Para los aprendizajes, este no fue un año perdido

Durante un evento virtual, miles de jóvenes compartieron sus aprendizajes

El Festival Recreo, que reunió a jóvenes de la región

Por estos días, miles de jóvenes de América Latina esperan la finalización del ciclo escolar. Después de meses de aislamiento social, de cuarentena, del cierre de escuelas y de falta de contacto físico con sus amigos y amigas, llegan las vacaciones. Un largo recreo tan esperado como necesario.

Para el ámbito educativo, el COVID-19 fue catastrófico. Apenas unos días después del cierre de aulas en Argentina, UNICEF estimaba que más del 95% de los niños, niñas y adolescentes de América Latina y el Caribe había quedado fuera de las escuelas. Unos días después, la Organización de las Naciones Unidas alertó que “a nivel global, 1.370 millones de alumnos han debido interrumpir sus clases”. Esto es casi el 80% de la población estudiantil del mundo.

Así comenzó el año. Para una región, que ya presentaba graves problemas de ausentismo estudiantil y terminalidad educativa, la pandemia del 2020 fue una crisis sin precedentes. Nueve meses después no podemos afirmar con precisión cuáles serán las consecuencias a mediano y largo plazo en la población de nuestra región.

Según algunas proyecciones, 1,5 millones de estudiantes de la Argentina podrían abandonar la escuela por causa de la pandemia. Otros volverán a clases para comenzar un año que posiblemente sufrirá nuevas interrupciones. Algunos de estos estudiantes volverán tras haber pasado varios meses desconectados de sus docentes y de las actividades escolares. Los más afortunados habrán avanzando de modo autónomo, tal vez a un mayor ritmo del que el propio sistema educativo hubiera podido impulsar.

Esta heterogeneidad de saberes presentará una disrupción más en un sistema que ordena a sus alumnos y alumnas de acuerdo a su edad más que a sus necesidades de conocimiento.

La deuda es con los jóvenes

Desde hace más de dos décadas, expertos en educación hablan de la importancia del “metaaprendizaje”. De tomar el control para aprender a aprender. Del desarrollo de las capacidades autónomas fortaleciendo al sistema educativo con conectividad a internet, contenidos digitales adecuados y una sólida formación que acompañe a los docentes en el uso de los dispositivos y los recursos pedagógicos digitales.

De acuerdo a una publicación del Banco Interamericano de Desarrollo, Uruguay fue “el único país de la región que, habiendo logrado cerrar la brecha digital, pudo transitar a aulas virtuales, aún con el desafío de alcanzar a aquellos estudiantes más vulnerables y con conectividad limitada”.

Por diferentes motivos, ni todos los gobiernos ni todas las políticas educativas implementadas en muchos distritos escolares han logrado los deseados avances en autonomía o en la distribución de tecnologías y conocimientos esperados de alfabetización digital que ha logrado Uruguay.

En junio, la Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación de la UNESCO publicó una serie de recomendaciones para orientar a los países respecto al compromiso global de garantizar el acceso a una educación de calidad. Una de ellas resalta la importancia de enfatizar la participación y los derechos de los niños, niñas y adolescentes durante su proceso educativo.

Se hace evidente que nuestra deuda es con los jóvenes. Y la crisis por el COVID-19, lejos de ser culpable de todos los males, puede marcar un nuevo punto de partida desde el cual rediseñar el pacto educativo, estableciendo como prioridad una educación construida en sintonía con los deseos de los y las estudiantes. Si lo logramos, quienes formamos parte de la compleja red habremos dado la señal de que nosotros también estamos listos para adaptarnos y corregir el rumbo.

El mundo moderno necesita sociedades ágiles y flexibles en las que todas las personas sean empáticamente capaces de aprender a lo largo de toda la vida y de adaptarse a situaciones complejas. Para lograrlo, el sistema educativo debería poder ser igual de ágil y flexible para demostrar su propia capacidad de aprender rápidamente a valorar todos los aprendizajes, los que fueron acordados socialmente hace más de un siglo y los que se desprenden de los intereses de millones de jóvenes.

Las vacaciones, tan esperadas como necesarias, son el espacio propicio que necesitamos para avanzar. Por eso, quienes trabajamos en el Festival Recreo creemos que, como los aprendizajes están en plena revolución, tenemos trabajo por hacer para convocar, debatir y hablar sobre cómo será la experiencia de aprender en el futuro.

* Juan Mora y Araujo es Director Académico del Instituto de Formación Política y Gestión Pública de la Ciudad de Buenos Aires y co-fundador del Festival Recreo (www.festivalrecreo.com)