La Argentina kirchnerista es una productora extraordinaria de postales de la decadencia. La decisión de realizar el velatorio de Diego Maradona en la Casa Rosada fue un disparate que tenía como único fin la búsqueda de rédito político para un gobierno que está a los tumbos.
La cuarentena más larga del mundo destrozó la economía, la educación, produjo daños tremendos en las familias y graves violaciones a los derechos humanos. Frente a ese escenario desolador, la organización de un velatorio masivo en un lugar cerrado fue una burla hacia los ciudadanos que debieron estar encerrados meses. El protagonismo decadente del Presidente y su Vice pretendiendo sacar rédito político de un hecho desgraciado muestra, una vez más, la bajeza moral oficial.
El desastre organizativo muestra, por otro lado, la precariedad intelectual oficial. El intento de dirigir las culpas hacia la administración de la Ciudad de Buenos Aires por algo que ellos organizaron muestra el extraordinario nivel de corrupción intelectual oficial. Y deja en evidencia, una vez más, el discurso insípido y anestesiante de sectores de la oposición que hablan de “cerrar la grieta”.
Los fanáticos suelen pensar de manera binaria. Cuando algunos salimos a cuestionar el disparate de amontonar gente en un lugar cerrado en medio de la pandemia de coronavirus recibimos cataratas de críticas de personas que decían que el comentario era en contra de la figura de Maradona. Ante tamañas muestras de vulgaridad intelectual es menester aclarar la posición de cada uno en pos de buscar algo parecido a una discusión civilizada. En mi caso, sólo analizo los hechos públicos de la vida de Maradona, ya que creo que la vida privada de las personas no debe ser materia de análisis: cada cual vive su vida privada como quiere. Eso es algo elemental para los que defendemos la libertad personal. En lo que respecta a la vida pública, Maradona fue un extraordinario jugador de fútbol, que tuvo momentos de belleza y de lucha como deportista, características que hacen mejores a los deportes porque dejan páginas que se transmiten por generaciones. El Maradona deportista le dio una magnitud impensada al fútbol.
Las opiniones políticas de Maradona también pertenecen al terreno de lo escrutable dado que forman parte de lo que las personas deciden entregar al terreno de la discusión pública. Las decisiones de apoyo político a dictadores que hizo Maradona en los últimos años de su vida han sido, para muchos, muy cuestionables. En el mundo éramos muchos los que compartíamos un sentimiento de incomodidad intelectual al verlo abrazado a gente que produjo y produce mucho dolor en tantos individuos. Regímenes como el de Venezuela, que torturan y matan. El presidente francés Emmanuel Macron escribió una emotiva carta de despedida que tiene un párrafo que muestra lo que representaron esas actitudes para muchas personas en el mundo: “Diego Maradona también vivirá esta alegría popular en otros terrenos. Pero sus visitas a Fidel Castro y a Hugo Chávez tendrán el sabor amargo de la derrota; es en la cancha donde Maradona hizo la revolución”. La simpleza de la carta de Macron (que tiene un nivel y una libertad intelectual muy superior a la media de los políticos argentinos) da en el clavo en términos de interpretar a muchos que no queremos ubicarnos en un lógica binaria en este caso. La admiración al deportista no nos convierte en ciegos frente al apoyo a dictadores. Tampoco nos convierte en difamadores de Diego. Nos deja un gusto amargo y nos da pena. Hubiese preferido no enterarme de esas cosas para que no entrase información no deseada en la película del mago del Mundial 86 y del titán indestructible del Mundial 90. No es bronca ni odio. Es un sentimiento de frustración por algo que ensució un poco una historia extraordinaria.
Distinto es el análisis en lo que respecta al gobierno argentino y el papelón mundial de un velatorio que deja al desnudo, una vez más, la mezcla de ineptitud e inmoralidad, características fundantes del oficialismo. Por buscar una ventaja política y por querer apropiarse de algo que no les correspondía provocaron una situación delicada desde el cuidado sanitario y generaron una violencia en la calle que quedará en el recuerdo. La infamia en todos los niveles. Fernández sacándose selfies y queriendo dirigir la manifestación demostró que siempre se puede caer más bajo. Un cachetazo a la gente que sufre por sus niños que perdieron mucho del año escolar, un cachetazo a la gente que no se pudo despedir de sus seres queridos, a los que perdieron el empleo o su negocio. Lejos quedaron los días de los programas televisivos, con filminas cargadas de errores y comparaciones equivocadas con otros países. Los días de épica tonta en la lucha contra el virus. Ahora hacen cosas solamente para que se cambie de tema y así correr hacia adelante. El fracaso es evidente.
Mientras el mundo estaba impactado por la noticia de la muerte de Maradona, el oficialismo siguió en su derrotero por manejar la Justicia. La votación en el Senado donde se aprobó cambiar la forma de elegir al Procurador sucedió en medio de la conmoción por la muerte del ex capitán de la Selección. La agenda que no se altera nunca es la de la colonización de la Justicia. Argentina está enferma y la gobierna el kirchnerismo, que no tiene ninguna posibilidad de curarla. El kirchnerismo forma parte de la enfermedad, nunca de la cura.
La foto de la bandera de los sindicalistas de la educación, colgada en la puerta de la Casa Rosada en el lugar del desmadre de violencia, es verdaderamente desoladora. Los sindicalistas que se niegan a dar clases estaban sin barbijo y colgando banderas como si fueran una hinchada de fútbol.
Demasiadas postales de decadencia.
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