A pesar de que los medios llaman al Plan Gas IV “incentivo a la producción”, no sería acertado considerarlo como tal. Por el contrario, se trata de un subsidio a un sector de la demanda interna, concretamente a la residencial y a la de generación eléctrica. Una solución coyuntural ante las difíciles circunstancias políticas, económicas y sanitarias actuales. Este motivo es el que me permite, además, definirlo como un plan de transición para promover la producción durante la emergencia. Lo preocupante es que en nuestro país las transiciones se perpetúan en el tiempo. Falta proyectar el futuro porque nos agobia la coyuntura y el presente.
En un país normalizado, el precio del gas debería ser libre entre oferta y demanda, y el Estado tendría que resolver la situación de los sectores más vulnerables, siendo su responsabilidad, también, gestionar para reducir su dimensión. Ante circunstancias extraordinarias si el Estado decide subsidiar a un sector más amplio que al vulnerable, puede actuar en consecuencia y hacerse cargo de su responsabilidad.
En un país normalizado, el precio del gas debería ser libre entre oferta y demanda, y el Estado tendría que resolver la situación de los sectores más vulnerables
El Plan Gas IV es una decisión política. No resuelve el problema de muchos años de intervención en el sector, ni genera una extraordinaria expectativa para el crecimiento. Sin embargo, ante la situación actual y en emergencia política (la grieta), económica y sanitaria, es una solución que le da certidumbre para el funcionamiento del sector en un corto y mediano plazo.
En el marco de las circunstancias extraordinarias, es necesario enumerar los efectos del plan: el precio del gas a ser pagado al productor surge de una subasta libre entre partes, pero con un “cup price” definido en dólares oficiales y se mantiene por un plazo contractual (de tres o más años). Dicho precio se desacopla del precio a pagar por el sector a ser subsidiado y el Gobierno asume su responsabilidad de definir un precio discrecional, aportando la diferencia entre lo pagado al productor y lo percibido del sector beneficiado. Contractualiza el precio de gas, por al menos tres años, para un sector que durante el período 2002 al 2018 estuvo regulado por el Estado. Permite la exportación en carácter firme, pero fuera del periodo invernal.
Su cumplimiento generará certidumbre en el precio de gas en dólares surgido por una subasta, para abastecer el 60% de la demanda por un plazo considerable. Todo ello impacta positivamente en el crecimiento de la producción, que los productores firmantes al plan están obligados a concretar por la exigencia del mismo plan.
Lamentablemente, esta acción surge por una realidad concreta: la caída en la producción de gas, su impacto en aumentar el déficit de la balanza comercial energética y el temor de falta del abastecimiento energético en 2021, y no por planificación. Pero, aun así, la decisión de implementarlo es un paso de gran relevancia para solucionar el problema presente.
El Plan Gas IV es una decisión política. No resuelve el problema de muchos años de intervención en el sector, ni genera una extraordinaria expectativa para el crecimiento
Tenemos la responsabilidad de definir urgentemente políticas de largo plazo para promover el desarrollo en gran escala de Vaca Muerta hacia el mundo, y esto no puede ser eclipsado por la coyuntura.
El fuerte aumento de la producción sólo será acompañado por señales políticas y macroeconómicas claras para la transición y, especialmente, para el período post contractual; pues la confianza y la certidumbre son las principales aliadas de las inversiones. Un paso importante sería lograr desacoplar el impacto de la macro en el precio del gas para el mercado interno del precio de exportación, y el plan podría ser una señal para avanzar en esta dirección.
El autor es Director del Área de Energía y Oil&Gas de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Austral