“Guerra sin cuartel”, el libro de ficción de Patricia Bullrich que acude al imaginario fantástico para relatar la lucha contra el Narcotráfico.
Editado por Sudamericana, la autora, relata una guerra sin cuartel contra las mafias que adoleció de tiros, y desbordó de droga “enfriada”.
Mafias desgastadas por nombrarlas, no por combatirlas.
Haber reconocido la consagración del Narcotráfico en el país fue tal vez el dato más relevante de su gestión. Sin embargo, el estadio en el que se encontraba el delito al momento de asumir, no fue abordado como correspondía. Una característica que unificó a todos los ministerios de seguridad de los últimos 30 años.
La reactividad, fue su línea de conducción.
La incautación, la estrategia de base y única.
Es que la “guerra sin cuartel” que Bullrich describe en su libro pertenece, en líneas generales, a su imaginario. Tal vez, a su trunco pero lícito deseo.
Un ministerio teórico como el narcotráfico prefiere. Un ministerio, en su mayoría, de boys formados académicamente y otros volcados a la aventura intelectual de Wikipedia y Rincón del Vago.
Un diario íntimo de pre adolescente convertido en libro de cuasi ficción para contar, como es debido, lo que se quiere y no lo que se debe. Un libro que hace que se respete más a Sabina pero no porque sea mejor que Patricia, sino porque aún no llegó su momento de exponer el romanticismo con el que vive la actividad delictiva en su gestión ministerial de cancionero de colegio secundario.
Imaginario de antología
El capítulo “La Reconquista de las Fronteras”, es un vergel acomodaticio de acciones y calamitosas omisiones.
La jactancia por la mediocridad como poema territorial.
Entre las páginas 176 y 177, la ex ministro imagina una frontera inteligente. En sus palabras, “la frontera más eficiente de América Latina”. Aunque en su Ministerio, la tecnología adquirida, nunca tuvo el acompañamiento necesario de la investigación criminal. Mucho menos, de la inteligencia criminal. Lo que le costó la renuncia de Ariel Corbat. El sujeto que incomodaba por no ser un boy más. En la ponderación de lo que bautizaron “Fronteras Seguras” evitó enfrentar la responsabilidad de contar por qué nunca se nombró a un Director Nacional de Inteligencia Criminal. Maquilló, su irresponsabilidad, con una falaz descentralización de dicha Dirección. En otras páginas relata la gesta de los negocios con Israel y China para la adquisición de equipamiento. Equipamiento necesario para dar esa lucha frontal, sin cuartel y de frente contra las mafias. Tecnología de punta importada por los mejores. Solo que los mejores tenían plan y capacidad.
Se compraron así las lanchitas para la hidrovía. Una compra inútil a los fines prácticos del patrullaje porque las mismas no servían para tal acción. Las lanchitas tenían una confección prácticamente bélica para una lucha sin tiros.
La compra, en todo caso, sí fue providencial para acariciar una relación de “paz” con el Secretario de Seguridad Eugenio Burzaco. A quien no respetaba, sin contar que él, a ella, tampoco. Prescinde, en el libro, los detalles de una relación por demás tirante. Se jacta, en el recorrido literario, de haber sido la gestión que mayor droga incautó.
“Ningún gobierno en toda la historia Argentina consiguió un resultado así en la lucha contra el narcotráfico y el contrabando”, escribió Bullrich a un año prácticamente de haber terminado su función. Olvidó aquellos whatsapp indignados, enviados a varios periodistas, en donde decía que que no permitiría que las fuerzas federales se siguieran haciendo las distraídas.
No explica, en la ficción, por qué la lucha contra el Narcotráfico, en términos de incautación, tuvo un superávit de marihuana en relación a la cocaína absorbiendo Argentina a 3 productores. Tampoco cuenta cómo fue posible que por su frontera inteligente pasase el Cripy. Mercado colombiano marihuanero afluente desde mediados de 2018 por la región del NOA. Detalla por dónde pasaba la droga en la frontera norte. Misiones, Corrientes, Formosa y puntualiza Salvador Mazza (Salta) y La Quiaca (Jujuy). No obstante, frente a esa realidad, evade dar cuenta de la arbitraria y estratégica decisión de dejar a la ciudad de Clorinda por fuera de los centros de control y vigilancia configurados. Es que por algún lado, la droga, tenía que entrar. Y qué mejor que por el estigma.
Sin embargo, las mayores incautaciones no se dieron allí sino en las abúlicas Misiones y Corrientes. En ésta última provincia, el trabajo fue bueno. Especialmente en Itatí. Los esmeros se debían al color político provincial. Sin embargo, no tocaron la matriz subterránea del narcotráfico y por eso hoy, Itatí, se redescubre como enclave. No hay tampoco detalles sobres la reducción de la Secretaría de Fronteras a Subsecretaría. Ni de la renuncia del Secretario Luis Green, ni de la asunción de Matías Lobos como subsecretario en campaña constante por la intendencia del partido de San Martín, enclave Conurbano Bonaerense.
La única reconquista de la frontera fue la realizada por las nuevas organizaciones criminales que veían los modelos primavera verano de la ministro entre las plantaciones de marihuana de Pedro Juan Caballero (Paraguay). Así es que penetró una célula del Comando Vermelho que fue directo al Conurbano Bonaerense.
No explica tampoco por qué Prefectura era la fuerza que encontraba toneladas de droga pero no narcotraficantes. Tampoco ahonda sobre las razones por las cuales se enarbolaron en la hidrovía como “locas malas” y no sacaron ni una beluga. De hecho, durante su gestión, bajo el camuflaje de plomo y urea, la cocaína se traficó sin problema alguno y la adquisición de dársenas no tuvo limitaciones. En su bonhomía, Patricia, decide estoica no desencantar a sus lectores. Una bonhomía de cínica ingenuidad. Por eso no cuenta que el CICRE fue primero una habitación sin contenido para satisfacer la impulsividad de inaugurar algo distinto para así salir en todos los medios de comunicación en estado “orgásmico”.
Por primera vez, se desataba una guerra sin cuartel.
La “libido” puesta en las fuerzas federales
Durante todo el libro endulza a las Fuerzas de Seguridad Federales. A las que supo empoderar como nadie antes lo había hecho. Tanto las empoderó que algunos gendarmes pensaron que podían vender droga en el verso de Barrios Seguros de la villa 1-11-14. Bastión de la cocaína donde siempre hallaban cantidades de marihuana y apenas algunas dosis de blanca.
Las empoderaba, al mismo tiempo que las desperdiciaba, en los grandes centros urbanos de la región central del país.
La Gendarmería fue su fuerza idílica. A la que defendió hasta las últimas consecuencias porque los errores de la misma eran los errores de ella. Hizo uso y abuso de la misma.
El caso Maldonado marcó ese idilio. También defendió los desastres de Pablo Nocetti, su por entonces Jefe de Gabinete.
El caso Maldonado solo dejó espectros y una mirada judicial simpática porque fue funcional a las actuaciones descriptas en el capítulo correspondiente. Actuaciones identificadas por la autora como heroicas en un conflicto con muertos pero aún sin fin.
Algo similar ocurre con el caso Chocabar. A quien defiende en su libro con la misma energía que en los medios, sin acusar que hoy cuestiona a los que actúan igual.
Entre la sinceridad y la catarsis
El capitulo “Muerte y Fuga” vinculado a la triple fuga que le dio la bienvenida María Eugenia Vidal a la Gobernación es de psicoanálisis. Páginas, de la 39 a la 54, en las cuales Patricia se victimiza sistemáticamente y en un arrojo de humildad, detalla todas las críticas que le hizo por entonces, el sagaz Presidente Mauricio Macri. Es que las impericias, durante aquellos días, fueron de antología. La comicidad de la seguridad. Un capítulo de catarsis con aparato reproductivo de culpas en donde Aníbal Fernández aparece como el objeto persecutorio para justificar la elemental falta de planeamiento estratégico.
Con distorsiones varias de los hechos, adjetiva esos días como una “pesadilla”. No solo eran los prófugos, también la falta de conocimiento territorial y las primeras contradicciones con Cristian Ritondo, el Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires.
Un capítulo en donde no se le da, a la policía de Santa Fe y al por entonces Ministro de Seguridad Maximiliano Pullaro, el protagonismo merecido en el operativo. Tampoco lo hace en los pasajes que referencia a Rosario. Es, en esos pasajes, donde se ve su perfil más teórico y ególatra. Ocurre, que para Patricia, los Ministros de Seguridad de las Provincias eran apenas muñecos de torta. Solo algunos se atrevieron a ubicarla. Ella quería llevarse todas las cocardas. Incluso, hasta las más vulgares.
Los capítulos más racionales y nobles del libro son el del G-20 y el del fútbol.
La organización del G20 en materia de seguridad, vale decir, fue impecable. De hecho, fue la única vez, en cuatro años, que las Fuerzas Federales estuvieron distribuidas con lógica. La Ministro supo regar su ego de forma magistral durante aquellos días y posteriormente. Su alter ego estaba en su apogeo.El capítulo “El secreto de sus ojos”, tampoco alberga fantasías. Trata del trabajo contra las organizaciones criminales del fútbol mal llamadas barras bravas. Ahí, Patricia, hizo un gran trabajo porque tenía un boy de territorio.
El programa Tribuna Segura fue posible por su Director, Guillermo Madero. Tal vez, el mejor aporte de Federico Pinedo a Cambiemos.
El resto del libro versa entre fantasías, apropiaciones de operativos vendidos por narcos traicionados por otros narcos, como fue el caso “Bobinas Blancas”. O bien, investigaciones que la DEA, gentilmente, cedió.
Un texto recomendado para la actividad recreativa. Aportes a la mediocridad, la reactividad, y a la banalización de las mafias. Un texto, además, para rescatar algunas acciones positivas de una gestión histórica en términos de sobreactuación.
Esta nota fue publicada originalmente en el blog soclauraetcharren