Hace muchos años que vengo estudiando la figura y personalidad de Juan Domingo Perón. No lo hago por capricho, ni tampoco intento inmiscuirme en cuestiones reservadas, ni menos aún bucear en aguas cristalinas o turbulentas. El plan es contribuir para aproximarnos a su universo. No soy psicólogo, ni sociólogo. Sencillamente hago historia con documentos en la mano, tal vez la única forma segura de escribir certezas, y de no fantasear, ni fabular, ni inventar hechos ni relatos.
¿Cómo era la personalidad de Perón? Enrique Pavón Pereyra cita la siguiente frase referenciada por Perón: “Napoleón, el autodidacta por excelencia, al terminar su vida dijo: ‘No tiren mis cuadernos de la escuela, algún día la humanidad ha de querer saber cómo formé mi personalidad y qué clase de maestros me prepararon’”. Esto es precisamente lo que hay que hacer con Perón, y en esta nota vamos a tratar de conocer fehacientemente sus orígenes, quiénes lo formaron, y además, acercarnos a algunos rasgos poco conocidos de su rica personalidad.
Perón nació en Lobos el 8 de octubre de 1895. Hijo natural de Mario Tomás Perón y Juana Salvadora Sosa Toledo. Fue bautizado como Juan Domingo Sosa el 14 de enero de 1898, y recién en 1901 sus padres cuando se casaron por civil en la ciudad de Buenos Aires el 25 de septiembre de 1901, reconocieron a sus dos hijos nacidos prematrimonialmente, Mario Avelino (nacido en Lobos el 30 de noviembre de 1891) y Juan Domingo.
El primer Perón que llegó a Buenos Aires fue su bisabuelo, llamado Fortunato Tomás Mario Perron (a veces escrito como Peron - Perrone), que emigró de Génova a bordo del buque “San Ambrosio”, y desembarcó en el puerto de Buenos Aires el 16 de septiembre de 1831. Nació y fue bautizado en la ciudad de Génova, parroquia N.S. della Maddalena el 17 de febrero de 1799.
Su padre fue el francés Marius Toussaint Perron (contador público), nacido en Aix–en–Provence y bautizado en la Parroquia S. Madeleine el 1 de enero de 1767, hijo de Joseph Perron (un burgués comerciante de telas y algodón) y de Anne Joubert (casados en Aix–en–Provence, Parroquia de S. Sauveur el 28 de octubre de 1743), padres de siete hijos. Marius Toussaint Perron junto a su padre y hermanos tuvieron que emigrar a Génova por la Revolución de 1789, habiendo sufrido la confiscación de sus bienes y huyendo del filo de la guillotina. Su madre fue la genovesa María Rosa Caterina Poggi, hija de Tomaso Poggi y de María Argentina Altavilla. La familia Poggi era de clase media alta; su apellido es antiguo y muy arraigado en Génova.
Marius Toussaint Perron y Rosa Poggi (tatarabuelos de Perón) se casaron el 27 de agosto de 1795 en la parroquia N.S. della Maddalena, y tuvieron tres hijos. Rosa Poggi. Por el lado materno, Perón tenía una ascendencia con antigua prosapia, pues ostentaba 16 generaciones, hasta llegar a los conquistadores de América. Su ancestro más antiguo en América fue Mencia Calderón Ovando, la viuda de Juan de Sanabria, que llegó a Asunción del Paraguay y se transformó en la gran heroína del siglo XVI.
Los Perón en la Argentina fueron una familia acomodada. La educación que recibió Juan desde que nació fue clásica, impartida por sus ancestros inmigrantes europeos, combinada con el aporte del criollaje. Durante sus primeros años se crió en el campo, donde mantuvo mucho contacto con los peones y domadores, que se transformaron en sus primeros amigos. Para él siendo un niño, los trabajadores rurales eran segregados y solía recriminarle a sus padres por qué no tenían un lugar junto a ellos, en la mesa principal de la estancia. Fueron años donde se educaba en el respeto, el decoro, la caballerosidad, ejes principales como preludio para aprender a vivir en el mundo.
Perón se quedó en el sur hasta finales de 1903, donde asistió a la escuela rural en Puerto Camarones. A comienzos del año siguiente, sus padres resolvieron que él junto a su hermano se trasladasen a Buenos Aires, al cuidado de su abuela paterna, la hija de dos vascos de Iparralde, Dominga Dutey Bergouignan -viuda del médico, científico y ex diputado mitrista Tomás L. Perón-, quien vivía con sus hijas del primer matrimonio, María Baldomera y Dionisia Vicenta Martirena. Estas “bravas tías”, como las solía recordar Perón, eran educacionistas, y dirigían la Escuela Nro. 1 General San Martín en las cercanías de la Basílica Nuestra Señora de la Merced, en el centro porteño.
De estas tres mujeres (su abuela y sus dos tías), Perón recibió una formación especial, de tradición entrañablemente vasca. De ellas aprendió a forjar su carácter y fue criado con una gran sensibilidad social. No sólo lo prepararon en los primeros lineamientos de la educación básica y elemental, sino que además, lo dispusieron para la etapa de la adolescencia.
Esa escuela familiar de estricto cariz matriarcal, lo marcó para siempre y sentó las bases de su personalidad y de su humanismo. Fue sin lugar a dudas su mejor preparación para luego transformarse en la figura pública que fue, llegando a trascender las fronteras de lo imaginable. Pasó por tres institutos educativos en Buenos Aires, donde logró conservar algunos amigos a lo largo de los años, antes de ingresar al Colegio Militar de la Nación en marzo de 1911. La formación de los militares en esa época era dirigida por oficiales prusianos, o sea excesivamente formal, fría y distante. Estaba direccionada a una intensa disciplina, y prácticamente no había espacio para la sensibilidad.
“Soy hombre -decía Perón- formado desde los doce años en la disciplina más férrea que puede existir: el ejército, y hago ejercitar esa disciplina; he aprendido que ella tiene una base fundamental: la justicia. Por eso creo que si fuera dueño de una fábrica, no me costaría ganarme el afecto de mis obreros con una obra social realizada con inteligencia”.
Durante esos años formativos, Perón profundizó el valor agregado que traía de su cuna, transformándose en una persona austera, disciplinada, respetuosa, ubicada y por sobre todo sensible. En esa etapa ganará a tres entrañables amigos de su misma Promoción, que serán los únicos que dispensará con un trato más cálido, más próximo y de mayor intimidad. Ellos fueron los cadetes Juan Carlos Montes (el más conspicuo amigo que tuvo en el ejército), Filomeno “El Negro” Velazco (jefe de policía durante el gobierno de la Revolución del 4 de junio) y Virginio Zucal (que fue agregado militar en Roma). Estos tres camaradas, fueron elegidos por Perón, a quiénes les brindó desde entonces y por siempre, un trato distintivo e íntimo: fueron los únicos que tuteó. Luego cuando terminó sus estudios fue destinado a la ciudad de Paraná, Entre Ríos y a la ciudad de Santa Fe. En 1920 llegó a la Escuela de Suboficiales en Campo de Mayo.
Allí estará hasta finales de 1925. En 1926 ingresó a la Escuela Superior de Guerra, de la que egresó como oficial mayor en 1929. Desde su graduación como oficial superior se dedicó a dar clases en dicha escuela. El 5 de enero de 1929 se casó con Aurelia “Potota” Tizón, manteniendo una excelente relación con su familia política. En 1933 participó de su primera misión en el extranjero; en 1936 va de agregado militar a Santiago de Chile; y en abril de 1939 se dirigió a Roma -su tercera misión fuera del país- como observador de lo que estaba sucediendo en Europa en tiempos de guerra.
Desde su experiencia en Santiago de Chile, así como de su viaje a Italia y otros países europeos, Perón comenzó a tener un mayor protagonismo en la vida militar y social. Siempre se caracterizó por gozar de un buen sentido del humor, de hacer bromas y de tener una gran simpatía hacia quienes se acercaban a él. Poseía el don de ser un excelente conversador, y una gran actitud para el diálogo franco. Quien desea tener conversaciones provechosas con los demás, tiene que interesarse sinceramente por ellos. Y eso mismo hacía Perón y así lograba cautivar a quienes lo entrevistaban.
Lo que resulta llamativo es el trato con que llegó a relacionarse con las masas, con admirables dotes de orador. Esta simbiosis también la logró con las personas. Ya sean familiares, amigos, militares superiores, condiscípulos o subalternos. Desde siempre, y más aún cuando fue una persona pública, empleaba el “usted”, sin excepción. Nunca lo abandonó. Ello se vio desde que se incorporó al gobierno de la Revolución del 4 de junio de 1943, así como cuando fue elegido presidente de la Nación.
Puedo decir sin temor a equivocarme que Perón no trató de “tu” o de “vos” a ninguno de los funcionarios que trabajaron cerca suyo, o que fueron sus colaboradores más estrechos (Mercante, Bramuglia, Gaché Pirán, Ordiales, Miranda, Carrillo, Cámpora, Borlenghi, Figuerola, Paz, Remorino, Cereijo, Pistarini, Sosa Molina, Subiza, Ivanissevich, Méndez San Martín, Barro, Mendé, Cavagna Martínez, Revestido, Gómez Morales, Nicolini, Llambí, Gelbard, Taiana, Lopez Rega, Robledo, Benítez, etc.). A ninguno de estos ministros los trató de vos, nunca jamás. Lo mismo sucedió con los secretarios de estado, miembros de la Corte Suprema, legisladores nacionales y provinciales, gobernadores, intendentes, etc. Tampoco les dispensaba ese trato de proximidad a sus seguidores, ni a los miembros del Partido Peronista, ni a los sindicalistas, ni a los Secretarios Generales de la CGT, ni a quienes fueron sus delegados durante el exilio, ni a los que lo ayudaron en sus necesidades, ni a nadie.
Hay una única excepción de la etapa política de Perón. Se trata del fraile franciscano lego Pedro Errecart, que se conocieron en junio de 1943, y a quien Perón lo trataba de “tú”, con mucha familiaridad. Se hicieron grandes amigos. Fue el religioso más próximo y con quien más intimidad mantuvo. Gracias a sus buenos oficios, el fraile logró convencer que se casara por la iglesia con Eva Duarte, si pretendía ganar las elecciones de febrero de 1946. Obviamente, a sus tres esposas con las que celebró matrimonio: Aurelia “Potota” Tizón, Eva Duarte, y María Estela Martínez, las trató a cada una de ellas con mucho amor, cariño y también familiarmente.
Si hacemos una proyección de quiénes fueron las personas que tuvieron el beneficio o el privilegio de que Perón les dispensara un trato distintivo, veremos que a lo largo de toda su vida no llegan a ser más de veinte. Estas circunstancias demuestran a quiénes Perón consideraba sus íntimos. Pues la forma y el modo de tratar a sus interlocutores era decisivo en definir quiénes resultaron ser sus preferidos o elegidos, para destacar de entre miles y miles de personas que directa o indirectamente han estado vinculadas a él.
Pensemos en las casi 14 mil cartas que escribió desde su exilio durante 18 años. Más otras tantas miles que escribió desde que fue niño hasta 1955. Si consultamos las que fueron publicadas, pues veremos que el uso coloquial del “usted” es el común denominador en el trato hacia sus destinatarios. Si a ello, le añadimos la cantidad de miles de personas que conoció en Paraguay, Panamá, Venezuela, Nicaragua, República Dominicana, y luego durante los trece años en España y sus escapadas a Francia y otros países, podremos decir que Perón fue uno de los hombres más populares y con mayores contactos humanos de su tiempo.
Es el hombre que concentró el mayor liderazgo por más tiempo, y paralelamente fundó un movimiento político que al día de hoy sigue estando vigente. Si algo fue Perón es un ser carismático. El “usted” lo empleaba como una forma de cortesía. Perón tenía bien inculcado que el tuteo no lo hacía más cercano, sino menos respetuoso. En cambio, la situación extraordinaria de darle a las personas un trato de tú o vos, con naturalidad, desenvuelto y en el conocimiento profundo de los otros, fue para él una rareza.
Ahora bien, ¿quiénes fueron las pocas personas que trató con más llaneza, con el tú o con el vos durante su vida? Hemos logrado identificar a muy pocas, entre familiares, amigos, camaradas de armas y un fraile lego. Entre sus familiares, podemos destacar a su hermano Mario Avelino, a su esposa Eufemia Jáuregui, a sus sobrinos Dora y Arturo Perón Jáuregui. Obviamente a Conrado Perón (su tío segundo, con el que mantenían una relación más que cómplice), a dos de sus hijas: María Zulema y María Raquel Perón Moltedo. A su madre Juana Sosa recién la empezó a tutear en los últimos años de su vida, no cuando era adolescente ni adulto, donde el trato era de usted. A su padre nunca lo tuteó, como así tampoco a su abuela Dominga Dutey y a sus hijas Baldomera y Vicenta Martirena.
De los Toledo, al que trataba de tú fue a su primo hermano José Artemio Toledo (hijo natural de María Luisa Toledo, una de las hermanas de la madre de Perón, que colaboró en la secretaría privada de la Secretaría de Trabajo y Previsión). Como ya señalé, a sus tres esposas las trató de tú. En eso fue unívoco. Algo para ponderar es que no trató de vos a todos sus cuñados o cuñadas, ni mucho menos a sus suegros. De los Tizón, a los que tuteó fue a sus cuñados Cipriano (que fue muy compinche de Perón, tanto es así, que tenía un juego de llaves del departamento de la calle Posadas 1567), y a María (a quien Perón le escribió al menos siete cartas desde Italia, y con quien tuvieron un romance). También trató de vos a las hijas de su otro cuñado Justo (Susana y Dora “Gato” Tizón Echauri, que eran sus preferidas y a quienes les escribió algunas cartas y postales desde Italia). En cambio a los cuatro hermanos de Evita no les dispensó ese trato más familiar.
Entre sus amigos, son también contados con los dedos de la mano los que fueron tratados familiarmente de vos. Entre ellos podemos recordar a Manlio Olivari (que fue un compañero de la primaria en el Colegio Internacional de Olivos, que se siguió frecuentando con el correr de los años, al que Perón consideraba “su amigo de toda la vida”), a Alejandro S. Cloppet (con quien lo unía un parentesco: una tía abuela de Perón llamada Sinforosa Dutey, se había casado con un tío abuelo de Cloppet, llamado Francisco Blanc a mediados del siglo XIX en Chivilcoy, además hubo entre ellos una estrecha amistad, Perón lo llamaba cariñosamente “Alejandrito”, y los unía la práctica de la esgrima, además de que Cloppet fue abogado y confidente de Perón hasta su primera presidencia); y a Manuel Calixto Rocca (amigo de los Tizón, dueño de la Ferretería Montagnac y uno de los testigos en el casamiento de Perón con Potota). También recibieron esa familiaridad Elena Vicat (una jovencita que Perón había festejado cuando era cadete del Colegio Militar en 1912, hija del coronel Luis E. Vicat) y su hermano Luis Vicat (que fue cómplice de parrandas con Perón en tiempos juveniles, amistad que perduró por muchos años).
Resulta curioso y llamativo las pocas personas que Perón trató íntima y familiarmente a lo largo de toda su vida. El hombre que convocó multitudes, que fundó un movimiento político que aún mueve los hilos de la política nacional, que fue elegido tres veces presidente de los argentinos, solamente le dispensó el “vos” o el “tú”” a muy pocas personas, la mayoría de ellas familiares, tres amigos de la infancia, tres condiscípulos, sus tres esposas y un fraile lego.
* El autor es miembro de la Academia Argentina de la Historia