Desde el 2000 la ONU designó el 25 de noviembre como el Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer. Este año, mientras estar en casa es cuidarnos de enfermar, para muchas mujeres y niñas significa pasar las 24 horas con su agresor.
La violencia contra las mujeres y niñas se manifiesta de diferentes formas. Puede ser física, sexual, psicológica. No obstante, la violencia más difícil de eliminar es la que ocurre de manera internalizada y espontánea y que naturaliza escenarios para que la violencia física y psicológica ocurran.
En Argentina, según las últimas estadísticas de este año, el 89 % de las denuncias registradas corresponden a violencia doméstica y el promedio diario de comunicaciones por violencia de género muestra un aumento de casi un 20 % desde que comenzó el aislamiento. Por otro lado, la vida social trasladada a la virtualidad ha acrecentado también situaciones de violencia de género digital que no sólo humillan y erosionan las subjetividades femeninas sino que también peligran la integridad de niñas y adolescentes que, muchas veces sin saberlo, están expuestas a situaciones de peligro.
La violencia de género digital va desde situaciones de control de redes sociales por parte del agresor hacia la víctima hasta amenazas o situaciones de exposición pública de imágenes íntimas.
El impacto psicológico de la violencia de género sistemática en niñas y mujeres dependerá no sólo de la magnitud y repitencia del hecho sino también de los recursos emocionales, económicos y sociales de cada una. Una vez más, la brecha social se abre para dejar afuera a las más vulnerables.
Para los psicoanalistas, lo traumático no tiene que ver con el hecho en sí mismo sino con la capacidad de procesar un hecho cuyo impacto para el aparato psicológico puede ser tan elevado que deja al sujeto sin recursos para elaborarlo. En este sentido, no se trata de sobrestimar las violencias físicas o sexuales y subestimar las psicológicas o laborales por la falsa creencia de que no involucran explícitamente al cuerpo. Todas lo involucran, todas son violencias y todas son o pueden ser igualmente traumáticas.
Las campañas de prevención de la violencia de género son cada vez más potentes y masivas; no obstante, se vuelve cada vez más necesario una intervención activa por parte de todos los ciudadanos, estén ellos o no involucrados directamente en una situación de violencia de género. Intervenir no sólo es denunciar sino también acercar recursos a quienes tienen menos acceso a la información y contribuir a la visibilización de conductas y escenarios que han sido totalmente naturalizados por hombres y mujeres y que representan el germen de futuras violencias.
A nivel psicológico, las mujeres que sufren violencia manifiestan un deterioro progresivo de su salud psíquica. Sería un error pensar que por el solo hecho de advertir a la mujer víctima de violencia de género que puede salir de esa situación estamos contribuyendo a erradicar la violencia.
La verdadera lucha para la eliminación de las violencias contra las mujeres deberá partir de políticas públicas en salud y en educación con perspectiva de género, de acciones cotidianas que quiebren representaciones sociales arraigadas a partir de las cuales las micro violencias son naturales en todos los contextos y de acciones ciudadanas que nos involucren activamente (y no simplemente como testigos) en la erradicación de la violencia institucional, laboral y familiar.
*Por: Florencia Casabella, Psicoanalista, Emprendedora, Socia fundadora y directora de Désir Salud.