Hermanos pelados y patrimonios en peligro. El diálogo y un adecuado uso de herramientas jurídicas permite llevar adelante un proceso que deje a todas las partes satisfechas al encarar una sucesión, bajo dos premisas: minimizar las disputas y no poner en riesgo la continuidad del negocio.
Los fuertes conflictos públicos y mediáticos desatados en dos familias vuelven a poner foco en un tema antiguo y a la vez más actual que nunca: la herencia. Los problemas no radican en la herencia en sí, sino en las dificultades o directamente la imposibilidad de plantear abiertamente en el seno familiar o societario una discusión sobre la manera en que se deben administrar esos patrimonios cuando llegue el momento de la sucesión.
Los casos Etchevehere y Macri muestran un idéntico patrón: un hermano o hermana que por algún motivo no se siente a gusto, o considera injusto, con lo que le tocó en el reparto familiar. Estas situaciones generan un doble impacto, tanto a nivel del patrimonio que se quiere preservar como del cuidado de los vínculos.
Una herencia que no está bien planificada puede llevar a las peores pesadillas. Pero si bien estos casos ganan la atención mediática por tratarse de familias y figuras de la actividad política o empresarial muy reconocidas, en realidad se trata de situaciones mucho más comunes de lo que se cree. Son historias que se repiten a toda escala, aunque tengan mucha menos visibilidad.
Una creencia errónea es que sólo deben planificar la sucesión patrimonial las familias con grandes fortunas, ya sea campos, inmuebles, cuentas o una empresa en marcha. Esto no es así. Por más chico que sea el patrimonio, siempre vale la pena tomarse el tiempo para pensar cuál es la mejor manera de resguardarlo y cómo beneficiar a las personas más queridas.
Más allá de los conflictos jurídicos que se presentan en estos casos, todos parecen tener el denominador común del escaso o nulo diálogo intrafamiliar y el despecho entre hermanos. Todo podría haber sido mucho más ordenado y armonioso si los dueños de esos patrimonios hubieran dejado por escrito y de forma clara su voluntad , las dudas y peleas de qué le corresponde a cada heredero y cuáles serían los pasos a seguir se disiparían casi en un instante.
Mariano Macri –hermano del ex Presidente- relata cómo el padre prometió y expresó una voluntad con ciertas condiciones pero, al no quedar escrita, no tiene valor ante la ley. Como dice el dicho: las palabras se las lleva el viento, por eso es tan importante dejar asentada la voluntad del testador ya sea en un testamento y/o con otros instrumentos jurídicos.
Se trata de una situación muy habitual: una promesa a un hijo, nieto, sobrino o amigo de dejarle tal o cual cosa por tratarse del “preferido” o por cualquier otra razón. Claro que todo queda en un deseo o una promesa, que por lo general nunca se llega a plasmar en un documento válido. Desde el punto de vista jurídico, no tiene validez alguna.
Tomar conciencia de la importancia de una adecuada planificación patrimonial, abriendo los diálogos que hagan falta para acompañar este proceso y que resulte lo más fructífera posible, es clave no sólo para evitar conflictos familiares y todo el dolor que surge con las peleas por la herencia, sino también para preservar los bienes.
Esto no es menor si en medio de la disputa se pone en riesgo la empresa familiar o una sociedad que debe continuar funcionando. La incertidumbre, jurídicamente hablando, que deriva en dudas respecto la sucesión del negocio es una amenaza no sólo para la economía de las personas involucradas sino también para los clientes, proveedores, empleados e inversores de la empresa.
Afortunadamente, la reforma del Código Civil y Comercial de la Nación presenta nuevos instrumentos para evitar que estos casos se repitan y se pueda garantizar la continuidad de las compañías, como por ejemplo el pacto de herencia futura. Estos instrumentos legales favorecen no sólo los negocios sino también los vínculos entre las partes que a veces resultan más importantes, porque nadie desea ver a sus seres queridos peleados y enfrentados por no haberse tomado el tiempo de dejar las cosas en orden.
Todo patrimonio es logrado con tanta dedicación y esfuerzo que el deseo siempre está en que los descendientes puedan seguir conservándolo y disfrutando del mismo. Es parte del sueño de dejar un legado que nos trascienda. Por eso mi invitación es a prever y planear qué quisiéramos que pasara mañana con todo eso que generamos y valoramos en vida -sean tanto bienes como vínculos familiares o de amistades. No tomar decisiones respecto al futuro puede parecer una decisión fácil, pero eso tiene un costo, que terminan pagando nuestros herederos.