No hay nada que festejar, compañeros, estamos en deuda

Ya no son trabajadores los que llenan las plazas del país con sus reivindicaciones, sino que, bajo el eufemismo de “organizaciones sociales”, marchan millones de argentinos arrojados a la pobreza estructural de un plan social

Nicolás Stulberg

El 12 de Octubre de 1945 el coronel Juan Domingo Perón era arrestado por orden del presidente Edelmiro Farrell y confinado en la Isla Martín García.

Ese día, el diario Crítica salió a la calle con una portada en letras catástrofe: “PERON YA NO CONSTITUYE UN PELIGRO PARA EL PAÍS”, en lo que resultó ser uno de los bloopers más tragicómicos del periodismo argentino. Y el inicio de la revolución social y el nacimiento del Movimiento de masas más importante del siglo XX en América Latina.

Pocos días después, el 17 de Octubre daba vuelta la historia. Así lo cuenta la pluma genial del gran Raúl Scalabrini Ortiz: “Inesperadamente enormes columnas de obreros comenzaron a llegar a Plaza de Mayo. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente desde sus fábricas y talleres…(…) Era el subsuelo de la Patria sublevado…(…) Presentía que la Historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa fresca del río…”

Ahora bien, el hecho trascendente de aquella gesta fue la irrupción de los trabajadores como sujetos activos en la vida institucional y política del país. Y sus reivindicaciones y demandas, la agenda inmanente y justificación histórica del Justicialismo.

En la celebración del 17 de Octubre de 1950, y para que no queden dudas acerca del ADN del peronismo, Perón nos deja su lapidaria definición: “En la Nueva Argentina hay una sola clase de hombres (y mujeres, diría hoy el Gral), los que trabajan…”

Y nos habla del Trabajo no sólo como hecho económico o de sustento personal, sino fundamentalmente como valor social: “El Trabajo dignifica” “La Dignidad del Trabajador”, son definiciones esenciales ya incorporadas en el discurso político.

¿Y cómo nos encuentra éste 17 de Octubre?

Sin tener en cuenta los datos de la tragedia social que nos dejará la pandemia, sólo en el primer trimestre del 2020, el 44 por ciento de los argentinos recibían un subsidio del Estado.

Desde la crisis del 2001, fuimos progresivamente sustituyendo empleo genuino por planes sociales.

Ya no son los sindicatos de trabajadores los que irrumpen en las plazas del país con sus reivindicaciones, sino que, bajo el eufemismo de “organizaciones sociales” marchan millones de argentinos arrojados a la pobreza estructural de un plan social.

En mi candidatura a Gobernador de La Rioja en 2003, conversando con Néstor Kirchner, éste me preguntó:

“-Qué vamos a hacer con La Rioja, si ganás?”

“-Pasame todos los programas sociales, yo me hago cargo!

Y dame desgravaciones y diferimientos impositivos para las empresas que inviertan y generen empleo en la provincia. En 2 años te reconvierto los planes sociales en puestos de trabajo…”

¡No hay nada que festejar, compañeros!

¡Estamos en deuda con el pueblo argentino y nuestra propia historia!