Cuenta la historia que en un reino muy lejano un joven condenado a morir en la horca, horas antes de su ejecución solicitó hablar con el rey. Como en muchas otras culturas, también en ese Estado, se acostumbraba a conceder un último deseo a quien iba a enfrentar el desenlace final; fue por esta razón que el rey aceptó acercarse a la celda del prisionero. “Su alteza, si perdona mi vida, me comprometo a enseñarle a hablar a su caballo”, propuso, agregando que el proceso “solo le llevará cinco años”.
El rey, con curiosidad y codicia, pues ningún otro reino contaba con un caballo parlante, acepta la propuesta, pero previene que si no cumple en el plazo previsto con lo prometido sufrirá terribles torturas antes de su ejecución. El joven acepta el desafío y el verdugo desmonta el escenario.
Mientras tanto, un anciano, alojado en la celda contigua, escuchaba perplejo la conversación. Apenas retirado el rey y su guardia, corre al encuentro del joven y pregunta "¿Has hecho hablar a un caballo antes?, recibiendo un “No” como respuesta. “¿Cómo cumplirías tu parte del trato? Terribles torturas te esperaran.” Sin embargo, la mirada del joven era calma y serena. Había comenzado ese día pensando que sería el último. Ahora tenía más tiempo. En cinco años el rey podría decretar un jubileo y dejar libres a todos los presos. O tal vez el rey se muere y quien lo sucede olvide el acuerdo. Quizás el que moría era él mismo, extinguiendo la muerte su obligación contractual, o ¿por qué no?, quizás el caballo hable.
Este antiguo cuento, atribuido al saber popular, sirve de ejemplo para entender la política económica presente en la Argentina desde hace tiempo. En un paralelismo con el cuento, el rey está representado por todos los argentinos, que dan oportunidades a quienes prometen soluciones mágicas, a pesar de haberlas probado antes sin resultados favorables.
Los caballos parlanchines se manifiestan cuando se propone que sin trabajo se puede zafar de la condena. Que sin respetar los contratos o las leyes la sociedad puede estar ordenada. Que cambiando las reglas todo el tiempo van a venir inversiones a largo plazo.
Los caballos parlanchines se manifiestan cuando se propone que sin trabajo se puede zafar. Que sin respetar los contratos o las leyes la sociedad puede estar ordenada. Que cambiando las reglas todo el tiempo van a venir inversiones
Quizás existan inversores otarios, calificación que el lunfardo define como “fácil de engañar”, para que vendan dólares a $80 cuando los traen, pero que cuando quieren retirarlos deban pagar $160 ¿Qué negocios dejan esos márgenes?
Tipos de cambio múltiples, impuestos regresivos, tasas de intereses reales negativas, inflación galopante, control de precios, hiper emisión de dinero y la permanente discusión sobre los alcances de ¿qué es la propiedad privada?, no son basuritas menores para tirar abajo de la alfombra.
Al igual que en esta historia, el anciano prisionero que ve atónito la propuesta encuentra un espejo en todos aquellos países que han resuelto las cuestiones básicas sobre la economía, a las cuales todavía seguimos aspirando, sin poder entender cuál es la extraña alquimia que ofrece Argentina para resolver sus asuntos. Países que han crecido por medio de la inversión privada, la competencia, la justicia, y el trabajo.
Las últimas medidas tendientes a frenar la “corrida hacia el dólar alternativo”, que no es otra cosa que un “sálvese quien pueda” constituyen un intento más, del “líder de los prisioneros”, el ministro Martín Guzmán en extender un poco más el momento de la ejecución o de la triste realidad.
Solo que en este caso no será el ministro quien pague el precio del “extended play”, o quien vaya a la horca, sino los millones de argentinos que fruto de estas políticas serán parte de los grupos de pobres e indigentes. Hay que enfrentar de una vez los cambios que deben realizarse y no seguir con un modelo dominado por medidas de corto plazo con beneficios efímeros pero inmediatos, y secuelas negativas menos instantáneas y más permanentes.
No se debiera seguir con un modelo dominado por medidas de corto plazo con beneficios efímeros pero inmediatos, y secuelas negativas menos instantáneas y más permanentes
En la lucha desesperada por detener la caída de la economía, muchos políticos parecen estar dispuestos a venderle el alma al diablo. El concepto de quemarse en el fuego eterno es menos aterrador que el miedo a perder la próxima elección.
Así, se ve una lucha desesperada de los políticos por aparentar que hacen cosas, por parecer ocupados apagando el fuego, aunque ignoren totalmente las causas que lo ocasionaron. Durante décadas los argentinos jugaron el rol del rey de esta historia, viendo como jóvenes prisioneros hicieron el cuento de que con el tiempo el caballo hablaría. Todavía, ¿alguien cree que el caballo pueda hablar?
El autor es Director en Fundación Iberoamericana de Telemedicina. Esta columna fue publicada en el blog Fin.Gurú
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