Matías tiene 25 años, camino a convertirse en Biólogo. Como todo universitario avanzado, intenta construir una diagonal que una puntos entre todo lo estudiado y aprendido. Hay un espacio laboral por descubrir y construir. Sueña, con algo de ansiedad, desplegar sus capacidades en proyectos que hagan sentido con sus ideales y propósitos. La biología, cruzada cada vez más por la tecnología, ofrece un presente apasionante y un futuro lleno de innovaciones útiles para mejorar la vida de las personas y el Planeta.
Fernanda tiene 29 años y es enfermera. Desde muy pequeña, sintió vocación por el cuidado y la atención de personas. Expuesta al máximo en tiempos de pandemia, hace frente estoicamente a jornadas extenuantes de trabajo, llenas de incertidumbre y dominadas por procesos desbordados. No hay lugar para la queja, cree que este fenómeno tan doloroso puede ser una palanca para desplegar mejores oportunidades de desempeño a futuro. Desea progresar, siente que su trabajo agrega mucho valor a la sociedad y tiene expectativas de que la innovación pública y privada puedan originar futuros promisorios para los trabajos en servicios de salud.
Ezequiel tiene 34, secundario completo y, aunque lo deseaba mucho, sus condiciones económicas le impidieron sostener los estudios universitarios de Diseño Industrial. Bueno para la venta y las relaciones públicas, ha tenido diversos trabajos tanto en relación de dependencia como en la informalidad. Hoy, mientras vende purificadores de agua de forma independiente, dedica horas en su casa a desarrollar destrezas en el mundo de las bicicletas. Allí convergen nuevos diseños, tecnologías y técnicas de reparación a partir de la explosión de la movilidad ágil y sustentable que se vive en el mundo. Sueña con su propio taller de servicios para las personas que día a día se suman al hábito de la bici como principal medio de transporte y actividad deportiva.
Tres vidas, tres trayectos, tres desafíos. De los miles que usualmente sólo se reflejan en estadísticas y promedios siempre parciales y limitados. Al mismo tiempo, tres postales de historias personales en tránsito que evidencian la complejidad de cada caso y alimentan la sana tendencia a poner cada vez más a las personas en el centro de los sistemas, políticas y estrategias públicos y privados. Poner a las personas en el centro no es de izquierda ni de derecha. Es patrimonio de las miradas conscientes y desprejuiciadas acerca de la capacidad humana de transformación para generar bienestar individual y colectivo, sin renegar de las tecnologías ni esperar pasivamente sus despliegues.
¿Qué tienen en común realidades tan distintas como las de Matías, Fernanda y Ezequiel? Sin saberlo quizás, intentan sobrevivir y progresar en tres grandes espacios que son claves para la configuración de lo que hoy se debate como el futuro del trabajo. Biología y especialmente biotecnología; cuidado y atención de personas en la creciente diversidad de las ciencias de la salud y bicicletas como medio de movilidad y repertorio enorme de actividades humanas asociadas a ello, son tres espacios de actividad que configuran una muestra muy representativa de la dinámica de transformación del trabajo humano con tres motores en marcha:
1- Las actividades y disciplinas más vinculadas a la innovación científica y tecnológica en todos los sectores de la economía. Hablamos de espacios de fuerte impacto, donde nuevos artefactos y sistemas muestran capacidad de resolver problemas, crear nuevas empresas y perfilar nuevas habilidades humanas en danza con las tecnologías. En software, diseño, alimentos, construcción, seguridad, educación, ciencia de datos, robótica, cuidado ambiental, etc. Es el terreno de lo que se conoce como la economía del conocimiento. Aquí florecen los llamados “superjobs”, trabajos de alta competencia técnica, generosas remuneraciones y fluida intersección con las tecnologías que se apropian de tareas donde encuentran ventajas frente a la condición humana. Aquí está Matías y su alto potencial con las nuevas aplicaciones de la biología.
2- Las actividades más tradicionales que una sociedad requiere y demanda, muchas de ellas consideradas “esenciales” en pandemia y que previo a ella venían mostrando señales preocupantes en el mundo: bajo o nulo crecimiento salarial, achicamiento ante el influjo de la automatización tecnológica y migración de muchas personas a trabajos independientes más significativos. Hay aquí un mundo por recrear: siempre habrá personas dedicadas a limpiar, reparar, atender, vender, cuidar, monitorear, etc., pero sus tareas también estarán combinadas con tecnologías digitales y crecen las expectativas de que puedan subirse al tren de las mejoras en productividad y remuneraciones. Modelos innovadores, públicos y privados, pueden rescatar a estos trabajos de las arenas del estancamiento y proyectarlos al futuro bajo renovadas condiciones de desempeño. Aquí se encuentra Fernanda y su elección por la enfermería como puente de dignidad y progreso.
3- El amplio universo del trabajo independiente y flexible. Ese que más afín parece ser a un futuro de alta velocidad de cambio, organizaciones con menos empleados directos y miles de nuevas oportunidades en materia de producción y servicios de pequeña escala (impresión 3D, software accesible, marketing digital, plataformas, etc). Esta categoría de trabajo humano seguirá en sostenida expansión en los próximos años, en todos los formatos que contiene: oficios, trabajadores freelance, profesionales, prestadores de plataformas, nuevos cuentapropismos y variantes de la economía social y popular. El desafío es comprenderlos, promoverlos y protegerlos para así convertirlos en fuentes de oportunidades para millones de personas evitando situaciones de precariado. Aquí está Ezequiel y su inclinación hacia los servicios de reparación de bicis, en el taller de su casa o en la Pyme que logre formar si se lo propone.
No podemos abordar la agenda del futuro del trabajo con demagogia. El trabajo masivo, asalariado y estable del Siglo XX no volverá. Una problemática compleja no se resuelve con soluciones simples. Casos como los de Matías, Fernanda y Ezequiel solo pueden multiplicarse por miles en pocos años si generamos diagnósticos compartidos, incentivos adecuados y políticas basadas en evidencias. Enfocándonos en estos tres ámbitos, al mismo tiempo y con similar intensidad, podemos diseñar escenarios positivos para el futuro global del trabajo humano. Hacerlo de forma aislada, espasmódica o desequilibrada sólo profundizará las asimetrías que alejan a las mayorías de los beneficios del progreso tecnológico y la innovación humana en general, que han sacado nuestra civilización desde orígenes tan precarios y tienen el potencial para afrontar con éxito los desafíos colectivos del Siglo XXI.
Vivimos una difícil transición, agravada por la pandemia, hacia una nueva etapa de progreso colectivo. Necesitamos una lógica de revolución para acelerar los trabajos del futuro. Sólo un cambio radical y veloz de nuestra concepción y proyección del trabajo humano en la era digital, permitirá diseñar e implementar estrategias ganadoras en todos los niveles, alejarnos del peligroso fenómeno de sociedades duales y habilitar combinaciones más armónicas e inclusivas de tecnología y humanidad.
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