A cinco años del Acuerdo de París: sin margen para falsas promesas

Este sábado 12 de diciembre se cumplen cinco años desde que se logró el histórico tratado entre 195 países para limitar el avance del calentamiento global. Sin embargo, nos dirigimos a un mundo dos veces más caliente del estipulado en sus objetivos

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La década 2020-2030 es la más decisiva de la historia para actuar frente al cambio climático. Hace ya tres décadas la comunidad científica advierte respecto a las terribles consecuencias que tiene nuestra manera de relacionarnos con la naturaleza. Por eso, hace 5 años el mundo se comprometió en el Acuerdo de París a limitar el calentamiento global bien por debajo de los 2°C y hacer esfuerzos para no superar los 1,5°C sobre los niveles pre-industriales. Sin embargo, hoy nos dirigimos a un aumento de temperatura de 3 a 5°C.

Hablar de números puede sonar un tanto lejano y abstracto. ¿Cuál es la diferencia entre un mundo de 1,5, 2, 3 o 5°C? Cuando pensamos en cambio climático, no es cuestión de “un poco más de calor”, sino de concebir al Planeta como un complejo sistema en equilibrio, similar al de un cuerpo humano. Si la temperatura se altera, el Planeta está “enfermo”, tiene fiebre. En un Planeta con fiebre, sube el nivel del mar al punto de dejar países enteros bajo el agua, es cada vez más difícil producir alimentos, las sequías, inundaciones e incendios son más frecuentes e intensas, y los ecosistemas que nos mantienen con vida se alteran, generando una pérdida masiva de biodiversidad que puede causar nuevas pandemias.

Actualmente, con un calentamiento de 1,2°C, la crisis climática ya está entre nosotros y se hace sentir: casi un millón de hectáreas incendiadas en nuestro país y 5 millones en Brasil, una temporada récord de huracanes en el Atlántico, 10 millones de personas desplazadas en África y Asia por lluvias históricas, y 9 millones de muertes al año por la polución del aire y el agua.

En Argentina, somos especialmente vulnerables al cambio climático. En primer lugar, porque sus consecuencias profundizan las brechas de desigualdad social y agravan las situaciones de pobreza. En segundo lugar, porque nuestra economía, y particularmente el sector agrícola, depende mucho del clima. Así la crisis climática viene a empeorar todas las problemáticas que nos preocupan hoy: pobreza, inflación, escasez de dólares, desigualdad, y la lista sigue. Frente a esto, resulta urgente incorporar la dimensión ambiental como eje central en la agenda de planificación y políticas públicas y construir amplios consensos interpartidarios que trasciendan a los cambios de gobierno en lo que es, en definitiva, un asunto de derechos humanos.

La crisis climática supone una corrida contra el tiempo y lo que hace 5 años fue un evento histórico de cooperación internacional como el Acuerdo de París, hoy está fracasando en su objetivo. Lo que no se haga en estos años, las generaciones venideras no podrán revertir. Existen motivos para ser optimistas, como el triunfo de Biden en Estados Unidos, el compromiso de gigantes asiáticos como China, Japón y Corea del Sur a la carbono neutralidad, y la creciente presión en las calles del movimiento climático juvenil. Lo que es seguro, es que la situación es de emergencia y no hay más lugar para falsas promesas: es nuestra responsabilidad informarnos y exigir acción.

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