Diez meses de gobierno y 7 de aislamiento social obligatorio con limitación de la libertad de circular, trabajar, amar, educar y sociabilizar han dejado al descubierto una Argentina desconocida para muchos pero que existía, y un futuro que, de saber aprovecharlo, puede ser promisorio.
Las políticas de lucha contra la pandemia del COVID-19 han fracasado. Quedó ratificado que la premura del Poder Ejecutivo Nacional en tomar decisiones restrictivas a la sociedad fue más una respuesta a la planificación que mostraba el Jefe de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires que el producto de un adecuado análisis y estudio de la situación. La pelea política por sobre la construcción ciudadana.
La impericia y desidia frente al ingreso a nuestro país por Ezeiza de los ciudadanos que potencialmente distribuirían el virus por todo el país fue evidente, actuando sólo la Ciudad con el uso de hoteles, lo que fue criticado fuertemente desde varios sectores. De ahí en más, pareciera que la Nación va a la saga de la Ciudad, hasta adoptar una actitud de desentenderse de la situación, ya dejando de lado el rol de capitán del barco que hasta hace unas semanas tenía el Presidente, enfocándose a hacer anuncios de gestión y confrontación con la oposición con color a campaña para intentar recuperar imagen positiva de cara a las elecciones del año próximo. Vacuna, inflación y elecciones pareciera ser el trípode de la política nacional y el “control” de la Justicia, la obsesión de la Vicepresidente.
La fotografía actual se completa con una clase política gobernante y de oposición que representa una sociedad machista y antigua, donde a pesar de las grandes inversiones en políticas de equidad entre el varón y la mujer, las decisiones y fotos importantes pasan por las caras protagónicas de los varones. Frente a ello, un sector feminista, militante, minoritario y con rasgos autoritarios que se vale del poder para, respaldado en grandes sumas de dinero público y privado, arengando la amenaza de discriminación y violencia de género, trabajan en deconstruir la cultura y los cimientos de una sociedad humanista con valores, buscando la confrontación con el varón en una innecesaria lucha de destrucción de la autoestima varonil.
Frente a ello, emerge un fenómeno nuevo que desde las redes sociales va construyendo un novedoso tejido social y revolucionario que pretende sustituir la visión antes descripta por la de una sociedad donde valores como la Vida, la Libertad, la Seguridad, la Justicia, la Salud, la Educación, la Familia, el Trabajo, la Unidad, entre otros, sean el camino a seguir.
Este reclamo, que se está tratando de invisibilizar a pesar de su contundencia queriéndole dar tinte partidista opositor, viene mayoritariamente de una clase media y de una clase postergada estructuralmente liderada por “mujeres” anónimas que hasta hace poco solo pensaban en el bienestar de sus grupos familiares. Con valor y con coraje la mujer ganó la calle y está poniendo el cuerpo para afrontar lo que considera un atropello y peligro de su futuro y de quienes ama. Como la leona de la manada sacó su carácter para colocar las cosas en su lugar. No es una confrontación entre patriarcalismo y feminismos, sino una propuesta de transitar juntos mujeres y varones, en definitiva todos los seres humanos, sin distinción ni discriminación, por la senda del bienestar, soñando con una Patria que nos contenga y proyecte futuro para todos.
La pandemia fue el despertar de un sector de la sociedad que por su naturaleza nos devolverá la alegría de vivir y soñar. Esa mujer que es madre, hija, profesional, trabajadora, ama de casa, prenda de unidad y luchadora por lo que ama, sin pedir permiso, se adueñó de la calle y va por más. Prestemos atención a este fenómeno pandémico. Es promisorio.
El autor es Secretario General del Partido Demócrata Cristiano de la Ciudad de Buenos Aires