Me ha costado decidir por dónde empezar a contestar a la columna de Víctor Bronstein. Es tan absurdo su planteo, hoy escondido bajo la corrección política de decir que “hace falta una política energética más allá de los lobbies”, y son tan falaces las aseveraciones, que impiden cualquier razonamiento y por eso es tan difícil de responder sin entrar en adjetivos calificativos. Por eso creo que es más conveniente exponer el trasfondo de su discurso ¨desinteresado¨, es decir, lo que dice sin decir:
Primero, la base de su pensamiento es que el cambio climático no es un problema que deba ocuparnos por ningún motivo, sobre esto los invito a buscar el evento del 12 de diciembre, “Ambición Climática 2020”, que se dio en el marco de los cinco años del Acuerdo de París, donde el secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, instó a las naciones a declarar la “emergencia climática” hasta que sea alcanzada la meta de cero emisiones netas de carbono, como se comprometió la Unión Europea, para 2050, también el Vaticano, el Reino Unido, India y China, entre otros 80 participantes.
En ese mismo evento, nuestro Presidente anunció un aumento de un 27% en la meta argentina de reducción de emisiones, y la neutralidad en carbono para el 2050, lo cual es a todas luces incumplible bajo el predicamento del Sr. Bronstein. Pero aún negando la emergencia climática, urge descarbonizar nuestra economía porque en unos años no vamos a poder exportar ni una tonelada de nada si no podemos asegurarle al mundo que nuestras emisiones de carbono son compatibles con las metas globales y ahí, en ese momento, nos vamos a dar cuenta de que la energía supuestamente más barata nos salió cara y de que las ganancias se las llevaron los de siempre.
Por otro lado, objeta a los biocombustibles pero en realidad todo su razonamiento se aplica, en el mismo sentido, a las energías renovables en general. Claramente, el Sr. Bronstein está en contra de todas las renovables pero escribe justo sobre las que le podrían quitar mercado ya mismo a las petroleras (oh, sorpresa).
También aplica, implícitamente, un doble estándar al decir que asegurar un precio y una demanda a las empresas de energía es un subsidio cuando se trata de biocombustibles pero no cuando es para el petróleo, teniendo el Plan Gas y el Barril Criollo tan fresquito más que una doble vara es una amnesia conveniente.
Y como dije al principio, los datos que menciona no son comprobables y/o no se aplican para el caso argentino. Por ejemplo, la influencia de precios de los biocombustibles sobre el mercado de alimentos, la deforestación, las emisiones de CO2, etc. Nos toma de tontos al buscar datos de otros países, de otras materias primas, de otros sistemas productivos, como si fueran equiparables, ni la ciencia ni la honestidad intelectual funcionan así.
Los biocombustibles, las bioenergías, no serán la única solución para nuestras necesidades ambientales, productivas y sociales, pero son un gran primer escalón para una economía biobasada en la que Argentina hoy ya es eficiente, y en la que aún tiene un inmenso potencial.
Es sabido que los cambios son difíciles de aceptar por el establishment, salvo que puedan obtener renta de ellos, por eso, como las energías renovables pueden modificar las relaciones de poder, descentralizando y desconcentrando territorial y económicamente, obviamente serán atacadas e intentarán acapararlas, corporativizarlas en las viejas estructuras, y ahí es donde debe estar nuestra mayor lucha, porque si no, “cambiará todo para que nada cambie”, tendremos nuevas fuentes de energía pero no tendremos un mundo más justo.
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