El relato se desmorona

El Presidente sólo hace cosas para conformar a todos los sectores internos de su fuerza aunque para ello deba desdecirse permanentemente

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La sobreactuación oficialista sobre el fallo de la Corte que confirmó la condena de Amado Boudou muestra, una vez más, que toda la actividad gubernamental está dirigida a hacer malabares para conformar a todos los sectores internos que conforman la alianza de gobierno. Eso les consume todo el tiempo y toda la simbología política, por eso son un gobierno muy malo que no resuelve ninguno de los enormes problemas de Argentina. Mientras, agregan a los problemas existentes muchos otros productos de la mala praxis y del ensamblaje de su propia fuerza política.

En lo único en que encuentran coherencia es en la falta de vocación democrática y en su discurso bobalicón a través del cual nos cuentan que luchan contra el imperialismo. Una vieja trampa de burócratas millonarios, que se transmiten el poder de manera familiar para disimular que lo único que les interesa es seguir usufructuándolo y, por supuesto, continuar haciendo negocios.

Lo interesante es que siguen esa metodología, pero con una decadencia discursiva que se ve a cada instante. El Presidente cita a menudo a Néstor Kirchner y a Raúl Alfonsín, pero en su peripecia histórica se parece un poco a Isabel Perón. Sólo hace cosas para conformar a todos los sectores internos de su fuerza aunque para ello deba desdecirse permanentemente. En otras palabras, dice (y hace) una cantidad extraordinaria de tonterías. Al enviar gestos hacia muchos lugares distintos, cae en contradicciones permanentes y sólo tiene una parte del poder (que no es la más importante).

La reacción ante el fallo de la Corte, que confirmó, lógicamente, la condena a Amado Boudou, ejemplifica muchos de esos comportamientos. Es menester aclarar que la causa había pasado por todas las instancias y todas coincidieron en el mismo fallo. Tuvo su instrucción, juicio oral, apelación a Casación, apelación a la Corte. Muchos funcionarios judiciales tuvieron jurisdicción sobre esta causa y todos vieron lo mismo. Imposible pensar en una conspiración cuando una causa atraviesa tantas instancias que involucran distintas personas y cuando todas esas instancias coinciden en lo mismo pese a la cantidad de recursos que plantearon las defensas, que siempre pudieron funcionar a pleno. ¿Qué hace el kirchnerismo profundo frente al funcionamiento del sistema de Justicia? Desempolvan el último hit de ese conglomerado de inestables emocionales que se dio en llamar “socialismo del siglo XXI”: cuando los descubren en actos evidentes de corrupción le echan la culpa al Lawfare. Siempre que los encuentran haciendo negocios turbios apelan a eso. Lo hizo el PT en Brasil, lo hizo Correa en Ecuador y lo hace el kirchnerismo. La nueva consigna de los revolucionarios de cotillón en Latinoamérica es esa. Roban a cuatro manos y cuando son descubiertos lloriquean que es por culpa de un acuerdo entre los medios de comunicación, que investigan casos de corrupción, y funcionarios judiciales. Los que iban a cambiar el mundo lloriquean por el Lawfare. El downgrade del ladriprogresismo da un poco de vergüenza ajena.

El lumpenaje oficialista salió a hacer algunos de los papelones habituales hablando de “Amado” al que le reconocen su “lealtad”. Aclaremos que la “lealtad” en estas organizaciones político-mafiosas es que no tiró culpas para arriba y que protegió a otros que podrían haber sido colegas en la simpática idea de quedarse con la fábrica de hacer billetes. Quizá cuando la idea surgió había gente más poderosa. Quizá alguien le dio alas a Boudou y luego, por causas que no se pueden evitar, se quedó solo y siguió en su tarea de quedarse con la empresa para la “revolución”. Boudou habría sido un hombre cumplidor de la “Omertá”, concepto tan querido por el justicialismo que siempre tiene hombres que valoran mucho las prácticas mafiosas. Un código de honor de mafia que está entre las tradiciones más queridas cuando se abrazan los ideales peronistas. Empezaron los marginales y la adhesión empezó a escalar y en horas llegó al gobierno. Santiago Cafiero, Alex Kicillof, entre otros, empezaron a repetir las mismas inconsistencias y tonterías que los demás. A esto se dedica el gobierno la misma semana en que se dan a conocer las cifras de pobreza que tanto miedo dan. Cuando tendrían que estar todos pensando, las 24 horas del día, en esas cifras de pobreza, están pensando en qué decir acerca de un tema que sólo le interesa el medio pelo oficialista. El Presidente de la destrucción de la economía argentina y de la mayor fuga de inversiones que se recuerde está pensando en los tweets que hay que publicar para que no se enojen los que respetan a los cultores de la “Omertá”. Por eso son autoritarios que gobiernan tan mal. Los kirchneristas son unos autoritarios sin ningún nivel intelectual. Eso explica gran parte del desastre.

Hay una frase sobre Boudou que es muy clara respecto de su accionar: “Todas las excusas dadas por él se han ido desvaneciendo con la misma velocidad con la que el agua se escapa entre los dedos. Boudou ya no tiene coartadas. Los argentinos saben cuánto ha mentido en su alocada carrera por escapar de los hechos”. Esta afirmación deberia ser considerada una parte importante del Lawfare por el que lloriquean los kirchenristas. Fue escrita y publicada en La Nación en mayo de 2014 y es sólo una parte de un artículo durísimo sobre Boudou que escribió Alberto Fernández. Vale recordar, además, que en esa fecha gobernaba CFK (no le pueden echar la culpa a Macri). El mismo Fernández que ahora, inspirado por Isabelita, le manda a decir a su Jefe de Gabinete (Santiago Cafiero), “Amado Boudou, como cualquier otro ciudadano, merece que sus derechos no sean pisoteados. La Corte debía hacerse cargo de un proceso plagado de irregularidades y arbitrariedades”. Son un sketch malo de un programa de humor fracasado.

En este contexto avanzaron sobre los fondos de la ciudad de Buenos Aires en el Congreso donde, como siempre, evitaron buscar líneas de consenso. En cualquier lugar del mundo estos temas son los que requieren de mayor negociación entre las partes. En una reunión de comisión, el ex montonero y actual Senador delirante, Jorge Taiana, comparó con femicidas a los opositores que reclamaban por ese recorte de fondos: “Me acordaba de una imagen que tiene que ver con casos de violencia de género. Es el hecho de transformar al victimario en víctima”. Esta gente, que está en una espiral de decadencia imparable, hace leyes en Argentina. Hay que entender eso. Si Taiana dijera eso en un programa de TV sería grave. Pero lo dice en una sesión de comisión donde está votando para darle el gusto a CFK y sacarle dinero a los porteños (que no votan al PJ). De más está decir que las feministas kircheristas no dijeron nada. Los miembros de la secta se protegen entre ellos.

El panorama es desolador. La oposición ve ahora cómo los tratan pese a que, en el comienzo de la gestión de la pandemia, algunos pusieron la cara ayudando al gobierno pese a los extraordinarios disparates que hacían y decían. Fueron partícipes de un fracaso sanitario y económico que, además, dejó graves violaciones a los derechos humanos con muertos por violencia policial, desaparecidos y gravísimas escenas de crueldad en las que familiares no pudieron despedirse de personas queridas que estaban por morir. El caso Solange Musso y el caso Abigail Jiménez fueron emergentes, entre muchos otros, de la crueldad y el avance sobre derechos individuales vulnerados por unas administraciones gubernamentales que están en manos de psicópatas.

La respuesta del gobierno a ese generoso acompañamiento de la oposición fue la poda de recursos a la Ciudad y el intento de traspasarles responsabilidad en el desborde del velorio de Maradona.

Los sectores tibios de la oposición deben entender que es momento de ponerse los pantalones largos. No se trata de hacer nada raro: se trata de representar a los votantes. Hay mucha gente sufriendo en Argentina como para que algunos hagan la plancha especulando con su futuro político.

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