La demanda de Cristina Kirchner

El esquema económico que el ministro Martín Guzmán pareciera tener en la cabeza no se condice con este ideario que planteó la Vicepresidenta en su último discurso

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Cristina Kirchner en el Estadio Único de La Plata (Aglaplata)
Cristina Kirchner en el Estadio Único de La Plata (Aglaplata)

Para despedir el año CFK cambió el formato epistolar por el discurso tradicional. Lo que no cambió fue la centralidad y contundencia de su mensaje, eclipsando lo que tenían para decir el Presidente, el Gobernador y el resto de los oradores. En una intervención corta y concisa dejó definiciones sobre salud, pandemia, justicia y economía. Y por supuesto volvió a recordar, casi a la manera de ultimátum, que “funcionario que no funciona” se vaya buscando otro trabajo.

En el frente económico resaltó el desafío de que el rebote esperado para 2021 se derrame hacia la base de la pirámide social y no quede concentrado en pocas manos. Abogó por una suerte de modelo propio (ya que los normales de otros países no funcionan en Argentina) con remembranzas de la economía de los tres kirchnerismos donde el norte siempre era democratizar el consumo empujando la demanda vía ingresos. “Argentina es el lugar donde mueren todas las teorías económicas. Acá a la actividad económica la mueve la demanda. Y a la demanda no hay otra manera de hacerla que a través de salarios, jubilaciones, y con precios de alimentos accesibles”, fue el textual de Cristina.

Alinear para ganar

Hay que alinear los precios (más que nada de alimentos), salarios, jubilaciones y tarifas, fue otra de las afirmaciones que más miga dejaron. Algunos podrían ver en este pensamiento una suerte de prioridad en la necesidad de estabilizar la inflación, al tener que existir una lógica coordinación nominal de las variables más importantes de la economía. También podría interpretarse que no puede repetirse otro año con tarifas en 0% de aumento, precios libres en el orden del 50%, y salarios y jubilaciones en el medio.

Para nosotros esta interpretación tiene más de deseo que de realidad. El razonamiento de alinear variables que propone Cristina es el típico que usó el kirchnerismo en años impares y electorales, justo como el que se avecina. Salarios y jubilaciones, o sea la masa salarial debe correr por delante de los precios, de las tarifas y del tipo de cambio. Y habrá que hacerlo a cómo dé lugar, pisando el precio de los servicios, de los bienes (alimentos) y del dólar para llegar a octubre 2021. Con esto se garantizaría el empujón de demanda para que la fórmula bolsillos un poco más llenos y peronismo unido (como lo que se mostró precisamente en el acto de La Plata) sea imbatible, por lo menos en PBA, bastión donde CFK no puede darse el lujo de trastabillar.

El problema de este círculo virtuoso pretendido, cuyo resultado final es deseable y necesario, radica en la falla de diagnóstico y lectura de la coyuntura en que estamos. Con el desequilibrio externo y la presión cambiaría actual aun estamos con pies de barro para hacer política de demanda. No hay dólares para responder al estímulo de la demanda agregada, donde cada punto que se expanda requiere el triple de importaciones. Además, los precios de los bienes sin regulaciones ni controles se mueven a un ritmo de entre el 3% y 4% mensual (viajan al 50% anual), en el medio de otra lluvia de emisión de pesos para cerrar las cuentas del 2020 ($200.000 millones en lo que va de diciembre y camino a un acumulado de $2 billones). Sin resolver de fondo la crisis financiera cambiaria y la inestabilidad de precios, cuya raigambre es la falta de confianza en las medidas del gobierno, será imposible o meramente fugaz reactivar por el lado de la demanda. Tarde o temprano dólar y precios estarán como siempre ganando la carrera, aunque hayan arrancado de atrás producto de un falso retraso con medidas inconsistentes. Y con ello no hay reactivación ni derrame que valga. Mucho menos un horizonte de crecimiento con inclusión social.

Y para estabilizar, nos guste o no vamos a necesitar un buen acuerdo con el FMI (sólo como condición necesaria), cuyos contenidos difícilmente tengan como prioridad el empujón de los ingresos en el año impar. A decir verdad, tampoco el esquema que pareciera tener en la cabeza el Ministro Guzmán se condice con este ideario que dejó CFK, menos aún con el enfoque de su último ministro de economía Axel Kicillof. Luego del giro al pragmatismo forzado por el cuasi estallido cambiario de octubre, se reforzó la idea de tranquilizar la economía gradualmente y converger a cuentas equilibradas (tanto externas como fiscales). Su mirada para asentar la calma actual del mercado cambiario y ganar paso a paso más confianza en el arranque de 2021 incluye tarifas descongeladas (menor cuenta de subsidio para el estado), dólar que no se atrase y tasa de interés reales positivas. También incluía una moderación en el aumento de las jubilaciones que no pudo ser y fue cambiado en el Senado. No es un ministro que reniegue de la política de ingresos como motor del consumo, algo que minimizaba el gobierno anterior, pero sí parece tener muy claro las condiciones que se requieren para que sea sostenible, por ejemplo que exista ahorro, o capacidad de endeudarse en el mientras tanto, pero en pesos y dentro del mercado local.

Cristina a marzo, Guzmán a diciembre… ¿y Alberto?

¿Entonces? Algo no está cuadrando en la mirada económica (y recomendaciones para transitar el 2021 electoral) que dejó CFK el viernes pasado, y los planes del Ministro Guzmán para acordar con el FMI y dar por ganada la batalla contra el dólar. Cristina pone la mirada de marzo en adelante, ignora el verano caliente de precios y dólar y minimiza la complejidad que pueda tener lograr un acuerdo con el FMI (para renovar USD 45.000 millones además de los vencimientos con el Club de París). Minucias técnicas parecieran ser de las que no se ocupa. Guzmán, al revés, parece enfocado en salir airoso del un verano que puede ser desafiante dejando atrás la crisis cambiaria para enfocarse en la reactivación post pandemia, ya con el FMI resuelto y la cancha despejada de vencimientos.

¿Y el Presidente?. No sabemos. Como en tantos otros aspectos refleja una posición ambigua, quizás a esta altura ya un ejercicio propio de su gestión (y por cierto complejo) que consume gran parte del tiempo en administrar tensiones hacia adentro de la coalición. El tiempo y energía que insume esta tarea es inversamente proporcional a la capacidad de dar respuestas más efectivas a los verdaderos problemas por resolver. La estrategia de salida de la pandemia con la gestión de las vacunas, la estabilización cambiaría, reactivación, pobreza y desempleo son nada más ni nada menos los temas que se resienten.

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