El Papa, el Presidente y el aborto en Argentina

Alberto Fernández cree que, después de un disgusto transitorio, este tema quedará superado en el vínculo. Se equivoca, será una herida irremediablemente abierta en la valoración de su política

Guardar
Alberto Fernández en su audiencia con el papa Francisco en enero pasado (Foto archivo: Reuters)
Alberto Fernández en su audiencia con el papa Francisco en enero pasado (Foto archivo: Reuters)

No tengo ninguna representatividad especial para interpretar el pensamiento del Papa ni las actitudes que de éste se derivan, pero observando con atención la manera como él entiende el tema del aborto en general, y en la Argentina en particular, estoy convencido de que no tendría nada que ver con lo que el presidente Alberto Fernández y su círculo rojo piensan.

Ellos suponen que, después de un disgusto transitorio, el Papa Francisco y el episcopado local privilegiarán las coincidencias con la política general del gobierno antes que las diferencias. En fin, que después de un tiempo más o menos largo, y mal que les pese, el aborto quedará atrás. Por el contrario, creo que la cuestión del aborto permanecerá como una herida irremediablemente abierta en la valoración del Papa sobre la política del gobierno y su presidente. Condicionará también una eventual visita, no al punto de que resulte improbable – tengo mi propia suposición al respecto – pero la ley sobre el aborto legal incorporada al ordenamiento nacional ofrecerá al Papa un motivo ulterior para mantenerla en suspenso.

En otros contextos, como el europeo – pensemos en Italia, por ejemplo – cuando la iglesia se movilizó y convocó a las calles para el referendo abrogatorio de 1981, ya era demasiado tarde, la concepción del problema había cambiado profundamente en el ethos de la población y la aprobación de la ley, apoyada por una amplia mayoría de los italianos, confirmó lo que ya se sabía.

En Argentina las cosas no han llegado a ese punto. Sabemos que el país, sobre todo en las provincias, no está a favor del aborto. No lo está en su mayoría. Lo dicen las encuestas previas al ingreso de la ley en el Senado, después que fue aprobada en la Cámara de Diputados. La Argentina que vive fuera de su capital, la argentina que vive en las villas y los barrios populares muestra que no siente necesidad de una ley sobre el aborto ni de la consiguiente discusión que divide al país de un extremo al otro. Mucho menos en este momento, cuando la vida de los argentinos, que ya estaba en precario equilibrio antes de la pandemia, ha quedado arrasada por un cataclismo que ya dura ocho meses.

La pandemia todavía no ha terminado, la temida segunda ola está a las puertas y compite con la llegada de la vacuna que debería primero ralentizar y después cortar la secuencia fatal de contagios. La primera ola dejó un país postrado: los vivos están curando sus heridas, las actividades económicas están profundamente comprometidas, el trabajo reducido a niveles nunca vistos en el país, ni siquiera en las peores crisis de su historia turbulenta. La frágil economía de los barrios populares ha quedado de rodillas y los muertos por COVID superan las 40.000 personas, un número que el presidente Alberto Fernández temía como prohibitivo al comienzo de su mandato, una verdadera pesadilla que sacude su conciencia y le quita el sueño. Sin embargo, ha decidido secundar el requerimiento de un sector de la sociedad en vez del de otro que no quiere la ley. Argumenta que formaba parte de su programa electoral así como de su proyecto político en materia de salud pública, pero la pandemia le ofrecía todas las buenas razones para mantener a raya a los que querían la ley a cualquier precio y dejar en un cajón el texto aprobado hace algunos días por una parte de la Cámara de Diputados. En cambio, lo ha desenterrado, en contra de todo sentido común y ha enviado al ruedo parlamentario la versión más agresiva, con menos enmiendas sustanciales en comparación con el proyecto que fue rechazado en 2018.

El Papa expresó su oposición a la propuesta de ley con tres intervenciones específicamente dirigidas a Argentina. Dos conocidas: la carta que escribió el 22 de noviembre en respuesta a una red de mujeres de los barrios populares de Buenos Aires que desde 2018 luchan contra la legalización del aborto; la segunda, el 1 de diciembre, a un grupo de exalumnos argentinos. La tercera intervención, más articulada y menos conocida en su versión completa, la escribió de su puño y letra a uno de sus hijos más queridos, el sacerdote José María Di Paola - más conocido como Padre Pepe - con el cual mantuvo un insospechado intercambio de correspondencia que comenzó con el anuncio presidencial de que se introduciría la ley en Diputados.

Con las tres cartas – a las madres, a sus exalumnos y al sacerdote villero – el Papa muestra que de ninguna manera se propone ser neutral en el proceso que ha puesto en marcha el presidente en su país. Sabemos por Di Paola que le había pedido al Papa una opinión sobre la necesidad de intervenir en la situación que se había vuelto a plantear, para poner en evidencia la falta de oportunidad de una ley tan decisiva en un momento en que las estructuras sanitarias apenas pueden hacer frente a la presión de la pandemia. Y al mismo tiempo hacer notar la “coincidencia” del proceso legislativo con las negociaciones del gobierno con el FMI, exactamente igual que ocurrió hace dos años, cuando las riendas del país estaban en manos del liberal Mauricio Macri. Y sabemos también que, en la carta de respuesta, el Papa dice estar de acuerdo con la necesidad de “retomar el tema”. No solo eso. En la carta a Di Paola insiste en el punto que a su juicio es el más relevante para plantear una campaña contra la nueva ofensiva, destinada a introducir la ley sobre el aborto en el ordenamiento del país: “El asunto del aborto no es inicialmente un problema religioso. Es un problema humano, previo a cualquier opción religiosa”. El papa Francisco, explica Di Paola, subraya este punto porque está convencido de que muchos creen que “el no-aborto es una postura opinativa, no científica”. Por el contrario, “el tema del aborto debe ser tratado científicamente”. La palabra “científicamente” está subrayada en el texto original al padre Di Paola.

En definitiva, Bergoglio pide que se privilegie el campo de las evidencias médico-científicas antes que la contraposición de opiniones y de puntos de vista subjetivos. Vale recordar que el mismo presidente Alberto Fernández insistió en la necesidad de un enfoque científico del tema de la pandemia. “Presto mucha atención a lo que dicen los científicos, los infectólogos, los epidemiólogos”, admitió en una de las primeras entrevistas de su presidencia, “porque somos como un ciego que va palpando con el bastón”. Ese mismo enfoque, por lo tanto, también habría sido consecuente en el caso del aborto, pero no fue así.

En la carta que cita Di Paola en su discurso ante la Cámara de Diputados, el Papa remite a dos intervenciones suyas sobre el tema del aborto: una que hizo al volver de su viaje a México en el mes de febrero de 2016, y la otra en una entrevista por televisión de abril de 2019 con el periodista español Jordi Évole, creador y conductor del popular programa “Salvados”. La primera intervención no se desarrolla en la carta que estamos citando, pero solo hay que buscar las crónicas periodísticas para recordarla. En la tradicional conferencia de prensa durante el vuelo de regreso de México, le preguntaron si el aborto no era el “mal menor” en comparación con los efectos del virus “Zika” en las mujeres embarazadas. Bergoglio respondió: “El aborto no es un ‘mal menor’. Es un crimen. Es matar a uno para salvar a otro. Es lo mismo que hace la mafia. Es un crimen, es un mal absoluto”.

En la segunda intervención que cita la carta a Di Paola, el Papa respondió con dos preguntas al periodista que le planteaba el drama de una mujer víctima de la trata, embarazada como consecuencia de una violación, que quisiera abortar: “Comprendería su desesperación, pero también sé que no es lícito eliminar una vida humana para resolver un problema. ¿Es lícito eliminar una vida humana para resolver un problema? ¿Es lícito contratar un asesino a sueldo para que la elimine?”.

Con estos antecedentes, es difícil pensar que la bofetada al Papa que es la ley sobre el aborto que entra en el Senado en las próximas horas pueda ser olvidada en el tiempo que dura la misma presidencia que la ha propinado. Que por otra parte reconoce que considera decisivo el apoyo explícito del Papa en las negociaciones con los organismos de crédito a los que Argentina estuvo y está expuesta de una manera asfixiante.

El autor es periodista, escritor y colaborador de Vatican Insider

Seguí leyendo:

Guardar