Sobre la propiedad privada: Francisco, ¿comunista?

El Papa sigue el pensamiento de la Iglesia, para entenderlo es necesario leer todos los documentos que él cita en sus afirmaciones

El Papa Francisco (AP Photo/Natacha Pisarenko)

Lo recuerdo perfectamente. A mediados de la década de 1970, todo indicaba que casi la totalidad del mundo se dirigía inexorablemente hacia el socialismo marxista.

Sin embargo, en pocos años, todo cambió. Y la democracia liberal recuperó el terreno perdido. En 1977, la India restableció la democracia. Poco tiempo antes, España y Portugal habían alcanzado gobiernos democráticos. En la siguiente década, no en sólo nuestro país sino en países de Asia oriental y de Latinoamérica, los gobiernos militares dejaron paso a sistemas democráticos.

También, cayó el muro de Berlín y el imperio soviético implosionó. Si no tomamos en cuenta los de China, Cuba y Corea del Norte, prácticamente desparecieron los gobiernos marxistas.

En este contexto, Juan Pablo II publicó la Encíclica Centesimus Annus (1991).

En junio 2014, Francisco sostiene textualmente: ‘El Evangelio se dirige indistintamente a los pobres y a los ricos. No condena para nada a los ricos, pero sí las riquezas cuando se hacen objetos de idolatría’

Allí establece la importancia de la libre empresa y el espíritu emprendedor. Afirma, el Pontífice, que el desarrollo viene de una economía de mercado bajo los principios de subsidiariedad y solidaridad. Esta Encíclica forma parte de la Doctrina Social de la Iglesia, una serie de documentos que, desde el Papa León XIII en el año 1891, hasta el día de hoy, busca iluminar la realidad social del mundo entero.

El papa Francisco no se aparta en absoluto de la Doctrina Social de la Iglesia y, al hablar de “predilección por los pobres”, lejos de aceptar el marxismo y menos de admirar lo que algunos han dado en llamar “probrismo”, destaca el papel preponderante de la economía de mercado. En junio 2014, Francisco sostiene textualmente: “El Evangelio se dirige indistintamente a los pobres y a los ricos. No condena para nada a los ricos, pero sí las riquezas cuando se hacen objetos de idolatría”. Clarísimo, ¿no?

Muchos analistas y políticos, tanto locales como del exterior, ven con mejores ojos a Juan Pablo II y a Benedicto XVI por su fuerte dedicación a los dogmas del catolicismo. Pero, cuando se trata del papa Francisco, por poner fuerte atención en el sufrimiento causado por la pobreza y la indiferencia ante ésta, es blanco de agudas críticas. En EE.UU. buena parte de los conservadores, por ejemplo, ha llegado a acusarlo de comunista.

Francisco continúa, sin apartarse, con la línea trazada por la Iglesia desde antiguo

Sus críticas a los mercados están relacionadas con lo que él ha denominado “cultura del descarte”, al referirse a las personas desempleadas o que viven por debajo del nivel de la pobreza. Pero, ello no significa una descalificación absoluta al mercado sino que implica una denuncia constructiva para que las personas –sobre todo de los dirigentes– no releguen la importancia de la dignidad humana.

En los últimos días, las críticas Francisco se han exacerbado por la publicación, el 3 de octubre pasado, de la Encíclica “Hermanos todos”. Aquí expresa: “La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada”. Cualquiera que haya leído totalmente las Encíclicas puede dar fe de esta afirmación. Francisco continúa, sin apartarse, con la línea trazada por la Iglesia desde antiguo.

En la Centesimus Annus, Juan Pablo II dice que “la Iglesia enseña que la propiedad de los bienes no es un derecho absoluto, ya que en su naturaleza de derecho humano lleva inscrita la propia limitación”.

Sus críticas a los mercados están relacionadas con lo que él ha denominado “cultura del descarte”, al referirse a las personas desempleadas o que viven por debajo del nivel de la pobreza

Varios años antes, el Concilio Vaticano II enseña que: “El hombre no debe considerar las cosas que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás”.

Francisco en la Encíclica "Evangelii gaudium escribe que “La posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común”.

Francisco sigue el pensamiento de la Iglesia. Al fin de cuentas, en 1891, León XIII escribe que “el derecho de poseer bienes en privado no ha sido dado por la ley, sino por la naturaleza, y, por tanto, la autoridad pública no puede abolirlo, sino solamente moderar su uso y compaginarlo con el bien común”.

El lector podrá disentir con el pensamiento de la Iglesia, pero se equivocará si considera que Francisco modifica la dirección de ésta. Para entender al Papa es necesario leer todos los documentos que él cita en sus afirmaciones. En caso contrario, fácil puede resultar su malinterpretación.

El autor es economista