Los problemas de la deuda cara en dólares

La cuestión no es la moneda en la que te endeudás, sino endeudarte y no poder pagar, como frecuentemente les pasa a los gobiernos argentinos que llevan al país a colapsos económicos y sociales

El Gobierno se endeuda al 16% en dólares (REUTERS/Mike Segar)

Resulta una paradoja que el gobierno que decía que había que terminar con “la cultura que cree que es un derecho humano comprar dólares”, ahora esté cambiando deuda en pesos por deuda en dólares.

Paradoja dos: lo que los economistas del kirchnerismo criticaron durante los 4 años de gestión de Macri, el endeudamiento en moneda extranjera, es explícitamente lo que ahora está haciendo su gobierno: diciéndoles a los tenedores de títulos en pesos, para que no se vayan del país y compren dólares en el mercado del “contado con liqui”, que acá tienen unos lindos títulos denominados en Franklins.

La pregunta relevante en cualquier caso es por qué dichos fondos quieren irse. Pero ese es otro tema.

Lo que los economistas del kirchnerismo criticaron durante los 4 años de gestión de Macri, el endeudamiento en moneda extranjera, es explícitamente lo que ahora está haciendo su gobierno

De acuerdo con algunos analistas, el problema económico fundamental no es el déficit fiscal, la inflación o la brecha cambiaria, sino tomar deuda en una moneda que no se puede emitir. Esto llevó al ex ministro de economía, Roberto Lavagna, a afirmar que el cambio de deuda en pesos por dólares era un error y que “las economías en desarrollo con amplios desequilibrios económicos y sociales, como la nuestra, renegocian sus deudas tratando de reducir la parte emitida en monedas duras y aumentar la emitida en moneda local”. Lo cierto, no obstante, es que incluso endeudándose en la moneda que el Banco Central emite puede haber crisis económicas.

En el fondo, el problema no es la moneda en la que te endeudás, sino endeudarte y no poder pagar, como frecuentemente les pasa a los gobiernos argentinos, que llevan al país a colapsos económicos y sociales.

Roberto Lavagna

Otro punto que se critica es la tasa a la que coloca el gobierno. Por más que desde el Ministerio de Economía se busque desmentir que la deuda paga 16% anual en dólares, lo cierto es que si se toma en cuenta la tasa de interés del bono y la diferencia de cotización entre el dólar oficial y el paralelo, no hay mucho para discutir.

Además, el gobierno no podría tomar deuda en el mercado a tasas muy diferentes. Cuando el riesgo país es cercano a 1.500 puntos y la deuda del tesoro americano paga alrededor de 1%, no se puede esperar pagar por debajo de 15% anual en moneda dura.

Esta situación refleja una realidad evidente y genera dos problemas.

La realidad es que Argentina hoy es un país marginal en el mercado de capitales global. Con nueve o diez defaults soberanos en su historia, prestarle al gobierno argentino es un acto de extremo riesgo, motivo por el cual se le exigen tasas desorbitantes.

Tarde o temprano, habrá que repagar el capital más los intereses, lo que de no mediar un cambio en algunas variables fundamentales de la economía nacional, podría traer serias complicaciones a futuro

El primer problema que se deriva de aquí es que tarde o temprano, habrá que repagar el capital más los intereses, lo que de no mediar un cambio en algunas variables fundamentales de la economía nacional, podría traer serias complicaciones a futuro, igual que nos ha ocurrido en el pasado reciente. Fueron los propios economistas que hoy forman parte del gobierno los que se quejaban de la alta carga de intereses que el endeudamiento de Macri había generado.

Finalmente, una segunda consecuencia es que cualquier empresa que quiera acceder a créditos para invertir, producir y contratar nuevos empleados no puede hacerlo a tasas de interés razonables. Cuanto más alta la tasa, más proyectos se vuelven inviables, y por tanto menos producción y empleo habrá.

Ahora bien, este problema no se resuelve con el lanzamiento de algunas líneas de crédito subsidiadas por el Banco Central o algún ente del Ministerio de Desarrollo Productivo, como suele intentarse siempre. El problema de fondo es la falta de confianza, combinada con altísimos niveles de inflación, un control de cambios que genera una brecha de 70%, alto gasto público y presión tributaria, y un déficit fiscal enorme que el gobierno no tiene urgencias por reducir.

Hasta que estos problemas no se enfrenten –y no digo que sea fácil hacerlo– seguirá habiendo poco crédito para el país. Y, con ello, pocas esperanzas de un crecimiento económico sostenido de aquí en adelante.