Exigir que China rinda cuentas o ser la próxima víctima

Ahora es el momento de apoyar al movimiento democrático de Hong Kong, de reconocer el genocidio en Xinjiang y de luchar por defender las normas internacionales de derechos humanos

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El activista hongkonés Joshua Wong
El activista hongkonés Joshua Wong (DICKSON LEE / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO)

Del 12 al 14 de octubre de 2020 tuvo lugar la 24ª Conferencia anual de la fundación checa Forum 2000, creada por Václav Havel y Elie Wiesel, que este año llevó el título “A New World Emerging? Restoring Responsibility and Solidarity” (¿Un nuevo mundo emergiendo? Restaurando la responsabilidad y la solidaridad). Debido a la situación actual, este año la conferencia se celebró de manera virtual. Con un total de 23 debates y con destacados panelistas de todo el mundo, la conferencia abordó las perspectivas de la libertad y la democracia para el mundo después de la pandemia. Como señaló Jakub Klepal cuando inició el Foro, la conferencia iba a prestar especial atención a Asia y África, los dos continentes en los que se forjará gran parte del futuro del mundo. Sin embargo, también planteó temas preocupantes de la actualidad, como el aumento del populismo en todo el mundo, los acontecimientos en Bielorrusia o la grave situación de los derechos humanos en China.

Este último se abordó en más detalle el primer día del foro, en un debate sobre la situación de los derechos humanos en China. Los oradores invitados fueron Lobsang Sangay, presidente de la Administración Central del Tíbet; Nury A. Turkel, abogado uigur americano y comisionado de la Comisión de los Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional; y Wai Ting Loretta Lau, artista y activista de Hong Kong que actualmente reside en Praga. Durante el debate hablaron de las graves violaciones de los derechos humanos cometidas por el régimen del Partido Comunista Chino (PCCh) principalmente en el Tíbet, el Turquestán Oriental y Hong Kong, y apelaron a la concientización y a la acción. Después de este debate, la audiencia se llevó el mensaje de la universalidad de las violaciones de los derechos humanos en China, que no constatan un problema meramente doméstico, sino que afectan a todo el mundo. Es decir, el debate logró de manera impactante denunciar el régimen chino y demandó de la comunidad internacional que muestre empatía con los pueblos de Hong Kong, el Turquestán Oriental y el Tíbet y que defienda los derechos humanos. No sólo como un acto de solidaridad, sino también para hacer frente a la creciente influencia de China en todo el mundo. Al final de la discusión hubo un manifiesto llamando a la acción: “O cambiamos a China o China te cambiará a ti”.

Wai Ting Loretta Lau encontró palabras aún más fuertes para expresar esto: “Podemos unirnos y exigir que China rinda cuentas o podemos elegir convertirnos en la próxima víctima”. Ella contó por experiencia propia, cómo los hongkoneses se sentían seguros y pensaban que su autonomía persistiría. Y cómo este falso sentimiento de seguridad propia les hizo carecer –al igual que al resto del mundo– de empatía y compasión con los tibetanos y uigures cuando las autoridades chinas empezaron a reprimir en sus regiones. Sin embargo, desde 2019, la situación en Hong Kong cambió. Ahora Hong Kong necesita la empatía del resto del mundo y que se haga frente a China. Desde 2019, los hongkoneses tuvieron que enfrentar graves violaciones de los derechos humanos, especialmente desde que China aprobó la Ley de Seguridad Nacional en junio de 2020. Para dar unos ejemplos, los manifestantes pacíficos recientemente fueron declarados terroristas y son víctimas de una severa brutalidad policial y de detenciones arbitrarias; un maestro de escuela ha perdido el derecho a ejercer su profesión después de enseñar la libertad de expresión en clase; y se detuvo y mantiene incomunicado a personas por cruzar ilegalmente la frontera con Taiwán.

Nury A. Turkel describió violaciones de derechos humanos aún más espantosas al profundizar en el tema de los campos de concentración en el Turquestán Oriental, donde uigures y otras minorías étnicas son sometidos al adoctrinamiento político y al trabajo forzado. Aunque no hay cifras oficiales, se estima que un millón de uigures están detenidos en estos campos, que según las autoridades chinas son centros de formación profesional. Según Lobsang Sangay, alrededor de medio millón de tibetanos corren una suerte similar. Sin embargo, es cierto que es el mayor internamiento de un grupo etnorreligioso desde la Segunda Guerra Mundial, señaló el Sr. Turkel. Por lo tanto, utilizó el holocausto como “el único punto de comparación adecuado para lo que le sucede al pueblo uigur”. Esta comparación debe entenderse como el medio para crear una narrativa poderosa que pueda inspirar la acción internacional, pero también ilustra las horribles similitudes entre los campos de internamiento chinos y la persecución de los judíos en la Alemania nazi. En los campos de internamiento chinos, los uigures y otras minorías étnicas, en su mayoría musulmanas, son despojados de su identidad cultural y religiosa, son “reeducados” en un proceso de sinización y, según se informa, son sometidos a tortura y abuso. Durante su discurso, el señor Turkel se refirió a los expertos que informan de la esterilización forzosa de miles de mujeres uigures, que provocó un importante descenso de los nacimientos en el Turquestán Oriental en aproximadamente un 24% el año pasado. Estos esfuerzos de las autoridades chinas por diezmar la población uigur podrían muy bien calificarse de genocidio según el derecho internacional. Razón por la cual la Comisión de Libertad Religiosa Internacional de los Estados Unidos aboga por llamar al trato chino de los uigures con este nombre.

Cabe preguntarse, ¿cómo es posible que esas violaciones de los derechos humanos a gran escala continúen de manera tan flagrante sin que la comunidad internacional actúe de manera decidida y efectiva? ¿Cómo fue posible que Disney agradeciera a la comisión de propaganda del PCCh en la región de Xinjiang en los créditos de la película “Mulan”, después de haber efectuado el rodaje tan cerca de varios campos de concentración? ¿O cómo algunos equipos de protección como las máscaras, que se envían por todo el mundo para frenar la propagación del coronavirus, sean fabricados por los esclavos de hoy, llamados uigures?

Después de escuchar el debate, se puede llegar a algunas conclusiones. En primer lugar, existe la dependencia económica del sector privado que teme perder el acceso al enorme mercado chino. Asimismo, pocos sinólogos, por ejemplo, son críticos del PCCh, ya que una prohibición de las autoridades chinas de visitar el país pondría en grave peligro la credibilidad de su trabajo. En segundo lugar, como indicó Lobsang Sangay, “los tentáculos del Partido Comunista de China ya han penetrado en las organizaciones mundiales”. Cuatro de las 15 agencias especializadas de las Naciones Unidas tienen un Secretario General chino. En muchos de los restantes otros puestos importantes están ocupados por personas de nacionalidad china. Además, un día después del debate del Forum 2000, China fue elegida por quinta vez para ocupar un asiento en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Así es cómo, según el excelentísimo Sr. Sangay, China sigue redefiniendo las normas internacionales y los derechos humanos, dando prioridad al desarrollo sobre la democracia y a la alimentación sobre la libertad. Si la comunidad internacional sigue actuando como de costumbre, China seguirá procediendo con impunidad en nombre del alivio de la pobreza.

Entonces, ¿qué se puede hacer para que China rinda cuentas de sus violaciones de los derechos humanos y cambie su comportamiento? Los tres panelistas tenían varias sugerencias. Primero, levantar la voz. Lobsang Sangay señaló que a los líderes chinos les importa su imagen en el resto del mundo, por lo que la condena pública de las violaciones de los derechos humanos chinos debería tener más repercusión mediática. Asimismo, los gobiernos deberían hacer declaraciones públicas, ya que éstas resultan mucho más eficaces que el diálogo bilateral sobre derechos humanos. Cuanto más se hable, más probable es que China escuche. En segundo lugar, tener empatía y compasión. Wai Ting Loretta Lau abogó por no subestimar el importante papel que cada uno de nosotros puede desempeñar para ayudar y apoyar a todos aquellos que sufren violaciones de los derechos humanos. Debido a la pandemia del Covid-19, se puede observar cierto déficit de confianza hacia China en varias democracias occidentales. Lobsang Sangay y Nury A. Turkel consideran que esto entraña una oportunidad para que los gobiernos democráticos tomen medidas legítimas contra China. Por ejemplo, en tercer lugar, mediante sanciones económicas específicas. Para prevenir la conformidad con las violaciones de derechos humanos, las empresas deberían rendir cuentas por sus cadenas de suministro. Además, no debería tolerarse la cooptación de las elites occidentales por parte de China a través de su “diplomacia entre personas”. Y, en cuarto lugar, no sólo se debería alentar a los periodistas y empresarios a criticar la situación de derechos humanos en China, sino que también se les debería proteger de las subsecuentes reacciones chinas. Por último, no sólo los empresarios deben mostrar responsabilidad, sino también los consumidores. El Sr. Turkel dio el ejemplo de la exportación de cabello de mujeres uigures a los EE.UU., reportado el pasado mes de julio. ¿Queremos comprar productos de belleza (u otros) que provienen de los campos de concentración?

Cabe destacar que las respuestas de los panelistas sobre qué hacer para luchar contra las violaciones de los derechos humanos en China también encajan de alguna manera en las cuatro conceptos que Timothy Garton Ash destacó en la apertura del Foro 2000: “Si tenemos estas cuatro: verdad, solidaridad, estrategia y responsabilidad, habrá un futuro más brillante”. Sin embargo, el debate dejó claro que ahora es el momento de actuar. Ahora es el momento de apoyar al movimiento democrático de Hong Kong, ahora es el momento de reconocer el genocidio en Xinjiang y de luchar por defender las normas internacionales de derechos humanos. El silencio es cómplice. O para seguir el ejemplo del Sr. Turkel y citar a Elie Wiesel, cofundador del Foro 2000, Premio Nobel de la Paz y superviviente del holocausto: “Debemos tomar partido. La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio alienta al atormentador, nunca al atormentado”.

La autora es asistente de Relaciones Institucionales de www.cadal.org en Europa

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