Liderazgo: la revolución está en nosotros

Poner en el centro a personas con el corazón encendido, empoderadas y con sentido de pertenencia ayuda a multiplicar resultados. Empresas y organizaciones han multiplicado su valor entendiendo mejor a sus equipos

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Nueva normalidad, el fin de la historia, sociedades liquidas, se acabó el capitalismo, todo cambió, nada cambió, lo mismo de siempre pero más pobres, revolución, contra revolución, liderazgo, no liderazgo, ¿liderazgo? A pesar de las promesas, análisis y sentencias sobre revoluciones copernicanas, digito-algorítmicas, nuestras preguntas siguen siendo las mismas que hace más de 5000 años, ¿Qué pasó, qué me/nos pasa y qué pasará?

Sobre el pasado habrá disputa por escribir la historia triunfante, sobre el futuro habrá especulación y planificación, y sobre el presente nos queda la acción. ¿La acción presente se guía por la planificación pasada? En líneas generales sí, pero en el medio existe algo llamado realidad.

Desesperados, salimos a buscar fórmulas, recetas, algoritmos, básicamente previsibilidad. Buscamos manuales, seminarios, gurúes, los flamantes 10 mandamientos de la nueva normalidad y miles y miles de caracteres que buscan, cuál ansiolíticos, llevarnos algo de tranquilidad. Pero como las pastillas, éstas no resuelven los problemas, a lo sumo limitan sus efectos emocionales.

El Covid-19 aceleró y puso en alerta el agotamiento del sistema y reclama una revolución para volver al individuo e indagar sobre sus motivaciones y propósitos

Hasta hoy, las burocracias fueron el gran sistema social que trabajó como ingeniería ansiolítica. Regularidad, constancia, previsibilidad, dando como resultado la búsqueda de personas regulares, constantes y previsibles. Digámoslo así, la sociedad industrial. Esa sociedad creó la ilusión del “control” de todas las variables. Pero al mismo tiempo surgió la necesidad de diferenciación y nos invitaron a pensar por afuera de la caja. Ahora, todo es innovación. ¿Y porqué esto fue así? Porque los sistemas que hacen enormes esfuerzos por ser siempre iguales, previsibles, regulares terminan desapareciendo. La inestabilidad, la incertidumbre y como principal respuesta la rápida capacidad de adaptación son la garantía de la supervivencia. Caso contrario, un cambio minúsculo, microscópico puede poner en riesgo todo el sistema: hoy lo llamamos Covid-19. Puede que mañana sea otro.

El mundo pide a gritos que hackeemos ese sistema que llamamos burocracia y que estaba diseñado para entornos constantes: hoy debemos amigarnos con el caos y proponer un sistema centrado en la persona y en la incertidumbre como constantes, hasta tanto una vacuna nos permita hacer lo de siempre. ¿O será que esta vez cambiaremos?. Abundantes ejemplos confirman el impacto de nuevas formas de organización que ponderan al individuo, desde movimientos de auto convocados a empresas altamente exitosas.

Esa estabilidad y previsibilidad del sistema que conocimos y que nos trajeron hasta acá, tuvieron un efecto colateral profundamente dañino: hacernos creer que teníamos derecho a un crecimiento infinito en un mundo finito. Las empresas, la política, en el mundo y en Argentina, se anotaron en la carrera para prometer cada día “más” y “mejor”: una carrera donde todos se sienten acreedores de promesas incumplidas, a los que el sistema les debe algo.

El mundo pide a gritos que hackeemos ese sistema que llamamos burocracia y que estaba diseñado para entornos constantes: hoy debemos amigarnos con el caos y proponer un sistema centrado en la persona

El Covid-19 aceleró y puso en alerta el agotamiento del sistema y reclama una revolución para volver al individuo e indagar sobre sus motivaciones y propósitos. Un planteo de madurez individual y colectivo, donde nos llamemos a hacernos cargo, cada uno, de nuestras expectativas. Un llamado a un genuino empoderamiento de sí. A volver a valores como el trabajo, el esfuerzo, el diálogo, la confianza que se gana y no se impone.

Un llamado a poner a las personas en el centro, con nuevos liderazgos, y no un liderazgo sino miles de liderazgos. Personas con el corazón encendido con sentido de propósito, sentido de pertenencia, orgullo, empoderadas; y está probado que este enfoque multiplica resultados. Lejos de la suma cero, es un juego donde todos ganan: hay miles de empresas y organizaciones que han multiplicado su valor entendiendo mejor a sus equipos, cuidándolos, generando confianza, empatía, la reflexión y curiosidad.

Hoy no estamos en la Era Digital o de las Telecomunicaciones. Estamos en plena Era de las Personas, que ha llegado para quedarse. Se trata, pues, de nosotros mismos la revolución que viene. ¿Quién soy? ¿Qué cambio quiero lograr en el mundo?

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