Alberdi diría que la diplomacia no es asunto de caudillos

Somos un país pequeño y que nada nos hace más daño que guiarnos por pasiones locales de espíritu autárquico o de falta de profesionalismo en la principal figura de la política exterior

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Juan Bautista Alberdi
Juan Bautista Alberdi

Siendo la política exterior materia fundamental en la búsqueda del desarrollo económico, es saludable clarificar ante la sociedad su mandato constitucional, sus criterios y objetivos pero también las condiciones que deben conocer y ejemplificar los liderazgos de nuestra cancillería, por caso, el de turno, el Canciller Felipe Solá.

Nuestros padres fundadores, a través del Artículo 27 de la Constitución Nacional, colocaron como criterio central de la política exterior la defensa del interés nacional y además, nosotros debemos sumar al análisis y comprender, que nuestra conducta o reputación y estabilidad institucional son una Marca País redituable, o no, dependiendo de que no ocurran idas y vueltas, contramarchas, mal entendidos, y hasta crisis, que la afectan irremediablemente.

Por esto, Alberdi consideraba sumamente importante el perfil y la preparación de los funcionarios de la diplomacia nacional: “Lo que son los diplomáticos y cónsules de Sudamérica en Europa. Las legaciones son destinos de ambiciosos o canonjías de caudillejos envejecidos; o favores hechos a fatuos que viven del humo de las cortes. Rara vez son dados a hombres inteligentes y patriotas”. Advertía que “La diplomacia en Sudamérica no es ciencia ni profesión. Debería ser una de las partes más cuidadas de la enseñanza del derecho público”.

Felipe Solá, canciller argentino (EFE/ Juan Ignacio Roncoroni/Archivo)
Felipe Solá, canciller argentino (EFE/ Juan Ignacio Roncoroni/Archivo)

Alberdi entonces, como influenciador principal de la época fundacional, a través de sus obras Bases y el Sistema Rentístico principalmente, marcaba los lineamientos y objetivos centrales de la política exterior, a la que consideraba la llave de riqueza y prosperidad, para vencer el desierto, el atraso material y la pobreza: “El objeto de la política exterior consiste en las reglas, en la legislación, en los actos dirigidos a desarrollar y agrandar más la afluencia de los capitales, de las poblaciones, del comercio, hacia los países nacientes y despoblados de la América del Sur”.

Es decir, que el criterio de interés nacional en política exterior, es el equivalente al principio de supervivencia humana, derrotar el desierto y a la barbarie hace a nuestra supervivencia como nación. La necesidad de dotar al principio de interés nacional de una base económica sólida a través de tratados comerciales, era la única forma de que no se transforme en un compendio de nobles intenciones retóricas.

Nótese que estamos hablando aquí de toda una dinámica que necesita de confianza, respeto, el valor de la palabra, una buena imagen para afianzar las relaciones comerciales. Por esto, Alberdi insiste en dejar bien en claro que: “el sistema económico de la constitución argentina debe buscar su más fuerte garantía de estabilidad y solidez en el sistema económico de su política exterior”.

El fundador de la plataforma de comercio electrónico Mercado Libre, Marcos Galperín (REUTERS/Ginnette Riquelme)
El fundador de la plataforma de comercio electrónico Mercado Libre, Marcos Galperín (REUTERS/Ginnette Riquelme)

Alberdi por ello, advierte el costo de repudiar tratados y no ser previsibles. Para un país pequeño e inestable más cerca del polo sur que de los centros económicos de importancia, desconocer esto, implica quedarse a la intemperie, sin ancla en el mundo, desanclado de la corriente mundial del comercio y la inversión.

La Argentina hoy, salvo el Mercosur, no participa de ningún acuerdo de relevancia. Y el acuerdo con la Unión Europea es repudiado por el gobierno Argentino.

Nuestras exportaciones representan el 14,4% de nuestro PIB. En América Latina y el Caribe ese ratio es de 23%, en los países de la OCDE fue de 28,8% y en los países de ingreso medio (como la Argentina) es del 25%. Junto al Mercosur, tenemos acuerdos comerciales preferenciales con países que solo representan el 10% de la economía mundial, lejos del 50% que exhiben países como Colombia, Perú o México. Chile, para tener el ejemplo contrastante, ha firmado 28 acuerdos comerciales que representan el 87,7% del PIB mundial.

Nuestras exportaciones representan el 14,4% de nuestro PIB. En América Latina y el Caribe ese ratio es de 23%, en los países de la OCDE fue de 28,8% y en los países de ingreso medio (como la Argentina) es del 25 por ciento

La participación de las exportaciones de la Argentina sobre el total de las mundiales languideció fuertemente, en 1950 representaban un 2,26%, en 1973 un 0,64% y en 1990 quedaron relegados a valores cercanos a los actuales, un 0,4%. Hemos estado a espaldas de este fenómeno comercial.

Las inversiones sólo vendrán entonces si nuestros liderazgos y la dirigencia que pertenece al sistema político económico encuentra su ancla de solidez en la lógica de las instituciones del capitalismo avanzado, siendo la única forma de alcanzar una competitividad que nos permita alcanzar mercados eliminando: “el riesgo argentino”.

Para dar un caso ejemplar actual, un caso de riesgo argentino cero hoy es Mercado Libre, para el capitalismo de plataformas en donde el mejor embajador de negocios es Marcos Galperin. Tentados estamos de decir que también resulta en los hechos el mejor canciller y abanderado de una marca país y próximamente una marca regional como es el Mercosur.

Nada nos conviene más que ajustarnos a la ley, el respeto a la palabra, al cumplimiento de los contratos y la defensa de los intereses económicos de nuestros habitantes y los derechos humanitarios

Con ejemplos como los que tenemos a diario de parte del gobierno nacional, el acuerdo Mercosur-Unión Europea (Zona Euro) es una parte de un largo proceso de adaptación que vemos se nos aleja cada vez más. Un futuro acuerdo y entendimiento con la zona del NAFTA debería ser un próximo objetivo a debatir seriamente y así optimizar una relación competitiva, confianza y amistad con parte de nuestros potenciales aliados.

Volver a Alberdi es primordial. Nos permite recordar lineamientos y principios para crecer pero también repasar su experiencia en materia diplomática como gran negociador. El entendió bien que la maximización de las oportunidades y la defensa de nuestros intereses implica comprender que somos un país pequeño y que nada nos hace más daño que guiarnos por pasiones locales de espíritu autárquico o de falta de profesionalismo en la principal figura de la política exterior.

Por nuestro extenso historial negativo, que no siempre fue así, nada nos conviene más que ajustarnos a la ley, el respeto a la palabra, al cumplimiento de los contratos y la defensa de los intereses económicos de nuestros habitantes y los derechos humanitarios.

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