La batalla cultural pendiente

La lucha por las ideas que el kirchnerismo ha distorsionado es cada día más importante

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Cuaderno infantil del Ministerio de
Cuaderno infantil del Ministerio de Desarrollo Social. Gentileza La Nación

El episodio de la ministra de Educación de la Ciudad, Soledad Acuña, deja una cantidad de aristas interesantes para analizar. La primera es que lo dicho por la ministra es indudablemente cierto. De todas las catástrofes que produjo el kirchnerismo, el adoctrinamiento escolar y la utilización de los niños para propaganda política es una de las más despreciables. Esto no quiere decir que todos los maestros lo hagan, pero existe una cantidad importante que sí. El kirchnerismo tiene fanáticos irracionales metidos en casi todos los estamentos de lo público. Militan en los colegios, militan en las cátedras de universidad, militan en los medios de comunicación, militan en la actividad artística, no dejan lugar sin militar. El concepto de “militancia K” se ha convertido en un vehículo de  idiotización poderosa por gente que termina sacando, casi siempre, ventajas económicas de la situación. Decir tonterías políticas es muy rentable en el universo K. Más temprano que tarde el militante recibirá alguna retribución o prebenda del poder. De eso se trata.

El asunto es grave siempre, pero hay que coincidir con Acuña que al haber niños involucrados la cuestión es mucho más dramática. La andanada de críticas de kirchneristas que recibió la ministra indica que tiene razón. Los que la critican son los representantes directos de la decadencia. Existen varios ejemplos del adoctrinamiento: cuadernillos con conceptos políticos del Ministerio de Educación (acertada estuvo la escritora Pola Oloixarac al llamar al ministro Nicolás Trotta “trabajador esencial de la ignorancia”), actos escolares donde niños elogian a dictadorzuelos como el gobernador de Formosa, patéticas escenas de impresentables, como el ex Intendente de Avellaneda y actual ministro Jorge Ferraresi, haciendo que un niño le tome juramento en nombre de “Néstor y Cristina” y , por supuesto, el accionar de sindicalistas como Roberto Baradel. El muy cuestionable canal Paka Paka donde se parodiaba la figura de Domingo Faustino Sarmiento fue también un ejemplo de adoctrinamiento con fondos públicos. ¡Cómo olvidar la utilización escolar de la muerte de Santiago Maldonado donde se desplegaron usinas de mentiras! La lista de ejemplos es interminable. Un stalinismo de extrarradio propio del patetismo populista de los herederos de esa murga internacional llamada “socialismo del siglo XXI”.

Es interesante pensar qué habría pasado si este tipo de denuncias hubiesen empezado cuando el kirchnerismo perdió las elecciones y la administración Nacional, la de la Ciudad y la de la Provincia de Buenos Aires estaban gobernadas por miembros de la actual oposición. Eso fue lo que muchos esperábamos e intentamos desde adentro. Si se hubiera dado la indispensable batalla cultural la decadencia habría sido claramente menor. Era demasiado necesaria la lucha por las ideas que el kirchnerismo había distorsionado. Era también imprescindible la discusión sobre la historia que el kirchnerismo había manipulado panfletariamente. El tema del adoctrinamiento y el desastre que habían hecho los sindicatos dentro de la educación pública eran temas de los cuales se hablaba, de manera habitual, en áreas de gobierno. A mí me tocó estar un tiempo en la misma administración en la que está Acuña ahora e intenté dar peleas contra la manipulación histórica que se había hecho acerca de los oscuros y desgraciados años 70 y sobre el fraude y la corrupción de varios sectores del mundo del espectáculo.

Entendía que sin esa pelea iba a ser muy difícil gobernar y ponerle un freno al espiral de la decadencia. Por supuesto, no conté con el apoyo político que era menester para dar esa pelea y torcer la historia. Lo de Acuña es muy valioso, pero hubiera sido más valioso en 2015. Ese era el momento para dar todas las batallas en pos de la verdad y en contra de la decadencia. Por temor a los escraches, por creer que con los autoritarios se puede negociar, o por pensar que con gestos claudicantes se calma a las fieras se llegó al efecto contrario: los k vieron que podían seguir ganando y redoblaron la apuesta. Una inocencia peligrosa la de los que creen que cediendo ante los autoritarios tendrán una recompensa.

Al poco tiempo de satisfacer a los violentos con mi renuncia, el kirchnerismo calificó de “asesinos” a la gente de Cambiemos por el caso Maldonado. En un afán por desestabilizar arrojaron 14 toneladas de piedras en el Congreso. Los atosigaron de manera permanente con mentiras y violencia política. La peor batalla es la que no se da y hoy se demuestra. Nunca tuvieron los kirchneristas buena intención en analizar actos del gobierno anterior que, en muchos casos, eran políticas acertadas. El kirchnerismo es destructivo como oposición y como oficialismo. Algunos lo supimos siempre. La andanada en contra de la ministra Acuña es por decir la verdad. Algunas de las cosas que dijo están avaladas por estudios oficiales. Sería deseable que desde la oposición y desde las autoridades del Gobierno de la Ciudad haya una defensa más firme de la ministra. Argentina tiene un extraordinario problema con la verdad.

El problema con la verdad sigue llevando al país hacia una decadencia infinita. Los motivos rocambolescos por los cuales no hubo clases todo el año en Argentina son una muestra de eso. Es otra pelea que la oposición no está dando contra los sindicatos y contra la secta kirchnerista que miente compulsivamente. Desde la OMS hasta la experiencia europea (en medio del rebrote de coronavirus hay clases presenciales) son muchísimos los testimonios acerca de lo importante que es para los chicos poder ir a clases. Hace falta más firmeza cuando los que están enfrente son los portadores del atraso y la mediocridad. Las consecuencias serán nefastas para los chicos y sus familias.

Es un momento bisagra. Las constantes violaciones a los derechos humanos que se vienen produciendo en la Argentina están configurando un escenario inédito. El silencio de los kirchnerizados representantes de organismos, que decían defender derechos humanos, es atronador. El caso de Abigail Jiménez, en territorio del señor feudal de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, se suma a muchos casos de crueldad gubernamental. Políticos inmorales que saben muy bien cómo hacer negocios y someter a la población, pero que gobiernan feudos cada vez más pobres. Es alarmante la cantidad de muertos y casos de abusos de poder que sucedieron este año a causa de la cuarentena llevada adelante por políticos mediocres que sólo piensan en su permanencia en el poder. Padres que no pueden aliviar del dolor a sus hijos porque el poder viola sus derechos. La libertad individual está en peligro por gobernantes que son la confluencia exacta entre la brutalidad y la ignorancia.

La batalla cultural que hay dar en Argentina es enorme. Cada día que pasa es más importante.

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