La similitud entre la trayectoria actual del tipo de cambio y el comportamiento en 1988 invita a analizar las semejanzas y diferencias entre el escenario monetario de hoy y el que tuvo lugar en aquel entonces, porque puede ser útil para anticipar el escenario de los próximos dos años.
Después de leer las Memorias anuales del Banco Central de 1988 a 1991 surge que más allá de lo que se parecen las trayectorias del tipo de cambio nominal cuando se compara 2020 con 1988, hay más diferencias que similitudes entre ambos episodios. De aquí, se puede concluir que lo que sucederá en 2021 y 2022, si bien puede tener algunas características parecidas a lo acontecido en 1989/1990, básicamente será otro escenario que, según ese análisis, terminará siendo más difícil para la economía real que lo que fue 1989/1990, con la hiperinflación.
Las semejanzas estarán por el lado de la suba del dólar. En un futuro no muy lejano, el dólar libre acelerará su suba y el tipo de cambio real subirá más que en los fogonazos de 1989 y 1990. Ergo, con un dólar más caro que entonces, la Argentina será más pobre, porque tanto la facturación de las empresas orientadas al mercado doméstico, como los salarios medidos en dólares podrían desplomarse a la mitad del nivel actual.
Sin embargo, en las hiperinflaciones de 1989 y 1990 el fuertísimo y brusco salto del tipo de cambio sólo duró unos pocos meses, porque la inflación se lo terminó “comiendo” , lo cual no sucedería en la Argentina que viene.
La previa de la hiperinflación, el Plan Primavera
En 1988 la demanda de dinero venía derrapando y en consecuencia la inflación subiendo, con los agregados monetarios cayendo en términos reales desde 100 a 59 en el caso de la base monetaria, y a 80 en los más amplios. Ahí nace el denominado Plan Primavera. Se vendían reservas para intervenir y controlar el dólar.
Dado que se financiaba al sector público con emisión monetaria, el incremento de la base monetaria se absorbía con encajes remunerados, lo cual hacía crecer la oferta de dinero total en forma endógena e implicaba presiones sobre la tasa de interés y el déficit cuasi fiscal, alimentando las expectativas de devaluación e inflación futuras.
Los agregados monetarios crecieron nuevamente en términos reales hasta el pico de febrero 89, a 91 puntos a nivel primario y 114 en el más amplio. Y la escasez de reservas obligó al BCRA a interrumpir la intervención en el mercado de divisas, y el Plan Primavera se dio por terminado, con lo que se perdió la única ancla nominal existente.
Sin control de cambios estricto, como el cepo, la mayor parte de los activos en pesos se dolarizaron y la demanda de dinero se hizo añicos; y así, estalla la hiperinflación de cuatro dígitos, cayendo los agregados monetarios rápidamente a menos de 40 puntos.
Crisis institucional y cambio de modelo
El 8 de julio de 1989 asume anticipadamente la presidencia Carlos Menem. Devalúa y pone un régimen de tipo de cambio fijo y controlado con acuerdos de precios. Se sancionó la Ley de Reforma Administrativa del Estado y de Emergencia Económica con el propósito de reducir el déficit fiscal y se consolidó la deuda para evitar sus pagos y generar fuerte emisión monetaria.
La credibilidad en las nuevas autoridades más su plan de shock inicial lograron revertir el proceso hiperinflacionario del primer semestre 1989, con lo cual repuntó la demanda de dinero y bajó la inflación.
Sin embargo, la persistencia de la asistencia financiera al Gobierno Nacional, sumada la remuneración de los pasivos financieros emitidos para esterilizar el ingreso de capitales, volvieron a generar muy elevadas tasas de expansión monetaria. La demanda de dinero comenzó a caer nuevamente, el dólar volvió a subir y la inflación retornó a su sendero alcista. Volvió la desmonetización al centro de la escena. El gobierno respondió con el Plan Bonex 89, canjeó colocaciones a plazo fijo a 7 días por bonos externos a 10 años de plazo. Pero se desplomó la demanda de dinero, voló el precios del dólar y casi inmediatamente saltó la inflación, que se terminó más que comiendo la suba del tipo de cambio.
Sin embargo, inmediatamente hay una fuerte apreciación que se sostiene a lo largo de todo 1990. Este proceso de apreciación tiene dos componentes bien diferentes. El primero, al igual que en 1989, el desplome de la demanda de dinero. El segundo, las reformas estructurales que, al generar confianza e ingreso de capitales, fortalecieron genuinamente el peso..
Además, durante todo el período y por primera vez y en mucho tiempo, hubo total libertad de precios y en el mercado de cambios. En este escenario, con reformas estructurales pro mercado e ideas de la libertad, el sector externo funcionó como factor expansivo de la base monetaria. Entraban dólares, el BCRA los compraba y acumulaba reservas. Con equilibrio fiscal y las reformas pro reducción del Estado, no se emitía para financiar al sector público, mientras que el sector financiero funcionaba en forma contractiva en términos monetarios.
En este escenario, el tipo de cambio se apreció en forma genuina fortaleciendo al peso. Prueba de esto último, es que las reservas del BCRA se duplicaron a lo largo de 1990, pasaron de USD 3.332 millones a USD 6.170 millones en nueve meses. Sin todo este conjunto de reformas estructurales, la Convertibilidad muy probablemente no habría tenido credibilidad y habría terminado fracasando.
Los agentes económicos casi no tuvieron tiempo de darse cuenta de que se habían empobrecido con las hiperinflaciones
En términos metafóricos se podría exagerar y decir que los agentes económicos casi no tuvieron tiempo de darse cuenta de que se habían empobrecido con las hiperinflaciones, ya que el tipo de cambio real no sólo volvió rápidamente hacia su valor inicial, sino que terminó más apreciado.
El cierre de 2020 y perspectivas para un bienio
Claramente, según este análisis son más las diferencias que las similitudes entre la economía del 2020 y la de 1988, y por tanto cabe esperar que el futuro no sea exactamente igual a lo que acontecido en 1989 y 1990. Por el lado de las semejanzas y como ya se explicó, hay que esperar una fuerte suba del dólar nominal a futuro, porque con un BCRA quebrado, según se desprende del balance semanal, y que deteriorará inexorablemente cada vez más, es promesa certera de más inflación, porque todavía le falta emitir mucho para cerrar este ejercicio fiscal.
Al mismo tiempo, el Presupuesto 2021 anticipa que el BCRA seguirá emitiendo mucho en 2021. O sea, los pasivos (base monetaria, Leliq más Pases) seguirán creciendo, mientras las reservas líquidas seguirán en descenso. Y como la emisión no impacta instantáneamente directamente sobre los precios de la economía, sino que actúa con retardo de entre 12 y 18 meses, se puede concluir que el escenario monetario se encuentra hipotecado.
En agosto 2019, cuando el dólar oficial estaba $45, el tipo de cambio de cobertura estaba $128. Catorce meses después, el dólar solidario está en $136 y el dólar libre llegó a cotizar arriba de $180. Es decir, el dólar cobertura de agosto 2019 terminó más que materializándose catorce meses después. No obstante, esta problemática se agrava, como se describe en el siguiente cuadro, porque esa relación no sólo sube sostenidamente, sino que cada vez lo hace más rápido, pasando de $283 diciembre 2019 a $1.346 en la actualidad.
El dólar cobertura de agosto 2019 terminó más que materializándose catorce meses después
De todas formas, el cepo institucional, el corralito tecnológico y electrónico, más la fiscalización de la AFIP a las empresas y del BCRA a los bancos impedirán un desplome de la demanda de dinero tan fuerte como el acontecido en 1989/1990 cuando no había todos estas violaciones a la propiedad privada, ni la actual tecnología, ni el presente nivel de bancarización.
A diferencia de 1988/1990, la inflación se acelerará, pero perderá por goleada frente a la suba del dólar libre. En este marco, el tipo de cambio real subirá más, a niveles nunca antes alcanzados en la historia argentina.
En síntesis, Argentina quedará más pobre que en la experiencia anterior, y por un tiempo mucho más prolongado, porque el Gobierno parece elegir evitar la explosión de dólar y los precios a cambio de generar la implosión de la macroeconomía y la destrucción de la microeconomía, generando aniquilamiento de la producción y desaparición del empleo.
El autor es economista, profesor adjunto UBA y profesor titular UB
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