No es a mí a quien el Presidente debe rendir cuentas

Alberto Fernández aludió en su discurso al titular de la UCR, en réplica a su denuncia sobre los motivos del fracaso de la negociación con el laboratorio Pfizer. Alfredo Cornejo le responde a través de esta columna

(Marcos Gómez)

Ayer el Presidente de la Nación, en un acto en La Plata y en tono desafiante, ofreció rendirme cuentas de las negociaciones efectuadas por el Gobierno para la provisión de vacunas, ante su fallida adquisición por parte de uno de los laboratorios que ya cuenta con aprobación y está en proceso de distribución.

No es a Alfredo Cornejo a quien debe rendir cuentas, sino a todo el pueblo argentino. Ayer el Presidente desaprovechó una oportunidad inmejorable para despejar las dudas que sobrevuelan respecto a este tema.

Sin embargo, el camino elegido fue otro: la chicana y la prepotencia por sobre la transparencia y la información. ¿Por qué vuelve el oscurantismo y opacidad en el manejo de la información que debería ser pública y cotejada para garantizar la máxima transparencia de todo el proceso de compra de las vacunas?

A ello debemos agregar que todas las contrataciones del Estado se dan en el marco de la vigencia de una ley -sancionada antes de la llegada de la pandemia- que consagra la emergencia y flexibiliza los controles para efectuarlas; y una ley de vacunas recientemente sancionada -a la que me opuse y contra la cual voté- con cláusulas exorbitantes en favor de los laboratorios.

¿Por qué el Gobierno reclamó la aprobación de una ley de vacunas de manera exprés para garantizar la provisión, que entre otras cosas otorgaba a los laboratorios indemnidad, prórroga de jurisdicción y aprobación de urgencia, por las supuestas condiciones que imponían los laboratorios, que posteriormente impidió la celebración del acuerdo con Pfizer?

Máxime cuando en las reuniones informativas de la mencionada ley, el 30 de septiembre pasado, el representante del Ministerio de Salud que concurrió a la Comisión a defender su aprobación, el Subsecretario en Gestión Administrativa, Mauricio Monsalvo, reconoció que la empresa Pfizer había hecho una “propuesta concreta” de contratación al país y había celebrado contratos con Chile, Perú y EEUU entre otros países.

¿Cuáles son las inaceptables condiciones, posteriores a la aprobación de la ley, que impuso Pfizer al Gobierno argentino, que otros gobiernos de la región y del mundo han cumplido? No pareciera ser razón suficiente la exigencia de la firma del contrato por el Presidente de la Nación, como adujo el Ministro de Salud en sus escuetas explicaciones.

Sin contar además, que nuestro país había aportado 6 mil voluntarios en la fase de experimentación de la mencionada vacuna, lo que nos colocaba en inmejorables condiciones para ser priorizados a la hora de adquirirlas.

Pero además ¿qué fue del anuncio del Gobierno respecto de la producción en el país de 250 millones de dosis de la vacuna Universidad de Oxford y AstraZeneca que iban a elaborarse a partir del mes de septiembre y que estarían lista en el primer trimestre de 2021?

A ello se suma que existen muchísimas dudas e interrogantes respecto de la única vacuna que en concreto puede arribar al país en los próximos días, la vacuna rusa Sputnik V, elaborada por Centro de Epidemiología y Microbiología Nikolái Gamaleya.

Todos los argentinos merecen saber si efectivamente se encuentra aprobada, si cuenta con los niveles de efectividad que se anuncian, si va a poder ser aplicada a toda la población sin restricciones, si vamos a recibir las dosis prometidas y cuál de las versiones de la vacuna -atento al anuncio ruso de un tipo light con menor efectividad- será la que definitivamente llegue a la Argentina.

En nada ha contribuido el Gobierno a proporcionar claridad ¿Por qué no se informó debidamente de las negociaciones y los viajes secretos a Rusia con representantes locales de laboratorios privados de dudoso historial para acordar la provisión de la vacuna Sputnik V, ni tampoco se comunicó que aún no estaba la aprobación para ser aplicada en mayores de 60 años?

No debería explicarme a mí Presidente, sino a todos los argentinos porque tuvimos que padecer la cuarentena más larga del mundo y una de las más ineficientes, con más de 41 mil argentinos muertos, un millón y medio de contagiados, escasos testeos y toda la ciudadanía padeciendo las consecuencias de una economía destrozada y aún hoy sin vacunas que nos permitan abrazar un horizonte de esperanza.

Algo sí está claro: cuando existe discrecionalidad, falta de transparencia y monopolio, el resultado siempre e indefectiblemente es el mismo, corrupción y muertes inocentes, como en la Tragedia de Once o las inundaciones en la Plata. Estos y otros lastimosos hechos de la anterior gestión kirchnerista, que hasta el propio Presidente cuestionó por corrupción, son la mejor muestra de ello.

Son muchos los interrogantes y pocas las explicaciones que ha dado el Gobierno en torno al escandaloso episodio que ya rodea la adquisición de las vacunas, pero que ha sido la constante a lo largo de toda la pandemia en torno a las decisiones que ha tomado el Gobierno para enfrentarla. La otra pandemia, la de la corrupción, sigue esperando respuestas de la Justicia a todo el pueblo argentino.

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