Semana de pijama party para Alberto Fernández

El Presidente descansa en Vitobello y en Biondi para sus operaciones más personales y delicadas. La confianza es absoluta. Ahora se suma la intimidad de verse mutuamente en calzones. Al menos durante los días que dure la cuarentena obligada

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El presidente Alberto Fernández. EFE/ Juan Ignacio Roncoroni/Archivo
El presidente Alberto Fernández. EFE/ Juan Ignacio Roncoroni/Archivo

Alberto Fernández está viviendo desde el lunes en el medio de un virtual pijama party. Abandonó el lecho matrimonial de la residencia presidencial y se trasladó a la casa de huéspedes de la Quinta de Olivos, donde convive junto a Julio Vitobello y Juan Pablo Biondi. Presidente, secretario general y vocero comparten un chalecito con tres dormitorios y una cocina comedor con kitchenette.

Cuarentena obligada después del viaje a Jujuy y Bolivia para despedir a Evo Morales, donde sobró emoción y faltó responsabilidad. Las fotos de la última cena del boliviano en Argentina con Fernández y su gabinete hablaron por sí solas: ni barbijos, ni distancia social, ni aire libre. Todo mal. 🤬

Y si algo faltaba era un Covid positivo en la comitiva. La suerte para la desgracia le tocó a Gustavo Beliz, quien después de compartir con el Presidente esa cena, todos los eventos y el viaje en avión de ida y vuelta, se enteró de que había un brote del virus en su casa que inició Clara, su hija adolescente.

Así las cosas, Alberto Fernández volvió a una rutina casi idéntica a la del inicio de la pandemia. Se encuentra aislado en Olivos con dos colaboradores-amigos que en lo cotidiano ejercen un rol parecido al que tenían Miguel Ángel Vicco y Ramón Hernández al lado de Carlos Menem, es decir son más secretarios privados presidenciales que los cargos que ambos ostentan en el esquema ministerial.

La comparación no es mezquina. Fernández descansa en Vitobello y en Biondi para sus operaciones más personales y delicadas. La confianza es absoluta. Ahora se suma la intimidad de verse mutuamente en calzones. Al menos durante los días que dure la cuarentena obligada.

En ese contexto, el Presidente cumplió 50 días sin contacto directo con su vicepresidenta, el lapso más largo de silencio mutuo desde que asumieron el poder. Sin embargo, la distancia está lejos de significar una ruptura. Parece más un impasse producto de hartazgos personales que otra cosa. Ambos hicieron en este tiempo gestos casi de “amor” mutuo.

Cristina Kirchner y Alberto Fernández
Cristina Kirchner y Alberto Fernández

Veamos dos ejemplos concretos.

CFK indultó a Martín Redrado invitándolo a tomar café y preguntándole al economista preferido del establishment cómo veía el actual momento económico en la misma semana en que el dólar paralelo llegaba a los 195. La caricia no fue solo para Alberto sino también para el mayor promotor de Redrado en la coalición gobernante, Sergio Tomás Massa.

Alberto Fernández hizo su primer (y posiblemente no único) cambio de gabinete después de la carta pública de su vicepresidenta (“funcionarios que no funcionan”) y no solo sacrificó un peón propio, la santafesina María Eugenia Bielsa, sino que la reemplazó por el vicepresidente del Instituto Patria.

Cristina no llamó para agradecer, pero está claro que el ministerio para Jorge Ferraresi es todo un gesto hacia ella.

Mientras los gestos son abrir el juego y nombrar kirchneristas, en la gestión no hay problemas. El tema es cuando Alberto sobreactúa ideología. Ahí muchas veces patina. Nadie espera que un dirigente con su trayectoria llegue a la Presidencia para hacer la revolución. Entre otras cosas porque mas allá de su auténtico romanticismo latinoamericanista, Grupo de Puebla incluido, Fernández no tuvo una militancia izquierdista ni siquiera en su adolescencia.

Y a ser ideológico, como a hacer el amor, no se aprende después de los cincuenta…

Dicen los que tienen memoria que el famoso impuesto a las grandes fortunas que finalmente se votará el próximo martes tuvo un equívoco origen por acción del propio Presidente. El proyecto aún no estaba ni escrito y era solo una idea en cabeza de Máximo Kirchner cuando un periodista muy cercano a ambos integrantes de la fórmula presidencial se enteró y sorprendió a Alberto Fernández preguntándole si estaba de cuerdo en un reportaje público.

En vez de decir que no estaba enterado o que lo iba a estudiar, el Presidente se embarcó en ponderar la idea. En el Congreso tuvieron que terminar corriendo para que se convirtiera en proyecto de ley.

El presidente Alberto Fernández junto a Máximo Kirchner, Carlos Heller y Martín Guzmán
El presidente Alberto Fernández junto a Máximo Kirchner, Carlos Heller y Martín Guzmán

A pesar de que los voceros presidenciales hacen lo posible para despegar a Alberto del nuevo impuesto, lo cierto es que fue casi el impulsor del mismo por sobreactuación ideológica.

¿Lo mismo que pasó con Vicentin? Es pregunta.

Pero si hay un terreno en el que sí se siente cómodo Alberto es cuando transita el camino de la nestorización de su gestión. Kirchner, que había iniciado su vida política como intendente, mantuvo siempre como presidente una alianza estratégica con esa primera línea de fuego, muchas veces para perforar y horadar también el poder del gobernador de turno.

Alberto Fernández cada vez pondera más la efectividad de los intendentes. Y cada día los quiere tener más cerca, a pesar del ruido que eso genera en La Plata. “Lo hacemos para ayudarlo a Axel, ellos se sienten mas cómodos hablando con Alberto que con él”, explican los amigos presidenciales (sic).

En lo que no puede imitar Alberto al ex Presidente es en la relación con el FMI. Está claro que no tiene plata para pagar la deuda y sacárselos de encima como en su momento hizo Néstor y tiene que sí o sí conseguir un acuerdo. El aislamiento presidencial coincidió con la llegada de la comitiva del Fondo a Buenos Aires y Alberto dejó, una vez mas, en manos de Guzmán y su equipo estos menesteres.

El ministro de Economía Martín Guzmán (EFE/ Juan Mabromata/Archivo)
El ministro de Economía Martín Guzmán (EFE/ Juan Mabromata/Archivo)

Cuán cerca estamos de la panacea de cerrar un buen acuerdo con el Fondo fue contestada con un oxímoron por uno de los negociadores de Guzmán: “Es imposible pero no improbable”. 🤷🏻‍♀️

Si bien las dos horas de reunión de la comitiva del FMI con Sergio Massa fueron de las más publicitadas, las tres horas que habló casi sin parar Eduardo Wado De Pedro con Julie Kozack, Luis Cubeddu y Trevor Alleyne fueron seguramente las más estratégicas.

Con ellos dos el Fondo se llevó una señal inequívoca de uniformidad de criterio en las tres alas de la coalición gobernante. Massa los sedujo a más no poder. Incluyó la estratégica entrega hasta de camisetas de River firmadas por Gallardo para los hijos de Cubeddu, que son fanáticos. Y Wado, “el arquitecto”, fue la voz de La Cámpora, de Cristina y de esa parte de la alianza de gobierno con la que no pueden hablar directamente.

El análisis estratégico del país que desarrollaron ambos dirigentes fue, dicen testigos de ambos encuentros, de lo más descarnado que pudieron escuchar. También de parte de Massa escucharon algún reproche: “¿Viste cómo es esto, Julie? Resulta que los buenitos para ustedes como De la Rúa y Macri van y les piden plata. Y ustedes les dan el blindaje y el super blindaje. Y después llegamos nosotros los populistas y tenemos que arreglar las cagadas de los prolijitos. Es así siempre es así…”.

En síntesis, el FMI se va de regreso con una certeza. Que Martín Guzmán es respaldado por las tres patas del poder actual y que representa el equilibrio de fuerzas interno del Gobierno.

Bonus Track

Es la primera vez en muchos años que un Presupuesto vuelve a la cámara de origen. Esta vez entró por Diputados, se sancionó en el Senado a libro cerrado y un error de ida y vuelta hizo que tuviera que regresar a Diputados. En la semana el yerro incluyó todo tipo de versiones de internas entre CFK y Sergio Tomás. Pero lo cierto es que fue el mismísimo Ministerio de Economía el que olvidó incluir las planillas de obras previstas durante el 2021, pleno año electoral, en las distintas provincias. ¡Barbas en remojo para Economía!

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