Tendencias nacionales 2021

El pueblo está realmente cansado de que la principal y paupérrima argumentación para explicar la falta de resolución de cualquier tema o problema, sea aducir que la culpa la tiene …

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Resumir tendencias en Argentina es tan difícil como poder jugar hoy a tlachtli u ōllamalīztli (en idioma náhuatl), un juego de pelota de caucho natural, que practicaban los aztecas y mayas, que cumplía la función de resolver conflictos de diversa naturaleza, como pleitos por tierras, impuestos, controles comerciales y otros. La activa permanencia de múltiples conflictos (muchos de ellos artificiales) son, actualmente, la principal tendencia nacional.

Cómo podríamos resumir el ensanchamiento de la grieta, aupada en las necesidades políticas de las elecciones de octubre 2021, con epicentro en la PBA; cómo explicar que la agenda política difiere sustancialmente de la agenda y de las urgencias populares; cómo visualizar una futura normalidad si aún hay incertidumbre sobre los planes de vacunación, clave para el inicio de cualquier reactivación económica. Ninguno de estos temas sería propio de algún análisis, si no fuese porque nada trascendente e importante, en términos positivos, aparece en escena, no solo este año, sino desde hace décadas. Ni un hecho tan excepcional como la pandemia podrá tapar la realidad de nuestra decadencia.

El pueblo está realmente cansado de que la principal y paupérrima argumentación para explicar la falta de resolución de cualquier tema o problema, sea aducir que la culpa la tiene …. AF, CFK, MM, HRL, AK, o el que convenga coyunturalmente. Cualquier tema se transforma en un nuevo “conflicto”. Desde hace décadas no existe algún esbozo de proyecto o estrategia nacional, que indique rumbos, prioridades, o programas de largo plazo; algún tema donde podríamos ponernos de acuerdo. Los “culpabilidades” de nuestro estancamiento se reparten y alternan generosamente entre la economía, la educación, la inseguridad ciudadana, los inmigrantes, los jubilados, la cultura y tantos otros. No hay entusiasmo popular por nada, salvo en salvarse individualmente. Las movilizaciones son mínimas y articuladas por cada “burbuja” política. La muerte de Maradona, tal vez por sorpresiva para el gran público, alcanzó para ser una noticia destacada sólo por algunas pocas horas y terminó abruptamente. Los argentinos están caídos espiritualmente; lo cual contrasta con otros pueblos que se encuentran muy entusiasmados, porque, de algún modo, participan y proyectan su destino. Acá casi nadie cree que fuese posible comenzar una transformación nacional, que, por el potencial que realmente tenemos, nos ponga nuevamente en marcha hacia un destino mejor y no el tan mediocre como el que nos seguimos deslizando a diario.

El mercantilismo inunda, no ya el ámbito del comercio, como sería natural, sino todas las esferas de la vida pública y en consecuencia se desconfía de la honradez y la idoneidad de todos los políticos, de la justicia, de las FFSS, de los empresarios, de los sindicatos, de las iglesias, lo cual es injusto porque en todos esos ámbitos, la mayoría son argentinos honestos que también sufre esta decadencia. Tan infiltrados estamos de teorías ideológicas globales de todos los signos, tanto neoliberales como neomarxistas, que ya hemos perdido el rumbo de lo que realmente queremos ser, partiendo del supuesto que sabemos quiénes somos.

Un deporte de estos tiempos ha sido cuestionar a diversos personajes históricos, trasladando el análisis con las ideas actuales, a aquellos hechos transcurridos en otras épocas con sus propios entornos ideológicos. Es un absurdo científico, además de ser una grave agresión malintencionada, alentada por los de-constructores de la Argentina posible y difundida por una mansa estirpe de “revolucionarios universitarios de café concert”, colonizados mentalmente por intereses geopolíticos contrarios a las identidades nacionales. Es como si Francia eliminara el Domo de Les Invalides en Paris, donde está sepultado Napoleón, porque fue un “dictador” en cuyo mandato se mató a muchos franceses, además de ser un “imperialista” que conquistó a otros pueblos vecinos. Tal vez hasta se atrevan a cuestionar al Gral. San Martín, que a los 34 años de edad se casó con una adolescente de 14 años, Remedios Escalada. Hoy sería una aberración, aunque existen casos muchísimo peores en nuestra triste realidad; en aquellos tiempos una costumbre. Con el Gral. Roca pasa lo mismo: detuvo una invasión militar chilena, que, vía los avances araucanos (hoy llamados mapuches) pretendían la ocupación de la Patagonia, alentados por los ingleses que tenían datos sobre su enorme potencial. No es casual que hoy el llamado “movimiento indigenista” tenga su sede administrativa en Londres. La absoluta mayoría de los verdaderos mapuches están integrados y viviendo pacíficamente en todo el Sur argentino. Solo algunos grupúsculos, como el hasta ayer desconocido “Lafken Winkul Mapu”, son los responsables de la violencia en la zona. Tal vez sea más importante que algunos políticos, dejen la anomia sureña, y se ocupen de resolver los problemas de otros pueblos originarios, como los wichi o los tobas, en el NEA, al que no se le reconocen muchos de sus derechos, arrasados en tiempo de las grandes empresas extranjeras explotadoras del tanino de quebracho.

La tecnocracia global, utilizando argumentos “constructivistas” de la sociología, pareciera estar venciendo a nuestros valores, ya que vacilamos y tenemos dudas en sostener nuestras auténticas tradiciones. En cuanto nos defendemos de tales agresiones, somos “acusados” (Zanatta, Naim, entre otros) de conservadores, catolicistas, nacionalistas, falangistas, fascistas, y obviamente antiliberales. Pareciera que nuestra cultura criolla, mixtura única de nativos y españoles primero y luego con otros europeos, se pone demasiado a la defensiva frente a dichos ataques arteros; debilidad inaceptable que supondría reconocer cierta inferioridad intelectual frente a las culturas europeizantes o la industria del entretenimiento norteamericano. Imaginemos por un momento a los franceses repudiando a su cultura o sus héroes históricos, o a los alemanes o ingleses; o a los mismos chinos y vietnamitas. Jamás lo harían ni se mantendrían tan pasivos para enfrentarlos. Sin orgullo nacional no hay ninguna posibilidad de construir una identidad nacional (saber quiénes somos) y a partir de ella poder reconstruir un proyecto nacional. Los problemas económicos y sociales son los efectos de varias causas; la principal de ellas es que nuestra identidad nacional es aún débil y en peligro creciente por el ensanchamiento de la grieta. Eso lo saben muy bien quienes nos quieren mantener en el subdesarrollo mental, base del subdesarrollo material y no al revés. Lamentablemente siempre hay agentes locales (colonizados) que le hacen el juego.

Las instituciones son la base del Estado. Su estabilidad debe estar sostenida por el principio del Bien Común. Porque si no se actúa en ese sentido se generarán tensiones, como las actuales, donde todo se cuestiona y se pone siempre en debate. Si no hay principios básicos, aceptados por amplias mayorías (mínimo dos tercios) en lo referente a la seguridad ciudadana, la justicia en general, la educación y la cultura del trabajo, para citar los más obvios, todo lo que acontezca, por más que haya democracia formal, si falta el espíritu de comunidad con un destino en común, no avanzaremos, lo cual se manifestará en permanente inestabilidad e imprevisibilidad. Sin estabilizar el país no habrá crecimiento sustentable y menos aún desarrollo económico, social y humano. Hay causalidades centrales que no se pueden esquivar. Pedir esfuerzos populares sin tener claro este ordenamiento básico, expresa supina ignorancia o traslucir públicamente la defensa de intereses personales o de pequeños grupos oligárquicos de poder, empresariales, políticos, sindicales, ideológicos, o de cualquier otra índole.

En el plano económico, tal como lo expresa Carlos Leyba, la Argentina tradicional siempre se concentraba en crear trabajo y no en generar desocupación. “Entre 1944 y 1974 el PBI por habitante de la Argentina creció a igual ritmo que Estados Unidos; … fue el período de progreso económico con inclusión social, sin pobreza y con distribución primaria del ingreso, que produjo el sistema capitalista de la Argentina del S XX”. Hubo gobiernos de todos los signos: peronistas, militares, desarrollistas y radicales. En 1976, Martínez de Hoz comenzó el proceso de desindustrialización, primarizando la economía, apoyado en la (errónea) doctrina de la “eficiencia” económica y en las bondades del endeudamiento externo, que muestra el arte de transformar el interés propio del capital financiero en “modelos” universales de dependencia extranjera. El proceso anterior de crecimiento económico y social se paralizó, se aceleró la extranjerización del aparato productivo, disminuyó la inversión local y aumentó la fuga de capitales. Está claro desde entonces que ese no era un camino recomendable; pero pese a esa mala experiencia se insistió en épocas de Menem y de Macri. Tampoco es posible construir un modelo que se especialice sólo en generar consumo (insumo indispensable para ganar elecciones) sin que haya una producción que la sustente, ya que no es posible vivir emitiendo deuda, imprimiendo billetes, devaluando periódicamente, o siempre aumentando los impuestos. Esta última modalidad se repitió en varios tramos históricos, sin intentar modificar radicalmente las erróneas políticas iniciadas por Martínez de Hoz; se limitó principalmente a administrar la crisis, poniendo el foco en lograr mejorar levemente la situación socioeconómica para los actos electorales. Tampoco es el camino recomendable, ya que la fábrica de pobres seguirá su curso inexorablemente, si no se crea empleo genuino continuamente.

Resumiendo, desde el año 1976, ningún gobierno pudo o al menos intentó cambiar drásticamente el sistema diseñado en aquel entonces. Hubo matices y diferencias, pero no fueron sustanciales en lo concreto; sólo fueron enfoques ideológicos diferentes, pero con una matriz en común, la de enmascarar la realidad, construyendo un relato para su propio beneficio. Decía correctamente Eva Perón “donde hay una necesidad hay un derecho”, pero Juan Perón agregaba “el trabajo es un derecho y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume”. La “eficiencia” debe ser mas social que económica. Por eso crear empleo sustentable ha sido y será el principal deber de todo buen político. Si no hay un fuerte aliento (por encima de cualquier antecedente histórico) estatal a la inversión en I+D, y simultáneamente no se organizan las condiciones favorables a la inversión que aliente la creación de numerosas empresas pymes de alta tecnología, poco podrá esperarse del futuro argentino. Sin cerrar el ciclo virtuoso de transformar el conocimiento en beneficios materiales para nuestro país, estamos definitivamente perdidos. Necesitamos menos conflictos y más soluciones. Menos ideologismos y más pragmatismos.

Terminado mi escrito me encuentro sorpresivamente con palabras del Papa Francisco, que distinguió con gran claridad entre “crisis”, un fenómeno positivo, y “conflicto”, algo negativo. Si bien fueron dichas para la Curia Romana, cobran enorme validez para la realidad nacional:

“La crisis es un fenómeno que está presente en todas partes y en todos los períodos de la historia, abarca las ideologías, la política, la economía, la tecnología, la ecología, la religión”, … “Se manifiesta como un acontecimiento extraordinario, que siempre causa una sensación de inquietud, ansiedad, desequilibrio e incertidumbre en las decisiones que se deben tomar”… “en cada crisis emerge siempre una adecuada necesidad de renovación”.

“El conflicto, en cambio, es un camino falso, es un vagar sin objetivo ni finalidad, es quedarse en el laberinto, es solo una pérdida de energía y una oportunidad para el mal”… “la lógica del conflicto siempre busca ‘culpables’ a quienes estigmatizar y despreciar y ‘justos’ a quienes justificar” … “esta pérdida del sentido de pertenencia común favorece el crecimiento o la afirmación de ciertas actitudes de carácter elitista y de ‘grupos cerrados’ que promueven lógicas limitadoras y parciales, que empobrecen la universalidad de nuestra misión” … “Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad. “Las categorías de conflicto -derecha e izquierda, progresista y tradicionalista-, fragmenta, polariza, pervierte y traiciona su verdadera naturaleza” … el conflicto siempre crea un contraste, una rivalidad, un antagonismo aparentemente sin solución, entre sujetos divididos en amigos para amar y enemigos contra los que pelear, con la consiguiente victoria de una de las partes.

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