La reaparición de Mauricio, un oasis para el Gobierno en el desierto verde

El raid mediático del ex presidente fue la mejor noticia que tuvo Alberto Fernández esta semana

Mauricio Macri (Nicolás Stulberg)

Generó bronca, hizo saltar resortes y reavivó viejas heridas, pero la reaparición pública de Macri fue, lejos, la mejor noticia que tuvo Alberto Fernandez esta semana junto con la caravana y abrazo peronista de ayer. En su raid mediático que incluyó el récord de un reportaje diario con interlocutores que pasaron minuciosos filtros, Macri terminó dándole un respiro al Presidente en una semana donde el dólar libre casi lo deja sin oxígeno.

La contracara a la felicidad que Macri logró despertar en Olivos fue el mutismo que provocó en Parque Patricios, sede del Gobierno porteño. Como en las familias de clase alta en que las miserias se barren debajo de las alfombras porque “de eso no se habla”, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal optaron por alegar otros compromisos y desaparecieron del zoom semanal de Juntos por el Cambio. Un gesto de protesta casi revolucionario en el disciplinado mundo PRO.

De todas maneras dicen los que penetran cotidianamente los muros de Los Abrojos que Macri no pensó ni en Alberto ni en Cristina ni en Horacio ni en Mariu cuando decretó su gira por los medios. Fue un movimiento defensivo. Una medida preventiva de lo por venir: el libro en el que Mariano Macri desnuda los secretos de su familia ante el periodista Santiago O’Donnell.

Quizás Mauricio no lo sepa aún pero fueron justamente sus dichos públicos unos días después de la muerte de Franco Macri (“es un delito lo que hizo mi padre, era parte de un sistema extorsivo del kirchnerismo”) los que despertaron en su hermano la sed de venganza que se cristalizó en un libro aún sin publicar que ya está dando que hablar…

Igual, hay que reconocerlo, Mauricio en lo psicológico está blindado. Su psicoanalista hace un trabajo envidiable para cualquiera de los mortales: lo convence de que no es culpable de nada. El nivel de autocrítica por su gestión fue casi inexistente, a punto tal que para él su gobierno económico finalizó el 11 de agosto, el día que fue arrasado en las PASO por el Frente de Todos. Quién gobernó de ahí hasta el 10 de diciembre es un misterio que quizás develará en próximas apariciones. Y ni hablar de su ingratitud: ahora todos los males de su gobierno son producto de Emilio Monzó y sus adláteres que gestionaron mal la política. 😱😂🤷🏻‍♀️

De todas maneras los idas y vueltas de Mauricio y sus gafes no dejaron de ser el marco casi simpático de una semana tensa para el Gobierno. Que empezó con la marcha opositora más contundente desde que empezó la pandemia y que siguió con la pulseada de los factores de poder en la timba financiera llevando el dólar paralelo al récord de 178 inexistentes pesos.

Cansado de las pulseadas internas y de la discusión de libritos de distinto color, Alberto Fernández parece haber inclinado la balanza hacia el Ministerio de Economía. Y el encargado del anuncio de esa decisión fue justamente el propio protagonista.

“Discutimos todos los temas en el gabinete económico pero si no nos ponemos de acuerdo la última palabra la tengo yo”. Fiel a su estilo, Martín Guzmán anunció en público su empoderamiento con un tono tan cansino que casi pasó desapercibido. Fue hace un par de semanas en un reportaje televisivo. Pero recién en las últimas horas la decisión empezó a hacerse sentir.

Sin cambios contundentes en la conformación de su equipo, con este movimiento interno de piezas Fernández anhela sobrevivir sin sobresaltos, al menos, hasta el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Ahora Guzmán tendrá que demostrar uñas de guitarrero. No son subalternos fáciles con los que le toca lidiar. Y claramente su exigencia de poner un hombre propio en el Banco Central es, por ahora, su límite.

Pero finalmente el profesor universitario tiene la suma del poder. De ahora en más la pulseada con el mercado y las medidas que se tomen para dar salida a quienes necesitan preservar el valor de sus ahorros genuinos, están en sus manos.

No es un partido fácil el que le toca jugar a Sacachispas Guzmán. Tiene de un lado a los factores de poder que no lo quieren ni lo respetan y por el otro a la clase política que estará midiéndole todos los pasos para que no se crea ni Cavallo ni Lavagna, los otros dos ex ministros de Economía que lograron un status parecido al que se le está intentando dar a Guzmán.

Sus antecesores terminaron creyéndosela y disputando poder con sus propios jefes. Cavallo con Menem y Lavagna con Néstor Kirchner. Las características personales de Martín, su falta de ambición política y su estilo de monje tibetano pueden ayudarlo. También los nuevos tiempos y una metódica lectura de los errores del pasado. Y, desde ya, para creérsela deberá primero seguir metiendo goles como el del cierre con los bonistas.

Por lo pronto está claro que al igual que Alberto Fernández el ministro tiene un estómago a prueba de balas. Esta semana ambos expusieron en el Coloquio de Idea. En el caso del Presidente fue todo un gesto, porque accedió a inaugurar el evento en contraposición a la histórica postura de Cristina y de Néstor que nunca aceptaron.

Pero como venimos reiterando en esta columna cuando los puentes están cortados nada alcanza. Lejos de ser recibidos al menos con consideración, las disertaciones de ambos fueron vapuleadas al instante.

Las charlas se trasmitieron por zoom y el chat del evento estaba abierto a los participantes-anfitriones. Está claro que tendrán plata pero no buenos modales. Las criticas lapidarias a las disertaciones terminaron teniendo, por lógica, casi más espacio en los medios que las palabras del presidente y el ministro. “Les hicieron literalmente bullying”, comentaban arrepentidos en la Casa de Gobierno.

El país tiene mil problemas. Tan claro como que ninguno de los presentes en el Coloquio de IDEA estuvo a la altura de las circunstancias. La clase dirigente argentina no terminó aún la escuela primaria.

Bonus Track

Y un día volvió el Clío de Axel. El jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires, Carlos Bianco, eligió el aniversario peronista para desempolvar el auto con el que Kicillof llegó a la gobernación. Ayer ese mismo Clío volvió a dar vueltas por el conurbado. Esta vez no para hacer campaña. Sino para corroborar con sus propios ojos que los protocolos de cuidado por el covid-19 se estaban cumpliendo en Morón, Merlo y otros parajes bonaerenses.

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