“Big data” del mar: las huellas de los buques en la nube

La vigilancia estratégica de los espacios marítimos se extiende al ciberespacio

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Poteros pescando en el Área Adyacente Argentina reflejan su incesante actividad en la nube. (Foto Armada Argentina)
Poteros pescando en el Área Adyacente Argentina reflejan su incesante actividad en la nube. (Foto Armada Argentina)

La estela de un buque es la espuma que provocan las hélices o el casco al desplazarse. Es la huella que dejan a su paso. Es un fenómeno tan bello como fugaz. En minutos, esa blancura que es una traza de la voluntad de una persona, desaparece para siempre. Durante milenios, el ser humano se benefició de esta idea para sacarle al mar la ventaja del anonimato, de la distancia, de la soledad y de la falta de testigos. Pero ahora, cada vez más, hay caminos en la mar.

El “big data” del mar es la huella que deja la actividad marina del ser humano en “la nube”. Estas palabras código de moda o “buzzwords” describen uno de los fenómenos tecnológicos y económicos más importantes de la última década. La incorporación de prácticamente toda actividad humana económicamente relevante a plataformas de tecnología de la información (TI), genera registros constantes de los procesos que cada vez más, se “guardan” en bases de datos alojadas en Internet o Intranets. Esta infoesfera creciente es, cada vez más, un espejo de la actividad de la humanidad. Es pública y privada, abierta o encriptada, accesible u oculta, pero en la nube. Su valor es imponderable: los gigantes unicornios económicos del mundo de hoy han generado su valor de mercado regalando espacio de almacenamiento, sistemas de mensajería, o de correo electrónico con la finalidad de hacerse de una porción de ese “big data” para ponerlo en valor a través de la identificaciones de patrones de comportamiento o de preferencias que luego sirven para promocionar bienes, servicios, productos o ideas y, más recientemente, para diseñarlos. En síntesis, la analítica del “big data” es una base de altísimo valor para todo proceso decisorio.

La actividad marítima, no es una excepción a esta tendencia. Dispositivos diversos para informar la posición de los buques generan terabytes por segundo de información que sube a la nube. El AIS (Automatic Identification System), pensado en su origen para evitar colisiones, consta de un dispositivo a bordo que transmite, modulada en una señal de radio, la posición, rumbo, velocidad, e identificación de cada buque en forma continua. Esta señal puede recibirse en otros buques y permite la detección antes que el radar o la visual, lo cual contribuye a la seguridad náutica de un modo determinante. Las cifras de accidentes entre buques disminuyeron de forma drástica a partir de la irrupción del AIS. Estas señales tienen alcance hasta el horizonte, como las de radio FM, pero con la irrupción de una constelación de satélites con capacidad AIS, prácticamente no existe un rincón “oscuro” la tierra. La visualización georreferenciada de los buques en el mar es simple y produce imágenes impresionantes de la huella del ser humano en el mar. El sitio www.marinetraffic.com es el canal más conocido del dominio público de esta nube.

Otros dispositivos y sistemas permiten ver buques en el mar por medio de aplicaciones vinculadas a Internet. El LRIT (Long Range Identification and Tracking), los sistemas de control de tráfico (TMS: Traffic Monitoring System) y la actividad marítima (VMS: Vessel Monitoring System) y los sistemas de control de puertos son algunos ejemplos. La visibilidad de la actividad humana en el mar es impresionante. Sin embargo, todos estos sistemas tienen una tecla “on - off”. En efecto, el capitán del barco, tiene la potestad de hacer su buque visible o no. O sea, la acción de un buque puede ser cooperativa o no cooperativa con el bien común.

La visualización del “big data” azul en tiempo real impresiona. (Foto: Marinetraffic ©)
La visualización del “big data” azul en tiempo real impresiona. (Foto: Marinetraffic ©)

La diligencia debida y el uso responsable del mar

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico es una agrupación de países que construye consensos para la formulación de políticas públicas de modo que cuando sus miembros (u otros países) los adopten, sus políticas serán más efectivas y armonizables con las del resto. Tales consensos son referencias de alto valor por el conocimiento y por la articulación de intereses implícitos en ellos. En este campo, surge el concepto de “diligencia debida”, esto es hacer lo correcto e implica un uso responsable de las libertades que concede el orden internacional. Significa que, en cada paso de las cadenas de valor, los procesos decisorios y la acción cumplen el marco normativo y ponen en práctica principios éticos para proteger a las personas, el medio ambiente, la sustentabilidad y, en síntesis, el bien común. La transparencia cobra así una relevancia notable como indicador de la diligencia debida. Si no hago algo mal, no tengo nada que ocultar.

Las organizaciones internacionales construyen referencias centrales para la diligencia debida. En el caso del mar, por ejemplo, la Organización Marítima Internacional y la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO). La primera, entre otros aspectos, para la protección del medio ambiente marino frente a la polución de buques y la segunda en relación con el uso sustentable de los recursos naturales renovables del mar que sirven de alimento. Ambos apoyan sus recomendaciones en el marco establecido por la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR), conocida como la Constitución del Mar.

La pesca ilegal, no regulada y no declarada constituye un daño cierto, actual y, sobre todo futuro a la humanidad. Para la FAO, el 75% de las especies marinas están amenazadas. Si los niveles de sobrepesca se mantienen, para 2050 habrán desaparecido gran parte de las especies que hoy se consumen como alimento. En ese contexto, la intensidad de la captura es un indicador de la sustentabilidad. El “transhipping”, esto es el trasbordo de captura en alta mar, la sobrepesca y el descarte, encabezan la lista de preocupación de la comunidad internacional respecto al mar. La falta de reglas crea espacios para muchos delitos, comportamientos oportunistas o irresponsables y, en general, faltas a la diligencia debida. Otras actividades como el tráfico de drogas y de personas, el trabajo esclavo, la piratería o el contrabando, violan la ley y traicionan la libertad de navegación consagrada como un bien de la humanidad por la CONVEMAR. El triángulo de la inseguridad se pone en acción: la motivación de un beneficio, la ausencia de custodia y la oportunidad. Estos comportamientos necesitan opacidad para esconderse en la oscuridad del mar. La mano negra aprieta el botón del AIS para apagarlo y con la señal que desaparece, se esfuma la transparencia. El flujo de datos hacia la nube, se interrumpe. El análisis del big data revela una anomalía que implica que algo está mal. La suma de anomalías indica un patrón de comportamiento oscuro.

La preocupación por la falta de diligencia debida en el uso del mar ha generado iniciativas gubernamentales, de la industria y del tercer sector para combatirla. El Plan de Acción para Prevenir y Desalentar la Pesca Ilegal, no Declarada y no Regulada de la FAO es el ejemplo más notorio de la comunidad internacional. Google es una de las empresas más poderosas del mundo por su despliegue de infraestructura, plataformas y aplicaciones en la nube. Junto a Oceana y Skytruth, dos ONG’s dedicadas al fortalecimiento de la transparencia en el uso de la biosfera, y el decidido apoyo financiero de la fundación Leonardo di Caprio, crearon en 2016 Global Fishing Watch. Global Fishing Watch tiene por finalidad proveer a las sociedades, a la industria, al periodismo y a los gobiernos acceso a la nube de datos generados por la actividad pesquera con la finalidad de luchar contra la depredación y la destrucción de ecosistemas. Las capacidades asombrosas de Google para transformar datos en información y conocimiento están disponibles al público a través de una plataforma tan asombrosa como relevante para el futuro. La herramienta principal es un mapa interactivo en el que puede visualizarse la información integrada de más de 200.000 barcos pesqueros y buques nodriza luego de complejos procesos de captura y de analítica de datos que incluyen pasos de inteligencia artificial (www.globalfishingwatch.com).

Este recurso tecnológico contribuye a detectar anomalías, descubrir patrones de comportamiento, ponderar esfuerzos de captura e identificar zonas calientes de depredación pesquera o trasbordos. Otras ONG´s y empresas proveen servicios similares. Cada vez más, los gobiernos disponen de recursos para entender qué pasa en el mar. Pero es la estrategia la que alinea los recursos con los fines. Datos, información y conocimiento son el insumo para la acción. Sin una estrategia, la acción es errática, discontinua y débil.

El mapa interactivo de Global Fishing Watch permite filtrar el creciente big data oceánico. (Foto: www.globalfishingwatch.org)
El mapa interactivo de Global Fishing Watch permite filtrar el creciente big data oceánico. (Foto: www.globalfishingwatch.org)

La vigilancia estratégica en “la nube”

Los recursos del mar, energía, alimentos, minerales y biodiversidad son un interés vital de la nación. La acción del Estado en el mar debe garantizar el acceso presente y futuro a esos recursos tanto en los espacios de jurisdicción como en los de interés. Los primeros son aquellos en los cuales los derechos soberanos que concede la CONVEMAR se pueden ejercer sin restricción alguna como en la Zona Económica Exclusiva o la Plataforma Continental en las zonas no controversiales por el conflicto de Malvinas. En los espacios de interés, el ejercicio de tales derechos o no es exclusivo, como en el caso del Area Adyacente a la ZEE, o está condicionado por tratados como en el caso de la Antártida o por conflictos como el caso de Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y sus espacios circundantes. En cada uno de tales espacios, se genera un escenario distinto que requiere un abordaje distinto. En esta frontera marítima abierta, más de 50 estados ejercen sus derechos al uso del mar. En muchos casos, de un modo que genera un riesgo a la sustentabilidad. Hay allí una amenaza de comportamientos que no guardan la diligencia debida, que afectan de uno u otro modo nuestros intereses. El primer paso para actuar es conocer. El primer paso para defender nuestros intereses en esos espacios es la vigilancia.

La vigilancia es la observación sistemática de espacios marítimos jurisdiccionales y de interés con dos finalidades. La primera es la detección de anomalías para el ejercicio del control. La captura de un buque extranjero pescando en la ZEE es el ejemplo más común de la dinámica de vigilancia y control. La segunda finalidad es la vigilancia estratégica que, más allá de la cuestión policial, busca indicios, patrones de comportamiento y esquemas de construcción o ejercicio de poder de estados y empresas que pudieran afectar intereses nacionales hoy o en el futuro. La vigilancia física con buques o aviones de patrulla es imprescindible e imperiosa porque genera disuasión y porque provee detecciones que se correlacionan con los proporcionados por los sistemas de monitoreo de buques (VMS), lo cual permite descubrir anomalías: alguien que quiere ocultar algo, alguien que apagó el AIS. No se trata sólo de saber la identidad de un barco o que está en un lugar determinado sino mucho más. Se trata de conocer si no tiene “buques mellizos”, cuál es la lógica de fines y medios que sostiene su presencia, de qué puerto viene, a qué puerto va, qué patrones de comportamiento tiene, con qué buques hizo trasbordos, en qué puertos descargan esos buques, cuál es la traza comercial de las capturas… La inspección física necesita antecedentes y genera descubrimientos que van a la nube.

El Patrullero ARA “BOUCHARD” a punto de inspeccionar un pesquero chino: el big data toca el fierro. (Foto: Armada Argentina)
El Patrullero ARA “BOUCHARD” a punto de inspeccionar un pesquero chino: el big data toca el fierro. (Foto: Armada Argentina)

Toda esta información es capturada en una infoesfera que crece a un ritmo de cientos de terabytes por segundo. Es imposible para el ser humano compilar y luego explotar semejante cantidad de datos. Es un “big data” inconmensurable. La ciencia de datos es uno de los campos de conocimiento más dinámicos y sorprendentes de la última década. En la práctica, la “analítica de datos” es el proceso de exprimir los datos para transformarlos en información, conocimiento e inteligencia. Su uso en el diseño y evaluación de políticas públicas es una responsabilidad cada día más imperiosa.

Así como en el campo de lo tangible el Estado debe desarrollar capacidades de vigilancia física de los espacios marítimos con buques, aviones y acceso a información satelital, en el campo de lo intangible es imprescindible desarrollar capacidades de exploración del “big data” azul. Estas capacidades de analítica de datos no se compran llave en mano. Las personas necesitan competencias, los equipos de trabajo necesitan protocolos y los sistemas necesitan músculo informático. Es necesario entonces desarrollar planes estratégicos de corto, mediano y largo plazo y sobre todo procesos de aprendizaje institucional y trabajo interagencial: una gobernanza colaborativa. Aquí cabe la pregunta: ¿Seremos capaces de hacerlo? El sentido del propósito y de la urgencia nos obligan.

La explotación analítica del “big data” del mar, sirve a los tres ejes de la estrategia marítima de un estado: conocer, usar, proteger. El conocimiento científico cuantitativo de la actividad del ser humano en el mar permite ponderar su impacto en términos de las consecuencias. La analítica de datos de esa actividad contribuye, asimismo, al diseño y evaluación de políticas públicas orientadas a maximizar la contribución del uso del mar al desarrollo económico. Finalmente, la vigilancia estratégica en la nube, objeto de este trabajo, es una plataforma más que relevante para la protección de la vida y de los intereses nacionales en el mar. Cuando el Estado la ejerce y la visibiliza, manda un mensaje que contribuye a fortalecer la diligencia debida de quienes operan en, hacia y desde el mar.

El producto de la vigilancia estratégica en el mar y en “la nube” genera datos, información, conocimiento e inteligencia que sirve para para fortalecer las posiciones del país que la diplomacia defiende en agendas bilaterales y multilaterales. Es impensable la vigilancia del mar sin una capacidad de gestionar ese mar de datos en el cual se ocultan las huellas de los actores de cada escenario que la estrategia debe resolver. El conflicto por los recursos ya se instaló en el ciberespacio constituido por el “big data”.

* El autor es Contralmirante (R) de la Armada Argentina, Magíster en Investigación Operativa de la Escuela Naval de Posgrado de Monterey (EEUU), Magíster en Estrategia y Seguridad Global de la Universidad de Roma - La Sapienza (Italia), profesor en las Universidades del CEMA y del Salvador, miembro del Consejo de Administración del Instituto Tecnológico de Buenos Aires y consultor independiente en temas de defensa y seguridad.

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