Si los partidos políticos actuales defienden valores o si sólo son máquinas de impulsar carreras políticas en nombre de cualquier bandera lo veremos cuando debatan el proyecto de ley de legalización del aborto remitido por el Gobierno al Congreso.
Por ejemplo: ¿cuál es el posicionamiento de Juntos por el Cambio? ¿El de Lilita Carrió, el de Ángel Rozas, el de Esteban Bullrich? ¿O el de un caprichoso Martín Lousteau al que para que fuese candidato hubo que ponerle una coequiper abortista a fin de no incomodarlo?
¿Cuál el del Frente de Todos? El del presidente del PJ, José Luis Gioja, quien afirmó, “por convicción, por racionalidad, por doctrina y por ser peronista”, que “el que está concebido para nacer, debe nacer”. ¿O el de un Presidente inspirado en la cultura hippie, que cree que defender la vida es una opción relativa, ajustable al humor del día o a la conveniencia del momento con el hipócrita argumento de: “soy católico pero este es un tema de salud pública”?
Espacio es el eufemismo de moda, entelequia que remite a una pertenencia sin exigencias
Es tal el relativismo que campea hoy en la política que ya no se habla de partidos. El eufemismo de moda es “espacio”, sinónimo de lugar donde “estar”, en sí y porque sí, sin importar el para qué, sin ideología, ni doctrina, que no compromete a nada porque no hay bases ideológicas ni doctrinarias con las cuales comprometerse.
“Espacio” es una entelequia. Remite a conglomerados difusos en los cuales, respecto a temas tan trascendentes para la condición humana como el derecho a nacer, no existe discusión política, intelectual ni doctrinaria alguna. Remite a una pertenencia sin exigencias.
Cecilia Moreau y Nicolás Dujovne, insólitamente unidos en el llamado a votar dejando de lado las convicciones
Por eso, sin sonrojarse, llaman a votar dejando de lado las convicciones, ya que evidentemente creen que se puede ir por la vida sin ellas. La joven diputada Cecilia Moreau (Frente de Todos) pidió a sus colegas legisladores “dejar en la puerta del Congreso” sus “convicciones religiosas o más personales”, de cara al debate sobre la legalización del aborto. Hermosa juventud idealista que seguramente se siente cómoda en compañía del ex ministro de Hacienda de Mauricio Macri, Nicolás Dujovne, que en 2018, en vísperas de la votación de la ley en Diputados, decía lo mismo: “Apoyo la ley de despenalización del aborto. Es una cuestión de política de salud, no de creencias personales”.
Unidos por el relativismo, ¿en qué se diferencian estos “espacios”?
Nadie sabe en política qué significa esa palabra, como no sea la ausencia de compromiso. Un movimiento o partido político exige la formulación de una plataforma de ideas político-doctrinarias apoyada en valores que deben ser aceptados y defendidos por quienes lo integran. Los que participan de un “espacio” están eximidos de esa obligación. Por eso sus referentes pueden manipular el posicionamiento de estos autodenominados espacios en temas trascendentes con la excusa o el atajo de la libertad de conciencia.
Sin embargo es precisamente en encrucijadas como la actual cuando los partidos políticos pueden y deben definir su identidad. ¿Qué es Juntos por el Cambio? ¿Qué es el Cambio?
En la sesión de 2018 en Diputados, Carrió habló de la mugre política de la madrugada por el sospechoso cambio de votos de una provincia pero luego no hizo la denuncia
¿Patricia Bullrich que milita el aborto? ¿Mauricio Macri que la nombró a dedo jefa del partido como si este fuera una empresa de su familia y que en su momento promovió sotto voce la legalización -incentivado por Marcos Peña- mientras públicamente decía estar en contra?
¿O Elisa Carrió, que denunció -a medias- las maniobras oscuras del entonces Presidente para forzar la aprobación en Diputados, que aun así fue agónica (129 votos contra 125)? Hubo “cambios y manipulación de votos” que “mostraron lo peor de la política mediocre y corrupta de los últimos años”, denunció Elisa Carrió aquel 13 de junio de 2018, luego de que todo el mundo asistiera al sospechoso cambio de voto de todos los diputados de una provincia, transfuguismo sin el cual no se hubiese dado media sanción a la norma.
Carrió habló de la “mugre política de las madrugadas”, pero pese a su permanente vocación por denunciar la corrupción -a veces con fundamento, otras con “información que me llega”- luego no hizo la denuncia de esa compra de votos, “para preservar la unidad de Cambiemos”, según explicó.
En el tema del aborto, Juntos por el Cambio va de Carrió, María Eugenia Vidal, Angel Rozas -que con convicción votó en contra de la legalización-, e incluso Horacio Rodríguez Larreta, que con su esposa fue a ver al arzobispo Jorge Bergoglio para pedirle bendición y oración en su intento de ser padres, a Mauricio Macri, Patricia Bullrich o Martín Lousteau. ¿Cuál es entonces la posición de ese “espacio”? Si se tratase de una fuerza política en serio deberían dar primero un debate interno para que sus legisladores voten según la opinión mayoritaria. ¿Van a preservar esta vez también la unidad a costa del sacrificio de la verdad?
Entonces serán más “Juntos por un Cargo” que Juntos por el Cambio.
¿A qué peronismo pertenecen los Pichetto, los Felipe Solá, los Arroyo, los Scioli, o la generación joven, los De Pedro, los Larroque, los Kicillof, los Rossi; o Cristina Álvarez Rodríguez (sobrina de Evita), que votaron en favor del aborto?
En cualquier fuerza política o “espacio” de reciente aglomeración esto podría llegar a tener un atenuante, pero no lo tiene de ningún modo y es imperdonable en un movimiento como el Justicialista, cuyos líderes históricos se proponían “desterrar del país la práctica del aborto criminal” y se comprometían a ofrecer “la máxima garantía de protección para el ser que llegará” y para “la futura madre durante la gestación”. Preguntado incluso su líder, el general Perón, por Bernardo Neustad en 1968: “¿Usted sabe que (Robert) McNamara fue a Buenos Aires y pronunció un discurso en el que condicionaba los préstamos al control de la natalidad…?” “Cosas americanas -contestó el General- para mí esto es un disparate. …la Argentina necesita más población y no tiene por qué limitar su natalidad”.
Entonces, ¿a qué peronismo pertenecen los Pichetto, los Felipe Solá, los Arroyo, los Scioli, o la generación “joven” de los De Pedro, los Larroque, los Kicillof, los Rossi; o incluso Cristina Álvarez Rodríguez (sobrina de Evita), que votaron en favor del aborto?
Más que el Frente de Todos son el “Frente de Algunos”.
En el caso de Cristina Kirchner, con el liderazgo indiscutido que ejerce en la mayoría del bloque de senadores nacionales -todo lo que a ella le interesaba de modo particular salió por unanimidad-, no hay excusa alguna para que se exceptúe de la responsabilidad de hacer que la bancada mayoritaria se oponga a matar argentinos por nacer.
Si hay un momento en el cual el peronismo debe manifestarse en defensa de valores es ahora porque, como afirma un argentino ilustre, “cuando se está cara a cara con la verdad, se caen las máscaras”.
El Presidente se pone la máscara de antiimperialista, cuando está cumpliendo a rajatabla las directivas de las usinas transnacionales que Perón hubiera llamado disparates y denunciado como intereses no argentinos
Hoy se invoca mucho los pactos y los acuerdos, pero lo primero que la Argentina necesita es un pacto por la vida porque todo carece de sentido si no somos capaces de defender primero la vida de la persona humana.
“Peleamos por la soberanía cultural”, dijo el Presidente en el Día de la Soberanía Nacional, poniéndose la máscara de antiimperialista, cuando está cumpliendo a rajatabla las directivas de las usinas transnacionales que Perón hubiera llamado como mínimo “disparates”. O, como de hecho lo hizo en 1974, denunciado como el accionar de “intereses no argentinos” que promovían “el control de la natalidad”.
Finalmente, el rol que oportunamente le tocó a Julio Cobos puede ser el que le corresponda a Cristina Kirchner en este debate. En una de sus indagatorias, ella eligió parafrasear a Fidel Castro cuando aseguró que la Historia la absolverá. Y podría ser cierto, pero su absolución no depende de que se identifique con el dictador cubano, sino de que siga los pasos de los fundadores del Movimiento al cual dice pertenecer y muestre su voluntad de ingresar a las puertas de la Historia como una defensora de la verdad. Salvo que quiera hacerlo como la reina de la mentira.
Y, entonces, ya no habrá “ni olvido ni perdón”.
El autor es dirigente justicialista. Fue Subsecretario general de la Presidencia (1995-1999) y vicepresidente de la Internacional Demócrata de Centro (IDC)
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