“Levantan las casillas con topadoras” se visualiza en las pantallas de algunos noticieros. Se ve, en efecto, una topadora que se va acercando lentamente hacia los precarios asentamientos que se habían erigido en Guernica, provincia de Buenos Aires. El dirigente social Juan Grabois ya había advertido a mediados del mes de octubre de este año que iba “a haber 1, 2, 3, 5 o 20 Guernicas”. El mismo Grabois que se jacta de su amistad con el Papa Francisco y que también representa a Dolores Etchevehere en el conflicto que ésta tiene con sus hermanos y su madre. No debe ser un día feliz para Grabois: la Conferencia Episcopal condenó las tomas de tierras y dijo que “son ocasión de violencia y agitación social, muchas veces incentivadas”, y la jueza del Tribunal de Juicios y Apelaciones de Paraná en Entre Ríos, Carolina Castagno, le dio la razón a Luis Miguel Etchevehere y al resto de su familia respecto a la usurpación de su hermana Dolores y la gente del Proyecto Artigas.
No es novedad que en ocasiones como éstas recordemos al gran profesor que fuera Carlos Nino, quien en Un país al margen de la ley ya en 1992 intentaba responder a la pregunta quintaesencia de la problemática argentina: ¿por qué nos comportamos como nos comportamos los argentinos? ¿Qué hay de distinto en nuestra forma de conducirnos para que no logremos ser todo lo que podríamos ser? ¿Por qué alguna vez la Argentina fue esplendor y éxito para luego convertirse en lo que es ahora? Nino, magistralmente, realiza un pormenorizado análisis en esa obra de la miríada de motivos por los cuales podríamos entender que eso ha sucedido. Sin embargo, termina deteniéndose en uno que resulta a todas luces primordial para entender la problemática de las usurpaciones -y de cualquier otro tipo de delito cometido en nuestro territorio, para ser honestos-: la anomia. Una anomia que no debe entenderse simplemente como una falta o ausencia de norma o de ley, como su etimología podría hacernos creer. No, claro que no. Se trata, tal la adjetivación del propio Nino, de una anomia boba. En Argentina se incumple la ley en todos los niveles, desde los más simples a los más complejos, desde los menos graves hasta los más graves.
Este 2020, crisis económica acompañada de pandemia, vivenció con aceleración un proceso de decadencia en la Argentina a una velocidad a la que no estábamos acostumbrados. Las usurpaciones se convirtieron en un capítulo más de aquellos a los cuales, con tristeza, parece ser que nos vamos acostumbrando cada vez más. No debemos, no obstante, resignarnos a que esa sea la Argentina en la que vivamos. Aunque sea la Argentina en la que muchos funcionarios del oficialismo sí parecería que quieren que sea en la que vivamos. Para muestras basta un botón, y el hecho de que la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, redujera las tomas de tierras a un simple “déficit habitacional” de los usurpadores demuestra a las claras el posicionamiento ideológico del Gobierno. Llamarle a las cosas por un nombre equivocado es parte de la lógica kirchnerista que evita que reconozcamos como delincuentes a quienes, justamente, cometen delitos.
Todo eso se da en el contexto del aniversario por los diez años de la muerte de Néstor Kirchner, aniversario que tuvo un acto sin Cristina Fernández ni Máximo Kirchner pero que nos obsequió una nueva obra en prosa a la que Cristina nos tiene acostumbrados cuando desea expresarse con mayor profundidad. Una Cristina que disparó dardos hacia dentro, en particular a Alberto Fernández y a miembros de su gabinete que nombró sin nombrar. Sólo Alberto Fernández pudo darle un giro hermenéutico encomiable a lo que la carta de una CEO enojada con sus subordinados.
Después de esa carta de Cristina, el gobierno bonaerense de Axel Kicillof anunció el “incentivo para usurpadores”, que supuestamente serviría para disuadir usurpaciones, mas todos sabemos sólo hará que aumenten si así se plantea el funcionamiento de ese subsidio. Por su lado, el ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, presentó un pedido de postergación del desalojo de Guernica que fue rechazado por la Justicia. La imagen de las topadoras frente a las casillas es bienvenida. Es una imagen necesaria de cierto intento de encaminar a la Argentina hacia el concepto de seguridad jurídica para dejar atrás, alguna vez, la anomia boba. No debe ser un día feliz para Grabois. Pero es un día feliz para la Argentina.
El autor es director de Investigaciones Jurídicas en Fundación Libertad