La debilidad de Alberto

Alberto Fernández preside el cuarto gobierno kirchnerista de la historia. La discusión sobre si es él o Cristina no tiene más sentido. El presidente le dijo a Horacio Verbitzky que él y la vice son lo mismo

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Pretender empoderar al Presidente de la nación con una movilización callejera por el 17 de octubre o proponiéndole ser el titular el partido justicialista es una flagrante muestra de la debilidad de Alberto Fernández. Dice muy bien Sergio Berenzstein que un sistema hiper presidencialista como el nuestro, el funcionario que se sienta en el sillón de Rivadavia decide solo el destino político de una nación. Si eso no es el poder, cuál debería serlo.

El presidente Fernández tiene la botonera del poder a su mano. Si no aprieta en donde debe, la responsabilidad es solo suya. ¿A quién le importa presidir el partido dinamitado hace años del que sobrevive un sello sin mayores conocimientos? ¿En serio se cree que recordar a Cipriano Reyes (¿cuántos de los que salieron a la calle saben de este hombre?) revitaliza la gestión?

Alberto Fernández preside el cuarto gobierno kirchnerista de la historia. La discusión sobre si es él o Cristina no tiene más sentido. El presidente le dijo a Horacio Verbitzky que él y la vice son lo mismo. Ella, optó por el silencio que confirma los dichos. Su gobierno está, en los puestos de decisión, ocupado por militantes K. La excusa de un poder ejecutivo jaqueado por su compañera de fórmula ya no corre más.

La gestión está atenazada por problemas graves que se recibieron y detenidos en muchos casos en dramáticos por el modo en que se gestionaron. De ser tapa de Times por la cuarentena pasamos a aspirar al podio de infectados por coronavirus con un galope incesante en el crecer de fallecidos por millón de habitantes. La pésima gestión económica de Macri se profundizó con una devaluación feroz producida por la (no) política económica de Fernandez con alertas de todos los colores por el fetiche precio del dólar. ¿Queda claro que hay 100 pesos de pura realidad de diferencia entre el “oficial” y el que mide el mercado?. La inseguridad crece a la par de las peleas entre las líneas de abordaje del tema que van desde acusar a los periodistas de confabuladores en la desinformación hasta la mano dura sin límites. Esta semana parece avecinarse otro a la pretensión oficial del manejo de los jueces con la sentencia de la Corte, unificada por las diatribas presidenciales y la ineficiencia de sus ministros a cargo. ¿Algo más para pintar la crisis?

Sí, claro. Siempre hay más en el imaginario de los que gobiernan que se conforman con inventar infiernos ajenos. La crispación, el tono petulante de los discursos de los que separan entre el pueblo y el no pueblo o entre la gente y la no gente. El elixir de este atropello sigue siendo el NODIO, ese organismo de patrullaje de ideas que pretende, dicho por su titular Miriam Lewin “alfabetizar informáticamente” a la Argentina. Eso y decirnos a todos primates en el terreno de la expresión de ideas es casi lo mismo. Todavía se espera que alguna autoridad del poder ejecutivo se pronuncie al respecto y, esencialmente, los responsables del poder legislativo en donde reside la nueva creación de los uniformados del bien pensar y contar públicamente.

Como si esto fuera poco, se menea desde los centro del peronismo el fantasma del “golpe blando”, una especie de confabulación de los grupos económicos y de poder con los medios de comunicación contra el Presidente. El disparate de la versión se da de bruces con lo que en politología del americano Gene Sharp se conoce con este nombre. Un par de ejemplos: Dilma Roussef en Brasil o Fernando Lugo en Paraguay. Sería tedioso explicar aquí las enormes diferencias económicas y sociales de los episodios que terminaron con el apartamiento de esos presidentes. Nada de lo allí ocurrido se reproduce en la Argentina de hoy.

Impacta pensar que este es el camino elegido por algunos para fortalecer a la gestión de Fernández. La sociedad argentina en su enorme mayoría no está dispuesta a permitir la interrupción de ningún mandato constitucional. No hay el menor espacio para eso. Jugar a hablar de sucesiones no tiene sentido si se quiere pulsar esa vena democrática muy consolidad.

Desde el mismo seno del peronismo se acusa a Fernández de no caminar por el rumbo de la doctrina. Sergio Berni, el que no le teme a la incorrección política, dijo que “esperaba peronismo” en la presidencia de Alberto. ¿Golpe blando? Interna furiosa, en todo caso, propia de los momentos en donde se pone en crisis el ejercicio de la autoridad.

El silencio en materia económica, roto sin suerte por el ministro que dice que el dólar paralelo no importa y lo hace crecer 5 pesos en una hora o el mutismo sanitario cuando llegaremos al millón de infectados de corona (los testeados, en un país que no se testea nada bien) son lo que los mismos politólogos que se invocan mal denominar crisis en el ejercicio del poder. Se llega al poder por haber cumplido con los requisitos legales: elecciones libres. Eso es la legitimidad de origen. Se sostiene esa legitimidad con el ejercicio eficiente de aquel poder conseguido. Eso es la legitimidad de ejercicio. Por esto último pasa la crisis. No por los fantasmas internos o externos que se pretenden inventar.

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