ¿Los mandamos a matar para no verlos y así se acaba el problema? Raíces, patria, pueblo: hoy parecen palabras ajenas a los que no conducen.
Qué pena, entre los que posiblemente no nazcan quizás esté el que nos pueda llegar a entender y a acompañar para que seamos una nación en donde se respete la dignidad de cada uno, donde no haya descartados, ni tirados al volquete, donde no aspiremos a estar a la vanguardia con otros pueblos que se caen a pedazos.
Ojo, que nos están colonizando y devorando, y vamos alegremente a ser masticados pensando que estamos en el primer mundo. Como me dijo un amigo: hoy se acaba de morir la política que responde al pueblo y nació un Frankenstein construido con restos de muertos y carroña desgraciada y ambiciosa. No se puede construir una sociedad sana con estos parámetros.
Vuelvo a hacer la pregunta de hace dos años: ¿cuál es el próximo paso que nos van a hacer dar para que nos desintegren como sociedad, como país? Ya hicimos todos los deberes. En su momento el plan Rockefeller se propuso dejarnos sin raíz, sin familia, sin fe, ahora sin moral que valore la vida y la cuide de punta a punta. Sin embargo “esta ley no obliga a abortar”. Junto con muchos argentinos de buena voluntad seguimos afirmando que “el aborto es un crimen, que el aborto es muerte” y nadie nos obliga a matar, sino muy por el contrario a redoblar nuestro trabajo para que muchos tengan vida y vida en abundancia.
Monseñor Eduardo García es el Obispo de San Justo