San Martín, el gran argentino que estuvo a punto de ser uruguayo

Su padre administraba una estancia en la entonces Banda Oriental, donde ya habían nacido tres hermanos suyos

El más célebre de los argentinos, el general José de San Martín, estuvo a punto de ser uruguayo.

Como Artigas, el máximo héroe uruguayo, que nació catorce años antes que él (1764) en ese territorio que entonces también integraba el Virreinato del Río de la Plata.

Sucedió que su padre administraba una estancia en la entonces Banda Oriental, donde ya habían nacido tres hermanos suyos, y de no haber mediado su traslado a Yapeyú por orden del gobernador Vértiz él también habría nacido al otro lado del Río de la Plata.

Recordé dicha circunstancia cuando el pasado 4 de diciembre en la pequeña localidad española de Cervatos de la Cueza con gran unción se recordó el 224 aniversario del fallecimiento de su hijo más dilecto: un capitán llamado Juan de San Martín.

Dicho oficial quedó en la memoria y en la historia de ese pintoresco pueblo de la provincia de Palencia (comunidad autónoma de Castilla y León) no sólo por los servicios que prestó a la corona española en América del Sur sino (más que nada) por haber sido el padre de un genio militar que liberó tres países en ésta parte del continente.

El referido capitán llegó a Buenos Aires cuando tenía 36 años, en 1764. Tres años después, en 1767, fue enviado a la entonces Banda Oriental a administrar una vasta estancia y la Real Calera de las Vacas, ubicadas en la actual ciudad de Carmelo.

La inmensa hacienda y la fábrica de cal eran propiedades que ese mismo año se les había quitado a los jesuitas.

En ese lugar nacieron los primeros tres hermanos del futuro máximo prócer argentino: María Elena (1771), Manuel Tadeo (1772) y Juan Fermín Rafael (1774).

El 13 de diciembre de 1774, Vertiz designó al capitán San Martín “teniente gobernador” de la antigua reducción jesuítica Nuestra Señora de los Santos Reyes de Yapeyú (hoy Yapeyú), ubicada a 390 kilómetros de la capital de Corrientes.

Allí, en 1776, el matrimonio San Martín-Matorras tuvo a su tercer hijo varón, Justo Rufino.

Finalmente, en ese mismo paraje, en 1778 “vino al mundo quien sería mensajero armado del destino para sellar la gloria de la patria y de América con inmarcesible laurel de libertad”.

Así definió al futuro General José de San Martín un escritor llamado Leoncio Gianello.

¿Hasta qué punto habría cambiado el curso de la historia si el gobernador Vértiz no hubiera decidido trasladar al capitán San Martín de la Banda Oriental a Yapeyú?.

Como mínimo, hasta hoy los hermanos uruguayos estarían reclamando su “propiedad”.

Dominicos de pura cepa

No hay dudas, dicen los historiadores, de que tanto en la Banda Oriental como en Yapeyú el capitán San Martín descolló como administrador de los intereses coloniales.

Pero no es tan difundido el fervor católico del matrimonio y la íntima relación que ambos siempre tuvieron con los dominicos.

Inclusive, ya de regreso a Buenos Aires los dos se incorporaron a la Venerable Orden Tercera de Penitencia de Santo Domingo, que admitía a sacerdotes seculares y laicos por igual.

Allí estaban también gente como Domingo Belgrano (padre del futuro general Manuel Belgrano) y Juan Martín de Pueyrredón, padre del futuro prócer Juan Martín de Pueyrredón.

El 8 de abril de 1781, ingresaron oficialmente a la cofradía dominicana de los hermanos terceros del convento San Pedro González Telmo, para lo cual tuvieron que pagar al hermano vicario Tomás José Pizarro la suma de 2,50 pesos cada uno.

Tenían que pagar otros tres pesos más cada uno por las “velas de profesión”, pago que tenían que efectivizar ante el hermano vicario Francisco de Castañón. Pero como no contaban con ese dinero (no eran unos adinerados) recién lo pudieron hacer el 26 de mayo de ese mismo año.

Durante los tres años que siguieron viviendo en Buenos Aires antes de regresar definitivamente a España, fueron activos miembros laicos de la orden de los dominicos. Entre 1872 a 1873, el capitán San Martín integró la comisión directiva y firmaba las actas.

En 1783 decidieron regresar a su patria y se les dio “patente para España”, que les posibilitaba ingresar en cualquier hermandad de ese tipo que hubiera en la península.

Ya en España, el 8 de marzo de 1785 el matrimonio firmó un testamento donde pedían que cuando muriesen fuesen amortajados “con el hábito de nuestro padre Santo Domingo de Guzmán”.

Sin embargo, cuando el 4 de diciembre de 1796 Juan de San Martín murió en Málaga, por alguna razón no se dio cumplimiento a su deseo de ser enterrado con el hábito dominicano. Lo sepultaron con su vistoso uniforme de capitán de brigada.

Su viuda, Gregoria Matorras, el 10 de julio de 1803 firmó en Madrid otro testamento disponiendo que su cadáver “sea amortajado con el hábito de mi padre Santo Domingo”.

En el caso de ella, cuando murió el 28 de mayo de 1813, su pedido sí fue cumplimentado.

La vistieron con el hábito dominicano y la enterraron en la iglesia de la Orden, en Orense. Allí se quedó hasta que en 1947 sus restos y los de su esposo fueron traídos a la Argentina.

Ambos descansan ahora en el Cementerio de La Recoleta, Buenos Aires, junto a la tumba de Remedios de Escalada de San Martín.

La casa de Cervatos de la Cueza donde naciera el capitán Juan de San Martín es actualmente un museo dedicado a exaltar las raíces castellanas del libertador de Argentina, Chile y Perú.

Quien lo visite observará en frente un escudo que reza, con singular orgullo: “De azores castellanas nació el cóndor que sobrevoló los Andes”.

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