¡Salgamos del Fondo!

Hay que encarar las reformas estructurales que exige a gritos nuestro país: reducir el tamaño del Estado, reformar el sistema de coparticipación federal, reformar el sistema previsional, reducir y simplificar impuestos y otras

El FMI con Martín Guzmán y Sergio Chodos, en la primera reunión de la misión que comenzó esta semana

Ésta semana volvió el FMI y comienzan las renegociaciones, nuevamente. Parece ser ya harina de otro costal las declaraciones del actual oficialismo cuando pedía a gritos y por diversos medios que no había que "volver al Fondo” cuando todavía no eran gobierno.

Nuestro país busca renegociar vencimientos por USD 44.000 millones y los plazos de gracias para el repago de la deuda; mientras que el Fondo quiere un acuerdo más de largo plazo que nos devuelva a la senda del crecimiento económico. La idea del Fondo es que la Argentina elabore un plan monetario y fiscal consistente; dejando atrás los parches cortoplacistas utilizados hasta el momento.

Los puntos centrales que le exigirá el organismo a nuestro país es, por un lado, una mayor reducción del déficit fiscal que lo sitúe por debajo del 4,0% (0,5 puntos porcentuales menos que el déficit propuesto en el Presupuesto 2021) y, por el otro, una morigeración del ritmo de emisión monetaria. Obviamente, ambas políticas no son mutuamente excluyentes y deben perseguirse de forma simultánea.

La idea del Fondo es que la Argentina elabore un plan monetario y fiscal consistente; dejando atrás los parches cortoplacistas utilizados hasta el momento

La raíz del problema en la Argentina es el abultado déficit fiscal, gasta más de lo que le ingresa. Cuando una persona gasta más de lo que le ingresa debe endeudarse, reducir su tenencia neta de activos para pagar sus gastos o bajar su gasto. No obstante, el Estado tiene más instrumentos: endeudarse, subir los impuestos, inyectar pesos o reducir el gasto. Sólo éste último camino no es recesivo; los demás terminan por corrosionar toda la estructura productiva y provocando distorsiones en las variables micro-macroeconómicas.

No obstante, tal como menciona Brainard (1967) si vas a hacer política económica, necesitarás más instrumentos que objetivos. Y, a nuestro país, en medio de la crisis de la pandemia, se le agotaron los instrumentos. Al aplicar una cuarentena tan estricta desde la segunda quincena de marzo, se impidió que el sector privado llevara normalmente sus actividades y, muchos, tuvieron que cerrar sus puertas; por lo que la recaudación cayó. Por otra parte, estaban en medio de una renegociación de la deuda; por ende, el mercado de créditos estaba cerrado. Así que, como reducir el gasto parece nunca no ser una opción, se escogió por inyectar “papelitos de colores” que nadie quiere y que se sabía que éstos iban a corroer el valor de una moneda ya bastante atrofiada.

Miguel Pesce, presidente del Banco Central (Maria Amasanti/Bloomberg)

Desde que asumió Miguel Ángel Pesce en el BCRA, la Base Monetaria (hasta el 3/11/20, último dato disponible) se incrementó en $615.808 millones, un 63% más que en comparación con el mismo período de un año anterior. La mayor parte de dicha expansión se explica por los pesos que se giraron al Tesoro para financiar su déficit ya sea por medio de Adelantos Transitorios, que acumularon desde el 10/12/19 unos $567.720 millones, o a través de Transferencias de Utilidades, que acumularon unos $1.202.000 millones. ¡Una emisión récord la de éste año! Para tener una noción de la magnitud de la inyección, en los 4 años en que duró la gestión de Mauricio Macri, los Adelantos Transitorios totalizaron los $365.880 millones y las Transferencias de Utilidades los $391.486 millones. Se está financiando entre dos y tres veces más al sector público en un año que en cuatro años de gestión.

Más precisamente, en sumatoria, desde que asumió Pesce, el BCRA emitió para financiar al sector público unos $1,8 billones, de los cuáles $1,4 billones se concentraron en el período desde que comenzó la cuarentena. Todo excedente de pesos, sumado a una falta de plan macroeconómico fiscal y monetario de mediano y largo plazo, comenzó a presionar fuertemente sobre el mercado cambiario con la flexibilización de la cuarentena, principalmente, en el sector del AMBA. Los mercados esperaban una aceleración de la inflación a partir del segundo semestre, por lo que a partir de ahí la autoridad de política monetaria se asustó y comenzó a absorber fuertemente los pesos que había emitido, a través de: 1) pases pasivos y Leliq; y, desde octubre, 1) con el dollar linked.

La raíz del problema en la Argentina es el abultado déficit fiscal, gasta más de lo que le ingresa

Así, el crecimiento de la deuda remunerada, pases y Leliq, se incrementó desde los $1.313.978 millones en marzo a los $2.042.221 millones en mayo, $2.421.091 millones en junio, $2.516.730 millones en agosto, $1.790.609 millones y en octubre a los $2.590.236 millones. Por otro lado, en octubre comenzó una devolución al BCRA a través de Adelantos Transitorios por $125.780 millones por parte del Tesoro gracias a la licitación del dollar linked que, al ser una tasa de interés más atractiva, hace que los tenedores de Leliq las cancelen y se pasen a éste bono del Tesoro, por lo que le entran pesos para darle al Central, en el corto plazo.

No obstante, fueron, nuevamente parches que no solucionan el problema de fondo. Un bono del Tesoro no resuelve la crisis de confianza que se agudizó en el último tiempo y la deuda remunerada es emisión futura si no se presenta un plan de austeridad fiscal consistente y creíble.

Se está financiando entre dos y tres veces más al sector público en un año que en cuatro años de gestión

Hasta ahora el Gobierno anunció su intención de reducir la inyección de pesos y la idea del Fondo es establecer metas cuantitativas de emisión monetaria. El meollo se encuentra en que, como dice Dixit (1996), la promesa sea creíble para que genere los efectos deseados. Es necesario que el plan sea claro y observable para todos, ex ante, e irreversible, ex post. Y, lamentablemente, no va a ser el caso.

En primer lugar, no tenemos una autoridad de política monetaria independiente; por lo que es de esperarse que en un año electoral y tendiente a incrementar el gasto corriente, se intente ayudar al sector público cuando lo amerite. En segundo lugar, todavía no tiene muchos instrumentos con el que fogonear el exceso de gasto; la recaudación va a tender a la baja y los mercados de capitales van a estar aversos a apostar por países con calidad institucional corroída. Por lo tanto, no hay que esperar grandes cambios de rumbos en materia monetaria.

Es imprescindible entender que para salir del Fondo y no volver más necesitamos encarar las reformas estructurales que exige a gritos nuestro país: reducir el tamaño del Estado, reformar el sistema de coparticipación federal, reformar el sistema previsional, reducir y simplificar impuestos, modernizar el mercado laboral, reforma educativa, garantizar la calidad institucional, las libertades individuales y los derechos de propiedad privada de los argentinos y apertura comercial. Si no lo logramos, no sólo caeremos al fondo sino que éste va a ser mucho más profundo que en épocas pasadas.

La autora es economista de la Fundación Libertad y Progreso