Caricatura de gobierno kirchnerista

Sin clima de negocios cualquier funcionario es incorruptible. Sin asomo de denuncias lo que asoma es la era del vacío

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Alberto Fernández y Cristina Kirchner en un acto en Casa Rosada (Presidencia)
Alberto Fernández y Cristina Kirchner en un acto en Casa Rosada (Presidencia)

El balance del primer año muestra un gobierno sin brillo. Prepotente, frágil y de relativa gestualidad peronista. Fragmentos unificados artificialmente que no alcanzan la jerarquía de una identidad (en gestación). Pero constan los pretextos irrebatibles que justifican. La peste maternal, que atenúa el rigor de la opacidad. Como atributo puede esgrimirse también la carencia de corrupción. Valor meritorio.

Significa confirmar que la gestión pudo haber sido mala. Como en efecto lo fue. Pero transparente. Aunque arrastra secuelas agigantadas de corrupción histórica. Denuncias heredadas. Consecuencia del Sistema Recaudatorio de Acumulación implantado por Néstor Kirchner, El Furia, a partir de 2003. Construcción de poder inspirado en el liderazgo de culto y en el culto de la caja. Estilo que La Doctora, acaso por lealtad, jamás cuestionó.

Con secretarios porta celulares enriquecidos. Con funcionarios descubiertos con las manos en los bolsos de “la pelusa”. Arrepentidos manipulados, pero que no cesaban de hablar. Herencia exclusiva del kirchnerismo que dejó, en realidad, de existir. Fue suplantado por la caricatura ideológica de continuidad. Sin espacio aparente para los valijeros. La caricatura poco y nada tiene que ver con el kirchnerismo real.

Sin recaudación, la caricatura del kirchnerismo no sirve siquiera para despachar un quiosco. Emerge el tiempo del doctorismo. Estilo de conducción adaptado al arbitrario paladar de La Doctora que recibe las bofetadas. Por el tendal dejado por el marido extinto. Conjugación oral de sectores del peronismo. De los sectores más postergados de la provincia (inviable) de Buenos Aires. Fuerza equipada con la última organización que mantiene la capacidad estratégica y de ocupación de espacios. La Cámpora. Agencia de Colocaciones. Cuarentones que resisten la idea de plantar las bases vulgares del capitalismo tolerable. Intentan reflejarse en el espejo progresista. Y hasta se inmolan con la chiquilinada del impuesto confiscatorio. Ensayo para enviar señales de entereza combativa. El insigne Frepasito Tardío complementa, con su nostalgia, la ficción del izquierdismo. Con sexagenarios que estimulan veleidades retóricas. Con la ilusión generacional de no haber capitulado. Luchan, los inofensivos, contra el imperio.

Como reproche, puede decirse que el gobierno sin brillos no registra denuncias de corruptelas. La caricatura es escasamente amigable con el capital. El portador sano de riqueza genera desconfianzas. Es discriminado. No se produce siquiera la tenue sombra del clima de negocios.

Los funcionarios se limitan a la parsimonia de ganar sueldos, sin especializarse en el arte brusco de recaudar. Sin grandes obras, sin movimientos de capitales, sin privatizaciones y estatizaciones, ser transparente se impone como una triste resignación. La falta de corrupción dista aquí de ser un mérito. Es el reflejo de la imposibilidad. Sin clima de negocios cualquier funcionario es incorruptible.

Capitalismo sin capitales. Palabras huecas. Cuesta atreverse a plantar las bases vulgares del capitalismo tolerable. Sin apartarse, ni por un centímetro, del emblema de hierro que legitima. La justicia social. Sin asomo de denuncias lo que asoma es la era del vacío. La nada. Desierto o páramo que no tiene un pomo que ver con la virtud. Es donde se cree que crear riqueza significa imprimir dinero.

La mediocridad es paulatina. Agota. Y de lo que se trata en Argentina, también, es de perforar la dinámica de la decepción. Quien hoy gobierna sin brillos, tan mal, repara los errores de quienes protagonizaron el penúltimo fracaso. A esta altura, el macrista inteligente sólo debe controlar su ansiedad. Esperar la caída para intentar otra vez. Continuar la dinámica que debe perforarse. Pero hoy la corrupción histórica impone la agenda. La batalla transcurre entre cuadernos, arrepentimientos, desastres que cubren la esfera mediática e impregnan la política.

El simulacro del conflicto largo

En 2019, los sindicados como corruptos triunfaron sobre los sindicados como inútiles. Después de todo no se iban a registrar cambios. La monotonía del tratamiento. Las cargas judiciales del pasado. El combate perpetuo de Comodoro Py. Entre “tus jueces y los míos”. Con los mismos argumentos. Con la artillería humedecida que resultó insuficiente durante la campaña interminable. Los acusadores pertinaces no asumieron la derrota electoral. La pasan por arriba. Con un poco de imaginación, la elección nunca ocurrió.

Insisten en la obstinación de la estrategia con la vieja táctica. Los sicarios agotados disparan sus palabras de fogueo. El objetivo consiste en sacar del medio a “la jefa de la banda” que los venció. Con la insignificancia de un tuit, el oportunismo de una foto y dos ideas maléficas. Cuesta admitir que sea La Doctora quien conduce la parte del león de los fragmentos. Entre el desfile de las obviedades. Derivaciones de la patología de la formación. En el Frente de Todos estalla el fastidio de la convivencia entre la vicepresidente fuerte y el presidente débil. El conflicto se instala en el primer plano de la oposición mediática. “No hablan”, aunque poco y nada tengan, Alberto y La Doctora, para decirse. Admite la fantasía del oponente que cree poder liberarse de la vice fuerte. A través de la emancipación del presidente débil. Pero Alberto también sabe ser perverso. Con todo su derecho de ser ineficiente. Capacitado para bancarse el simulacro del conflicto extenso. Otros tres años.

No es el caso de ningún General Viola que pueda ser resuelto con una selectiva enfermedad. Debe aceptarse también que Alberto está blindado. Tiene la inoperancia legitimada. Todo lo que pueda cuestionarse del gobierno opaco que preside tiene una firme responsable. La Doctora. La dama, al reconciliarse, supo rescatarlo de la medianía para transformarlo en el presidente.

Alberto estaba en condiciones de ser el digno jefe de campaña de algún otro Randazzo que se dispusiera a sonreír entre los afiches de la posteridad. Claro que es anormal que la vicepresidenta tenga mayor fortaleza que el presidente que ella designa. Pero son las reglas. Queda, por último, el recurso usual para descalificar al presidente débil. El archivo, el costado más vulnerable del Poeta Impopular. La vejez de utilizar lo que dijo en TN. Lo que escribió en La Nación sobre Boudou, El Descuidista. O sobre La Doctora, con pucheritos de rencor, durante la década extraviada de la enemistad.

Columna publicada en jorgeasísdigital.com

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