El callejón sin salida de la economía argentina

El Gobierno parece estar convencido de que la solución es aumentar el gasto público

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El presidente Alberto Fernández saluda
El presidente Alberto Fernández saluda al ministro de Economía, Martín Guzmán (Juan Mabromata/Pool via REUTERS)

La economía argentina parece estar encerrada en un callejón sin salida. Desde 2011 que no encuentra solución al problema de la estanflación. Se pagan los costos de una alta inflación y crisis cambiarias sin ningún beneficio sobre el nivel de producto. La economía del país, o quizás mejor dicho el gobierno, parece estar en un callejón sin salida.

El Gobierno parece estar convencido de que la economía necesita un impulso de demanda. Hay que aumentar el gasto público y ponerle dinero en el bolsillo a la gente para que aumenten su consumo. El problema no sería la falta de rentabilidad en el sector privado, el problema es falta de gasto.

Hay dos datos que muestran que el problema económico no es la falta de gasto. El primero es el actual nivel de gasto público. El Estado argentino es un gastador serial y debería ser potencia económica mundial si el gasto fuese el origen del nivel de ingreso. De hecho, el Estado gasta tanto que es insostenible. De allí que la Argentina repita su interminable ciclo de crisis cambiarias y defaults. El segundo dato relevante es nada menos que la actual tasa de inflación. Si el problema de la economía argentina fuese falta de gasto (demanda agregada), entonces deberíamos ver un escenario de deflación. La creciente inflación sugiere lo contrario: un exceso de gasto financiado con emisión monetaria. La idea del gasto público como motor de la economía, tan asociada a Keynes, se suele recomendar en un contexto de bajo gasto público, bajo nivel de deuda, alto desempleo, y deflación. La Argentina se encuentra en el escenario inverso. El país necesita ser más anti-Keynes.

Si el gasto no es la solución, ¿qué alternativas quedan? Es difícil ver en el consumo privado un camino de salida. Los niveles de pobreza y el alto costo fiscal del país no dejan más que un mercado interno pequeño y de ingresos limitados para absorber un aumento de la producción. Dejando de lado el sector público y las familias como potenciales motores de la economía, quedan dos candidatos para la recuperación argentina: los inversores y el sector externo. Ambos requieren lo que economistas no se cansan de recomendar, una serie de reformas institucionales que sean creíbles.

Argentina no posee ahorros internos. ¿Cómo los va a tener con una historia de confiscaciones y una tasa de inflación superior al 60% anual desde mediados de 1940 a la fecha? Ahorrar en Argentina es misión imposible. O los ahorros son confiscados, o los mismos son consumidos por la inflación. Por lo tanto, Argentina debe recurrir a inversores externos. Pero atraer inversores externos requiere que se bajen los costos regulatorios, costos laborales, y la presión fiscal por un lado y que se reduzca el riesgo país por el otro.

Queda el sector externo, nada menos que el resto del mundo como potencial cliente de lo que se produce en el país. Claro que, para que el producto argentino sea demandado por el mundo, debe ser ofrecido a un precio competitivo. Esto no quiere decir depreciar el tipo de cambio, sino aumentar la productividad del país. Nuevamente, reducir costos regulatorios, costos laborales, y presión fiscal, así como permitir a los exportadores quedarse con sus dólares, en lugar de tener que venderlos al banco central a cambio de pesos.

En verdad, lo callejones sí tienen salida. Cuando uno entra por accidente en un callejón sin salida, gira 180 grados y continúa caminando. Lo mismo debe hacer la dirigencia política con la economía y las instituciones del país.

El autor es economista, profesor (Metropolitan State University of Denver y UCEMA) y senior fellow del American Institute for Economic Research

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