Monseñor Ojea y la encíclica “Fratelli tutti”

El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina habló de la encíclica del papa Francisco. En breves entrevistas, sintetizó las 200 páginas en tres trazos: “El amor universal”, “La dignidad humana” y “El destino universal de los bienes”

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El papa Francisco y monseñor
El papa Francisco y monseñor Oscar Ojea

I. El amor universal

Sombras de un mundo de corazones cerrados

Francisco “en el primer capítulo nos habla de las sombras que obstaculizan la fraternidad, sombras en un mundo cerrado” y por ende de “la necesidad de “apertura”, y se lamenta de que la palabra esté hoy cooptada por la economía cuando en realidad el término debería aplicarse más a la “apertura del corazón”, a la “apertura cultural”, a esa dimensión del amor que hace que yo pueda crecer con el diferente”; sea la diferencia del hermano gemelo o del extraño, amigo o enemigo.

Recordemos que la Buena Noticia de Jesús es que Dios existe y hemos sido creados por Él, que es Amor, por amor y para el amor (Gen. 1:31 y 1:26).

Del buen samaritano al ejemplo de San Francisco de Asís

“El Papa se inspira -dice Ojea- en San Francisco de Asís, que se sintió hermano de todas las criaturas. Él tenía una relación armónica con todos lo demás, porque la libertad que le da la pobreza es inmensa, entonces desde esa libertad puede sentirse hermano de todos”.

“Yo tengo tantos hermanos que no los puedo contar

Y una novia muy hermosa

Que se llama libertad”

(Atahualpa, Los hermanos).

“Por otra parte -y en una dimensión más profunda, agrega Ojea- el Papa toma como fuente de inspiración la parábola del buen samaritano”. En ella, se describen las relaciones conflictivas entre aquel que va de Jerusalén a Jericó, es reducido, asaltado y herido por unos ladrones, después tratado con indiferencia por un sacerdote y un levita que lo ven y siguen de largo y la relación con un extranjero que se compadece, cura sus heridas, lo carga sobre su cuerpo, lo traslada a una posada, cuida de él y luego encarga su cuidado al posadero (San Lucas, 10, 25-37). En este encuentro ejemplar el samarita -sin saber si el herido era de su misma sangre, si era amigo o enemigo, si comulgaba su fe o no- se hermana con él.

El Santo Padre “universaliza” este encuentro, nos dice Ojea: “El Papa nos propone esta realidad evangélica de hacernos hermanos de los demás, incluso de los que están lejos. Eso está en la base de su predicación... No es un amor sentimental, es un amor concreto, es algo que se fundamenta en la dignidad de la persona”.

Del amor de amistad al amor universal

Retomando la exhortación Amoris Laetitia, el obispo de San Isidro recordó que el Papa señala allí: “El amor matrimonial, de alguna manera tiende a expandirse y se difunde en un amor universal, lo mismo que el amor de amistad. De alguna manera cuando uno siente que está amando a una persona, y siente esa revolución interior, que también tiene que ver con el enamoramiento, no sólo nos parecen más buenas todas las cosas, sino que uno tiende a hermanarse con aquellos que son distintos, es como recobrar fuerzas para poder vivir esa fraternidad universal”.

De la soledad del consumismo al amor familiar y en comunidad

“Pero entre las oscuridades -el Papa dice- estamos aislados, construimos muros, y quedamos presos dentro de esos muros, sin alteridad, nos habla de que estamos en este mundo globalizado, y la globalización nos acerca pero no nos hace hermanos; nos iguala a un nivel muy abstracto pero no tiene la profundidad que tiene la fraternidad”.

“Nosotros, en el mundo, por un lado actuamos como consumidores de objetos. Por otro lado como espectadores de la vida, pero nos cuesta interactuar: estamos solos…”.

“Poned atención: un corazón solitario no es un corazón”, dice Antonio Machado.

“A esto se suma -prosigue diciendo el Papa- que hay como una licuación de la propia identidad, y una suerte de pérdida de la memoria histórica. Es como si el mundo empieza conmigo, yo soy ciudadano del mundo, yo pongo condiciones”. Pero en el fondo está “mi pertenencia a una comunidad, a una familia, a una cultura, a un pueblo”.

“La Iglesia, pueblo de Dios, es un pueblo unido, lleno de relaciones, lleno de rostros concretos que van haciendo y desarrollando un proceso histórico. Este pueblo se encarna en las distintas culturas, y las distintas culturas tienen enormes riquezas que nos hacen mejores personas…”, dice Francisco.

Resalta el Papa: “Toda esta dimensión maravillosa del amor abierto, del amor al diferente, de la necesidad de enriquecernos y de no perdernos la riqueza que nos dan los otros, en lugar de construir muros, en lugar de encerrarnos en nosotros mismos, y en lugar de vivir como espectadores y consumidores”. Entonces, el mundo no es recinto sino “anchura”.

"Otea en torno a sí, y el mundo es suyo;

le urge la inmensidad, mas no le embarga;

nada le oprime: muros, ni palacios".

(Goethe)

II. La dignidad humana

“La dignidad humana está en ser hijos de Dios” (de la Declaración del Papa Francisco y el Imán Al Azhar en Abu Dhabi 2019).

“La pandemia nos obligó a pensar en las personas, y hemos encontrado un mundo con enormes inequidades, lo que ofende la dignidad humana”, sostiene Francisco en Fratelli Tutti. “Debe indignarnos, agregó, cuando nosotros vemos las situaciones de tantos niños, cuando vemos situaciones denigrantes, cuando vemos el tema de los migrantes, muchos obligados a migraciones forzadas, que no pueden aportar en los países a donde van, la riqueza de su cultura. El desarraigo es tan grande que deben amoldarse a una globalización fría, inhumana, que los obliga a considerarse inferiores a los demás, en muchos casos a menospreciar la propia cultura, y así se licúa la propia identidad y la pertenencia al pueblo”.

III. El destino universal de los bienes

“La tierra ha sido dada a todos los hombres para sustentar a todos los habitantes del planeta, sin excluir a nadie y sin privilegiar a algunos” (San Juan Pablo II).

“El Papa -dice monseñor Ojea- reafirma los principios esenciales de la Doctrina Social de la Iglesia y uno de ellos -precisamente- es la función social de la propiedad privada. El destino común de los bienes es una doctrina tradicional en la Iglesia, en los Santos Padres, anterior a la propiedad privada, porque el hombre administra los bienes de la Tierra que el Señor le ha otorgado como don, y esto requiere el dinamismo de poder socializar sus bienes, de hacer rendir y fructificar sus bienes”, explicó.

Los bienes, los subsidios y la creación del trabajo

“Hoy diríamos: los bienes tienen que convertirse en fuentes de trabajo. El tema del trabajo es importantísimo en la encíclica…". "El Papa dice que no es digno para una persona estar recibiendo subsidios eternamente. El trabajo, además de ordenar la vida nos hace sentir corresponsables de un proyecto de pueblo común, nos hace sentir partes pertenecientes a la sociedad, nos eleva como personas, nos hace sentir dignos. Sin trabajo, el hombre está como fuera de la producción, entonces se siente más inútil, y al mismo tiempo se siente mirado de una manera perjudicial para su dignidad personal”, advirtió Ojea. “No se ayuda con dinero, sino asegurando una vida digna a través del trabajo, que requiere de empresarios e inversionistas. Crear trabajo es una obligación de todos los empresarios, y esto debe ser planteado en el conjunto. Pero en especial, se lo deben plantear los dueños de las pymes que son la mayoría y son los que están cerca de los trabajadores: trabajadores que crean trabajo”.

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