“No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, reza uno de los refranes más famosos que de niñas o niños hemos escuchado, seguramente en reiteradas oportunidades. Esta idea da cuenta de la necesidad de organizar el tiempo de tal forma que aquellas cosas que resultan importantes de atender puedan ser concretadas sin que se dilaten en el tiempo.
Sin dudas, las juventudes son uno de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad y quienes, en mayor medida, se han visto afectadas con la irrupción de la pandemia. Las dificultades para acceder al primer empleo o al empleo en general, la precarización laboral imperante, la pobreza, las condiciones de desigualdad que atraviesan, los problemas para llegar al sistema de salud o para terminar los niveles educativos básicos, incluso las presiones y expectativas que la sociedad misma deja caer sobre nosotros, hacen que sobrevivir cada día sea una tarea realmente complicada.
Durante cuatro años, los y las jóvenes argentinas quedamos en el olvido. El programa de Becas Progresar, exitoso desde 2014, a partir de la llegada del gobierno de Mauricio Macri perdió fuerzas, fue desfinanciado, se modificaron sus prioridades y las más afectadas fueron aquellas juventudes que de repente vieron caduco el beneficio o intentaron incorporarse y no lo pudieron hacer porque se redujeron los presupuestos para tal fin. Además, dejó de abordarse de manera federal.
Por otro lado, el Consejo Federal de Juventudes no se reunió ni una sola vez durante la gestión anterior, donde se podrían haber planteado esta y otras problemáticas de quienes viven en puntos tan dispares de nuestro país, con realidades y necesidades tan disímiles.
Desde el Senado de la Nación venimos peleando hace tiempo para que se cree una Comisión de Juventudes que nos permita darle voz a las juventudes argentinas, prestarle atención a sus necesidades, sueños y deseos, entendiendo que resultan parte de un entramado clave para el desarrollo nacional. Es fundamental pensar espacios de debate y discusión de ideas, donde los y las jóvenes sean protagonistas, ya que serán quienes conduzcan los destinos de nuestro país en el futuro cercano.
Y también, luchamos por una Ley Nacional e Integral de Juventudes que establezca y amplíe sus derechos y fije los lineamientos de políticas públicas que el Estado debe abordar para garantizarlos. Se trata de un marco normativo integral que trascienda gobiernos y otorgue un presupuesto mínimo a los organismos encargados de diseñar e implementar estas políticas para que las juventudes no queden en el olvido.
Nos queda muchísimo camino por recorrer y los sueños son cada vez más grandes. Contamos con un Estado nacional presente que ha hecho incontables esfuerzos para cuidarnos y abrirnos espacios, y sabemos que el próximo año nos acompañará en este deseo de tener una Ley Nacional de Juventudes inclusiva, integral y federal que contenga a la diversidad de jóvenes argentinos; una lucha que hoy se ha convertido en una necesidad.
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