Cuando el valor de la vida pierde su significado, el dolor de los deudos es ignorado y la indiferencia de quienes deben dar respuestas que no llegan a quienes sufren, la sociedad toda peligra. Todos los ciudadanos sienten que sus vidas penden de un hilo. Nadie se hace cargo.
La Asociación Civil Usina de Justicia, se ocupa de defender los derechos de las víctimas de homicidios y femicidios del delito común, entre las múltiples actividades que lleva adelante es acompañar a familiares y asesorarlos para que la (In) Justicia se acuerde de ellos para que de una buena vez puedan elaborar el indispensable duelo para retomar el precario equilibrio necesario para seguir adelante.
Tal es el caso el caso de una médica cardióloga, Sabrina Scheffelaar Klotz, que aguarda justicia por el asesinato a mansalva de su padre, perpetrado en su propio consultorio, hace más de un año en la localidad de Ituzaingo. Sabrina recibió nada menos que siete balazos en sus piernas intentando defender a su padre y su hijita que estaban presentes en el lugar del hecho. Alejandro Scheffelaar Klotz recibió un balazo mortal. Desde entonces el fiscal Dr. Marcelo Tavalaro, de Morón, nunca más se comunicó con ella, aunque los asesinos fueron identificados. Al cumplirse un año del crimen le pidió al fiscal de la causa que necesitaba cumplir con el deseo que alguna vez su papá le manifestara: ser cremado y puesto en la bóveda familiar para estar junto a los suyos. El fiscal, recién ahí se acordó del muerto y por supuesto le negó hacerlo porque el cuerpo está “judicializado”. Sólo es un número en un expediente olvidado en la fiscalía, mientras que el asesino, que fue bien identificado, está prófugo cometiendo quién sabe qué fechoría.
A lo largo de este año 2020, Usina de Justicia rastreó mediante un intenso trabajo de equipo incontables casos de asesinatos que por pocas horas tienen su “instante de fama” porque rápidamente un crimen “engulle” a otro en una interminable secuencia de nombres, edades, clases sociales o distintos escenarios geográficos. Nadie está a salvo, el crimen puede perpetrarse por el robo de una cartera, un celular o una bicicleta, mientras uno camina tranquilamente por cualquier calle o mientras se duerme en la engañosa seguridad de una casa resguardada. Escuchar a las víctimas es tan doloroso que a quienes trabajamos acompañándolas a veces nos provoca vértigo. El lenguaje es reiterativo: olvido, indiferencia, carpetas o expedientes. Una madre nos dijo: “Mi hijo se desdibuja en mi memoria, se ha transformado en un número de expediente”.
Nicolas Pacheco, fue asesinado el 24 de enero del 2013. Su cuerpo apareció en el fondo de la pileta de la sede del club Racing. Nunca quedó claro el móvil del crimen. Los tres acusados fueron condenados a 12 años de prisión. El caso llegó hasta Casación. Por las piruetas de la (In) Justicia estos tres individuos nunca estuvieron presos. Hoy, aparece en un titular que se pide la “inmediata “detención de los imputados, si no fuera por el dramatismo del caso, daría risa.
Nada es claro. Todo queda enredado en las nebulosas de un lenguaje que el ciudadano de a pie no comprende. Desde hace años repetimos las mismas hipótesis de trabajo: ¿Cuál es la edad mínima de imputabilidad para los adolescentes? La pena perpetua, ¿debe ser perpetua? Las pulseras electrónicas ¿cumplen su función? Podríamos seguir con una interminable lista de preguntas que los expertos intentarán responder con palabras grandilocuentes. El resultado hasta hoy es el mismo: las víctimas se quedan solas con su dolor.
A pocos días de iniciar un nuevo año, esperamos como siempre, ilusionarnos levantando una copa y brindar por nuevos aires en lo que a la (In) Justicia se refiere. Buenos deseos y prosperidad. Nosotros, los “usineros”, los que acompañamos a los enlutados, no nos engañamos. Sabemos que nuestra lucha continuará.
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