Según el cristal con que se mira

Dedicado a la bendita memoria de Rabbi Lord Jonathan Sacks zl´

El simbólico comienzo de la Shoá, el Holocausto y genocidio judío en la Segunda Guerra Mundial

El cristal tiene la particularidad de hacer que nuestros ojos decidan dónde mirar. Podemos ver a través de su transparencia lo que tenemos enfrente, o bien focalizar la retina y, en exactamente el mismo punto, ver el reflejo de lo que tenemos detrás. En momentos de grandes decisiones, recordar la imagen del cristal frente a nosotros nos ayuda a definir si las tomaremos aferrados al reflejo de algún ayer, o en función del diseño de algún mañana.

Esta última semana hemos conmemorado el aniversario de la KristallNacht, la “Noche de los Cristales Rotos”. En esa noche de noviembre de 1938, el odio nazi desató una furia de violencia que arrastró a la destrucción y quema de cientos de negocios, instituciones y sinagogas judías en Alemania y Austria. Se la recuerda como el simbólico comienzo de la Shoá, el Holocausto y genocidio judío en la Segunda Guerra Mundial. La noche en la que el cristal quebrado cargó de humillación a todo reflejo del pasado, y de vergüenza a todo recuerdo del futuro.

Casi 80 años después, en agosto del año 2017, fallecía el hombre más anciano del mundo, apenas un mes después de cumplir 114 años. De no conocer mucho más que ese dato, podríamos suponer que su larga vida fue producto de años vividos en tranquilidad, lejanos a situaciones de alto estrés y llenos de armonía. Sin embargo, la vida del longevo Israel Kristal fue todo lo opuesto. Aquella noche de Cristales Rotos quebraría también su historia. En su nombre cargaba el de todo un pueblo. En su apellido, la forma en que decidiría mirar el tiempo.

Nacido en 1903 en Polonia, sobrevivió cuatro años en el Gueto de Lodz, hasta que fue transportado al campo de exterminio de Auschwitz. Allí su esposa y sus dos hijos fueron asesinados. Cuando el campo fue liberado, Israel era apenas un esqueleto caminante de 37 kilos. Fue el único que sobrevivió de toda su familia.

Después de la tragedia volvió a casarse con otra sobreviviente, tuvieron hijos y se instalaron en Haifa, Israel. Allí dedicaron su vida a un negocio de dulces y chocolates. Aquellos que lo conocieron decían que era un hombre sin amargura ni rencor en su corazón. Él sólo quería que conocieran el sabor de su dulzura.

En 2016, a la edad de 113, pudo finalmente celebrar su Bar Mitzvá. Cien años antes le había sido imposible, ya que su madre había fallecido recientemente y su padre se encontraba luchando en la Primera Guerra Mundial. El día de su Bar Mitzvá, bromeó diciendo que era el hombre más anciano del mundo que se colocaba los Tefilin (filacterias de uso ritual). Unió a sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos debajo de su Talit (manto ritual tradicional) y, al bendecirlos, dijo: “Aquí hay una persona, y miren cuántas personas trajo a la vida. Mientras todos estamos aquí debajo de mi Talit, solo pienso una cosa: 6 millones de personas, imaginen el mundo que podrían haber construido”.

Esta semana a la vez, leemos el texto bíblico que narra acerca del fallecimiento del patriarca Abraham. Su vida no fue de cristal. Luego de una vida difícil, llena de exilios, guerras, hambrunas, la distancia con sus hijos y una bendición que demoró décadas en tener en sus manos, nos describen la muerte del patriarca: “Respiró su último hálito, y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años” (Gen 25:8). ¿Cómo puede el texto relatar una vida tan completa y una muerte tan serena después de todo lo que Abraham había vivido?

El Rabbi Jonathan Sacks se pregunta, en historias como la de Israel Kristal, cómo la gente que vio y vivió la oscuridad más profunda del ser humano pudo continuar adelante con sus vidas. ¿De dónde se saca la fortaleza? ¿Cómo lograron encontrar sentido en un mundo que les arrancó todo? Es entonces, que descubre un denominador común en casi todas esas historias. Durante años permanecieron en silencio, por décadas no hablaron de lo que les pasó. Ni entre ellos, ni con sus propios hijos. Dedicaron su tiempo, antes que nada, a reinventarse y construir nuevamente el mañana. Se casaron, trajeron nueva vida, construyeron escuelas, comunidades, organizaciones de bien público y un Estado modelo para el mundo. Cuando vieron que el futuro estaba asegurado, recién entonces comenzaron a hablar del pasado. Cuarenta o cincuenta años después, muchos escribieron libros, filmaron documentales, levantaron recordatorios y museos, y financiaron viajes para que los jóvenes recorrieran y conocieran la historia de esos lugares donde la humanidad dejó de ser humana. Primero miraron a través del cristal de su tiempo el mañana, sólo después el reflejo doloroso del ayer. Primero construyeron el futuro. Sólo después se permitieron recordar el pasado.

Es uno de los mensajes que, sin dudas, más me ha inspirado de Lord Sacks. Aprender a medir, a invertir, a comprender la manera en que pasa y en que vemos el tiempo. Actuar y decidir asumiendo que no somos lo que nos haya sucedido, sino lo que hagamos con eso. Que el futuro es ese lugar que habitaremos, por lo que las decisiones de hoy debemos pensarlas mirando a través del cristal de nuestra vida al mañana, para con orgullo, darle su lugar al reflejo de nuestro ayer.

Amigos queridos. Amigos todos.

Israel Kristal falleció en la noche de un Shabat. Al evocar su historia, el Rabbi Sacks recuerda que irónicamente en esa semana se leía de la Torá el párrafo en el que se prescribe el uso del Talit y Tefilin, asegurando larga vida en la tierra de los ancestros.

También el Rabbi Sacks partió el pasado Shabat. Irónicamente esta semana leemos acerca de la partida del patriarca Abraham, creador de ideas y vocero de un mensaje de paz. El Rabino Sacks, constructor de puentes y referente del dialogo interreligioso, dijo: “Las guerras se ganan con armas, pero es con ideas que se gana la paz”.

Estamos llamados a construir el futuro, para entonces honrar nuestro pasado. Son las ideas y los mensajes inspiradores las rutas para alcanzarlo. Porque siempre hay tiempo. Tiempo de dejar a un lado el rencor para entregar más dulzura. De volver a las raíces mientras abrazamos a nuestros mañanas. Porque no importa la cantidad de años, sino la sabiduría con la que hemos mirado el cristal de la historia del tiempo.

El autor es rabino de la Comunidad Amijai, y presidente de la Asamblea Rabínica Latinoamericana del Movimiento Masorti.