Hayek y el precio de la soja

Aislar a la Argentina de las señales de precio generadas en los mercados internacionales no contribuye a la eficiencia en el uso de recursos

Cosecha de soja

Explicar hoy por qué los precios internacionales de la soja aumentaron 50% desde mayo es fácil para cualquiera que lea los informes relevantes del USDA. Caída en la cosecha americana, unido a menor intención de siembra y falta de humedad en Argentina son factores relevantes. También la firme demanda de China. Pero el asunto es que “con el diario del lunes” todos somos expertos en el mercado de granos.

Pretender saber “qué pasará” con el precio internacional de la soja en los próximos meses es demasiado ambicioso. Hasta el USDA se equivoca. Lo mejor que se puede hacer es mirar qué dice el mercado de Chicago u otros mercados de futuros, para los meses en que ocurrirá la próxima cosecha argentina. Para el agricultor argentino la cosa es más complicada aún, ya que a los vaivenes del precio internacional se debe sumar posible cambio en las retenciones y (especialmente) en el tipo de cambio oficial. Incertidumbre x 1000.

Hace ya más de siete décadas Friedrich Hayek, que luego obtendría el premio Nobel en Economía, escribió uno de los artículos más citados de esta disciplina: “El uso del conocimiento en la sociedad”. Hayek se pregunta qué es lo que permite que una sociedad moderna y compleja funcione de forma efectiva. La respuesta es simple: la sociedad debe utilizar en forma eficiente información. Y esto se logra a través del sistema de precios. Al agricultor no le importa si el precio de la soja subió por menor producción en EEUU, fracaso de la cosecha de girasol en Ucrania, o menor impacto que el esperado de la pandemia en China. Aun cuando quisiera conocer las relaciones causa-efecto involucradas, no podría hacerlo: la cosa es muy compleja. Lo que el agricultor sí puede hacer es manejarse con la información generada por miles de personas que toman decisiones que resultan – para ellos - en ganancias y pérdidas. Esta información está accesible en forma gratuita en las cotizaciones de los mercados de futuro.

El caso argentino es particular: en la década de 1920, el volumen operado en el mercado de futuros superaba el volumen de la cosecha anual. Un siglo después, pese al auge del comercio electrónico y la globalización el MATBA canaliza menos de 1/3 del volumen de granos producido por año. ¿La razón? Retenciones a la exportación y tipos de cambio diferenciales que divorcian en forma absoluta al mercado de granos local del internacional. Los precios, como señales que transmiten información valiosa para la toma de decisiones, pierden gran parte de su utilidad.

Los mercados internacionales de commodities son volátiles. El precio del petróleo puede pasar de más de USD 100 por barril a menos de 1/5 de este valor en poco tiempo. Lo mismo ocurre con el precio de la soja: de valer más de USD 600 en el 2012, cayó a menos de USD 300 sólo algunos años después. Las perspectivas de precio internacional actual, unos USD 380-400 por tonelada son un 20-25 por ciento más altas que las que existían hace algunas semanas, de hecho, representan los mejores precios de los últimos 4-5 años. Sin embargo, están aún lejos de los existentes durante el boom de commodities ocurridos hace casi una década.

Aunque ya casi estamos en diciembre, el incremento del precio internacional puede gatillar incrementos en el área sembrada, en particular de soja tardía en especial campos marginales o alejados, cuya rentabilidad a precios bajos resulta reducida o nula. Puede gatillar también aumentos en los niveles de fertilización y uso de otros insumos. De mantenerse los actuales precios del petróleo, estos aumentos del precio del poroto son mala noticia para las plantas elaboradoras de biodiesel, así como también (en el corto plazo) para las producciones que transforman pellets de soja en proteína animal.

Aislar a la Argentina de las señales de precio generadas en los mercados internacionales no contribuye a la eficiencia en el uso de recursos. ¿Dónde estaríamos hoy si la política con respecto al sector hubiera sido distinta? No podemos saberlo con exactitud. Pero seguramente produciríamos y exportaríamos bastante más.

* El autor es economista y profesor de la Universidad del CEMA

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