Ortodoxia y heterodoxia, ¿qué es lo que necesita la economía argentina?

El primer concepto se refiere a lo generalmente aceptado, y el segundo a las teorías minoritarias. El país requiere virar hacia una economía virtuosa, que aproveche al máximo las ventajas naturales y el talento empresarial

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El Gabinete económico combina medidas ortodoxas con otras heterodoxas
El Gabinete económico combina medidas ortodoxas con otras heterodoxas

La opinión pública, en general, ha “comprado” el argumento de que existe un “giro a la ortodoxia” del gobierno de Alberto Fernández, autorizado, supuestamente, por la reciente carta pública de la vicepresidente Cristina Fernández, en la cual se desentiende de la gestión de la economía y parece culpar a la inacción de su “representante” en el Poder Ejecutivo por los pésimos resultados que muestran los principales indicadores socioeconómicos.

Algunos economistas festejan este cambio de dirección, mientras que otros opinan que ya es tarde. Guillermo Kohan habla de “otro Guzmán”. Walter Graziano, por su parte, utiliza frases como “giro de 180º” y “medidas cercanas a la ortodoxia”, mientras recomienda recurrir al FMI para solicitar dinero fresco a fin de evitar el “ajuste ortodoxo”.

Este aparente consenso es difícil de interpretar. El término “ortodoxia” deriva de las raíces griegas orthos (correcto) y doxa (opinión). Su significado no es literal, sino que se utiliza para denominar a la corriente principal del pensamiento económico. Es en ese sentido que se la puede considerar como la “opinión correcta”.

La ciencia avanza, creando modelos y teorías que tienen lógica y coherencia internas, además de responder adecuadamente a los testeos econométricos a los que son rigurosamente sometidos una y otra vez. Se utiliza el método falsacionista de Karl Popper, que explica que ninguna teoría es definitiva sino que se acepta provisionalmente, mientras no sea “falsada” o refutada por otra de mejor calidad o por groseras fallas en la contrastación empírica. Es así que se va formando un cuerpo teórico generalmente aceptado, al que, por convención se denomina “ortodoxo”.

En este marco, los “heterodoxos” son aquellos que defienden teorías minoritarias y no aceptan el enfoque dominante, adoptando una visión alternativa. Suelen ser fuertes críticos de la “trilogía” de supuestos sobre los que descansa la economía convencional: que los agentes económicos son racionales, que maximizan beneficios y que permiten un equilibrio espontáneo de los mercados.

En los EEUU, casi todos caben en la corriente principal. La “síntesis neoclásica” unió la macro de John Keynes y la micro clásica. Fueron luego aceptadas con mayor o menor énfasis, las contribuciones del monetarismo de Milton Friedman y la escuela de las Expectativas Racionales de Robert Lucas. Existe, también, en la actualidad, una revalorización de las contribuciones de la Escuela Austríaca de Ludwig von Mises y Friedrich Hayek.

Los únicos exceptuados son los “chartalistas”, una exótica forma de pensamiento económico que pregona la “Teoría monetaria moderna”, a la que Kenneth Rogoff alguna vez bautizó “Tontería monetaria moderna”.

La teoría monetaria moderna rcomienda maximizar la cantidad de dinero que se pone en el mercado, para permitir que la economía crezca y que los ingresos de la población evolucionen favorablemente. Por supuesto, no aceptan que exista relación causal entre dinero y precios
La teoría monetaria moderna rcomienda maximizar la cantidad de dinero que se pone en el mercado, para permitir que la economía crezca y que los ingresos de la población evolucionen favorablemente. Por supuesto, no aceptan que exista relación causal entre dinero y precios

Su “aporte” principal es la idea de la soberanía monetaria de los estados. Recomiendan maximizar la cantidad de dinero que se pone en el mercado, para permitir que la economía crezca y que los ingresos de la población evolucionen favorablemente. Por supuesto, no aceptan que exista relación causal entre dinero y precios.

Interpretación particular

En la Argentina, las cosas son bastante diferentes. Se denomina, confusa y erróneamente, como “ortodoxia” a las estrafalarias recetas del FMI, que mediante “apretones monetarios y fiscales”, propone torturar a la economía para obligarla a que, sin medidas de fondo, tome el rumbo que los funcionarios desean.

En la Argentina, las cosas son bastante diferentes. Se denomina, confusa y erróneamente, como “ortodoxia” a las estrafalarias recetas del FMI

La heterodoxia latinoamericana es el Estructuralismo Cepaliano. Son los creadores de la Teoría de la dependencia, de la idea de que la inflación es fruto del conflicto distributivo y de que hay un deterioro permanente de los términos del intercambio. Con este pretexto, surgió el “exitoso” experimento que dio en llamarse “industrialización sustitutiva de importaciones”.

Aunque cueste creerlo, los descendientes de Aldo Ferrer y Raúl Prebisch parecen ser mayoría en la Argentina, y miles de ellos están permanentemente atornillados a los escritorios del poder, cualquiera sea el gobierno de turno. Una de sus recetas consiste en aislar comercialmente al país del resto del mundo, muchas veces con un falso discurso de “apertura inteligente” que, en realidad, alienta a exportar mucho e importar poco o nada.

Una de las recetas muy utilizadas en la Argentina consiste en aislar comercialmente al país del resto del mundo, muchas veces con un falso discurso de “apertura inteligente” (Reuters)
Una de las recetas muy utilizadas en la Argentina consiste en aislar comercialmente al país del resto del mundo, muchas veces con un falso discurso de “apertura inteligente” (Reuters)

Otra premisa importante es que los mercados libres premian a los poderosos en detrimento de los más desposeídos. Justifican, de esta manera, la intervención masiva del Estado, a fin de “corregir las fallas de mercado” y “redistribuir el ingreso” en favor de las mayorías populares.

Casi todos de los vecinos de Latinoamérica, después de la caída del muro de Berlín y de la desaparición de la Organización de Países no Alineados, abandonó el ideario aislacionista y adoptó una “nueva ortodoxia”. Para crecer y mejorar los ingresos de la población, se propusieron incrementar el comercio, exportando e importando volúmenes crecientes de mercancías y servicios. Dedujeron que lo importante es el volumen y no el saldo comercial.

Al final de cuentas, aunque (casi) nadie lo advierte, los tan elogiados superávit implican un ingreso de billetes verdes (que no se comen) y una salida de alimentos (que si se comen). Alto volumen de comercio implica alta creación de empleo y mejora en los salarios. La mezquindad mercantilista de “vivir con lo nuestro” es únicamente compatible con bóvedas repletas de divisas y “graneros vacíos”.

Los tan elogiados superávit implican un ingreso de billetes verdes (que no se comen) y una salida de alimentos (que si se comen)

La “nueva ortodoxia” también adoptó el método de alentar la producción con incentivos tales como bajos impuestos y legislación favorable a la creación de empleo registrado. Lentamente, se fue abandonando la coacción, los controles, las prohibiciones y las marañas burocráticas.

Estas herramientas fueron utilizadas primeramente por los países emergentes del sudeste asiático. Su notable éxito hizo que las nuevas naciones que surgieron luego de la disgregación de la Unión Soviética, las copiaran. Finalmente, América Latina, aprendió la lección y emprendió, mayoritariamente, este nuevo camino.

Argentina, cuna del estructuralismo populista, parece estar adoptando nuevamente la “vieja ortodoxia del FMI”, consistente en aumentar las tasas de interés y los impuestos, con la intención de enfriar la demanda, generar saldos exportables y mantener artificialmente bajo el precio del dólar y de los alimentos.

La Argentina, cuna del estructuralismo populista, parece estar adoptando nuevamente la “vieja ortodoxia del FMI”, consistente en aumentar las tasas de interés y los impuestos (EFE/EPA)
La Argentina, cuna del estructuralismo populista, parece estar adoptando nuevamente la “vieja ortodoxia del FMI”, consistente en aumentar las tasas de interés y los impuestos (EFE/EPA)

Si la intención es ganar tiempo, mientras se elaboran y se negocian los proyectos de reformas que impliquen un viraje hacia “la nueva ortodoxia”, el actual esquema del “nuevo ministro” tendría posibilidades de ser provechoso. Podría surgir la oportunidad de virar hacia una economía virtuosa, que aproveche al máximo sus ventajas naturales y su talento empresarial.

Si, en cambio, el gobierno pierde el tiempo y pretende no hacer otra cosa que continuar con la “doble tablita cambiaria”, que describe Andrés Asiain en una nota reciente, se habrá perdido la gran oportunidad que implica contar con un escenario internacional muy favorable. El artículo citado, propone seguir con el “crawding peg” (sic) y continuar manipulando los tipos de cambio alternativos, para disminuir la brecha y converger a un tipo de cambio de equilibrio sin devaluar, aplicando el rigor monetario y fiscal que, habitualmente recomienda el FMI. No es difícil predecir el resultado de esta estrategia. De sus consecuencias, mejor no hablar, para no alarmar, aún más, al sufrido pueblo argentino.

El autor es economista y asesor financiero

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