Qué nos dice la serie Borgen sobre política y periodismo

La producción danesa es una narrativa sobre la intersección de esos dos mundos

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Borgen es una serie danesa producida en 2010
Borgen es una serie danesa producida en 2010

Se puede aprender mucho sobre periodismo y política viendo Borgen, porque esta gran serie danesa ha sido pensada, en gran medida, como una narrativa sobre la intersección del mundo de los políticos y de los periodistas.

Su guion está plagado de intervenciones de los políticos en el campo de los periodistas y de los periodistas en el campo de los políticos. Y lo primero que revela esto es cómo disfruta cada sector cuando interviene en el campo del otro, lo mismo que ocurre en el mundo real. Para un político es un golazo intervenir en la agenda periodística, y para los periodistas es triunfal generar hechos políticos. De hecho, gran parte de la trama está movida por hechos políticos construidos en esa intersección, que tiene fronteras móviles, donde los personajes pueden pasar de un lado al otro, en una puerta giratoria sin cepo. El uso del off the record, la forma de preguntar, la relación con las fuentes, la voluntad de investigar (o no), la selección de los encuadres, nos remiten al cotidiano político de cualquier país.

Sidse Babett Knudsen, la protagonista de la serie Borgen
Sidse Babett Knudsen, la protagonista de la serie Borgen

Pero hay diferentes tipos de periodismo alrededor de esa maravilla edilicia y política que es el Palacio Christiansborg, que concentra en una intimidad extraña los tres poderes del estado danés. Esa no es una arquitectura política habitual. Nosotros tenemos nuestro Borgen local en La Pampa, donde el Centro Cívico creado por Clorindo Testa es un conjunto edilicio que reúne a los poderes legislativo, judicial y ejecutivo. Algo similar se había planificado hace muchos años en San Juan, pero no se concretó. Sí tenemos, en cambio, un monumento a los tres poderes en la ciudad de Santa Fe frente al fenomenal Museo de la Constitución en la ribera del río. En el mundo, el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer concentró en la plaza de los Tres Poderes en Brasilia a su Corte Suprema, al Palacio del Planalto y al Parlamento federal, posiblemente inspirado en un similar complejo gubernamental que Le Corbusier construyó en India en la ciudad de Chandigarh.

Habría que analizar qué impacto en el gobierno implica esa concentración física de poderes que tienen que estar divididos, pero claramente debe tener impacto sobre la forma en que el periodismo se ocupa de ellos.

Hay tres tipos de periodismo en Borgen. Por un lado, está el director del noticiero y su equipo que responden a una visión profesional del periodismo, atada al servicio público. Con sus diferentes estilos, cada uno de los integrantes de ese equipo coinciden en priorizar la calidad de la información y su relevancia para la sociedad.

En ese mismo canal, el gerente tiene otra visión del periodismo, que tiene que ver con su capacidad de impacto y de monetizar “haciendo televisión”. Por eso, esta segunda visión entra en conflicto muchas veces con el director del noticiero y su equipo, los que quieren hacer “periodismo” en vez de “televisión”. Esta tensión es natural en todos los medios y forma parte del proceso creativo. Un periodismo que no tiene capacidad de llegar a la sociedad está incumpliendo su rol, del mismo modo que el puro entretenimiento para llegar a la audiencia puede vaciar de sentido la labor profesional. Por otra parte, si no se logra la sustentabilidad económica poco futuro tiene el periodismo que se haga.

Ya en Cazadores de noticias describí cómo en cada momento histórico el periodismo debe construir la estructura de atención necesaria para poder cumplir su servicio público, y estas formas van cambiando de acuerdo a las nuevas plataformas, por lo que es reaccionario cristalizar formas de comunicación del pasado como si fueran las únicas posibles.

En Borgen hay también un tercer periodismo, que lo ejerce ruidosamente un ex candidato a primer ministro quien decidió instalar un nuevo diario, que se dedica a promover escándalos políticos con frecuentes malas artes. Es la dimensión política, donde ese medio funciona como un actor muy protagónico, sin tener los límites de los estándares profesionales. Es claramente la acción política descarnada a través del periodismo.

Así, la serie Borgen corporiza tres dimensiones que parecen ser formas distintas de hacer periodismo, según la prioridad sea profesional, económica o política. Y los protagonistas de cada una en la serie radicalizan su prioridad.

En realidad, esas tres dimensiones están en todo ecosistema periodístico de un país democrático, y la mayoría de las veces en el mismo medio. Podemos describir a un medio periodístico como un cuerpo con tres almas, una profesional, otra política y otra económica. En cada medio o periodista, esas tres almas se mezclan de distinta forma y proporción, y eso marca la identidad de su trabajo.

La existencia de estas tres dimensiones forma parte de la naturaleza del periodismo, pero el problema está en la medida. Si en una comunidad los medios principales son guiados sobre todo por el incentivo económico o político, la sociedad tiende a estar peor servida. Si en cambio, existe una motivación profesional principal que, sin menospreciar las otras dimensiones, refina, selecciona y comunica la información de acuerdo a los mejores estándares, la sociedad tiene un activo social en quien confiar. Las buenas asociaciones profesionales intentan fortalecer esa prioridad, entendiendo que eso es lo que la vida pública necesita.

Dado que es una serie creada hace ya casi una década, en Borgen las redes sociales no tienen la preeminencia que tienen hoy, lo que le agregaría a la narrativa de la relación entre periodistas y políticos una velocidad y volatilidad nueva. Sería como cuando se pasa de jugar hockey sobre césped a jugar hockey sobre hielo. Parecen lo mismo, pero son dos deportes muy diferentes.

El autor es profesor de Periodismo y Democracia de la Universidad Austral

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