¿Quo Vadis Ciencia Económica?

La acumulación de estadísticas para explicar causas y efectos pareciera afectar el rigor metodológico en el análisis de muchos economistas

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El conocimiento científico ha cedido el paso ante el extenuante peso que se concede actualmente a la enumeración continua de datos con los que se intenta confirmar o refutar, según el caso, las teorías económicas (iStock)
El conocimiento científico ha cedido el paso ante el extenuante peso que se concede actualmente a la enumeración continua de datos con los que se intenta confirmar o refutar, según el caso, las teorías económicas (iStock)

En una nota reciente, publicada en Infobae, el economista Alberto Benegas Lynch (hijo) cita a su colega estadounidense Deirdre McCloskey, quien ha fustigado la situación actual de la ciencia económica mundial, aduciendo que esta se ha convertido en un simple y vulgar juego matemático, habiendo perdido completamente su rigor metodológico. Ambos coinciden en que el conocimiento científico ha cedido el paso ante el extenuante peso que se concede actualmente a la enumeración continua de datos con los que se intenta confirmar o refutar, según el caso, las teorías económicas en discusión.

El brillante artículo del economista argentino propone una visión teleológica de los mercados. Su posición es afín a la de los encumbrados antecesores que lo precedieron en la formación del pensamiento de lo que hoy se denomina “Escuela Austríaca”. Autores como Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, por citar sólo dos de ellos, siempre han sostenido que no siempre es posible aportar datos numéricos que muestren la verdad o falsedad de una teoría económica.

En su amplísima literatura, sostienen que no existe en el mundo económico otra cosa que un ordenamiento jerárquico pero inobservable de fines, en lugar de una inmutable relación de causa y efecto entre variables. Muchas de ellas se mueven al unísono, provocando cambios, que muchas veces se encadenan y confunden, afectando de manera dispar al universo económico.

Los economistas matemáticos acusan a los austríacos de desconocer la importancia de los datos numéricos y muchas veces de ser ignorantes en la materia. Estos últimos aducen que sólo las más puras y naturales de las disquisiciones teóricas son capaces de demostrar la verdad sobre el funcionamiento real de los mercados, que son la base de funcionamiento de cualquier economía.

Los economistas matemáticos acusan a los austríacos de desconocer la importancia de los datos numéricos y muchas veces de ser ignorantes en la materia. Estos últimos aducen que sólo las más puras y naturales de las disquisiciones teóricas son capaces de demostrar la verdad

Es la lógica y la belleza de la fundamentación de la teoría lo que debe prevalecer sobre la evidencia empírica, agregan, negando la validez o importancia de los números y las matemáticas en general.

Si se extrema el argumento en contra del uso de las matemáticas, se puede caer toda la arquitectura teórica tradicional. Podría negarse la importancia de la noción de competencia perfecta y hasta la mera existencia de curvas de oferta y demanda, ya que su continuidad es sólo un artilugio geométrico, que no es posible observar en la realidad.

Una manera de sortear este intrincado obstáculo es recurrir al más antiguo e inteligente atajo de la ciencia económica: el “como si”. Por ejemplo, cualquiera sea la traducción de la cita de Adam Smith en “La riqueza de las naciones”, lo más versátil es suponer que su intención fue decir que “es como si” una mano invisible guiara el accionar del tendero, del agricultor, del sastre, quienes, guiados solamente por su afán de lucro personal, satisfacen, sin proponérselo, las necesidades de sus vecinos.

"Insistir en que la mano invisible no existe, y por lo tanto el afán de lucro es inmoral y la búsqueda de riqueza debe ser combatida, parece así un argumento atávico, aunque muy utilizado por los defensores del colectivismo que ansían destruir el más mínimo atisbo de libertad personal en el funcionamiento de la actividad económica", pareciera ser uno de los fundamentos de aprobar un impuesto a la riqueza
"Insistir en que la mano invisible no existe, y por lo tanto el afán de lucro es inmoral y la búsqueda de riqueza debe ser combatida, parece así un argumento atávico, aunque muy utilizado por los defensores del colectivismo que ansían destruir el más mínimo atisbo de libertad personal en el funcionamiento de la actividad económica", pareciera ser uno de los fundamentos de aprobar un impuesto a la riqueza

Insistir en que la mano invisible no existe, y por lo tanto el afán de lucro es inmoral y la búsqueda de riqueza debe ser combatida, parece así un argumento atávico, aunque muy utilizado por los defensores del colectivismo que ansían destruir el más mínimo atisbo de libertad personal en el funcionamiento de la actividad económica, pareciera impulsar la idea de legislar un impuesto a la riqueza.

El poder del Estado

El continuo incremento de la presión impositiva y la carga regulatoria sobre las empresas provoca un efecto destructivo sobre la producción, el empleo y los salarios. Es “como si” una mano invisible guiara a los legisladores, quienes, guiados de las más nobles intenciones, obtuvieran, sin proponérselo, la ruina de los sectores a los cuales pretenden defender de la codicia de los patronos.

El continuo incremento de la presión impositiva y la carga regulatoria sobre las empresas provoca un efecto destructivo sobre la producción, el empleo y los salarios

Milton Friedman ha demostrado, hace muchos años, que no es el realismo de los supuestos sino su capacidad predictiva, lo que otorga validez a un modelo, que es una representación abstracta e intangible del funcionamiento de una parcela de la actividad económica.

Si la literatura económica se ha construido “como si” existiera competencia perfecta y/o continuidad en las funciones de oferta y demanda, es porque supone que es posible reflejar lo esencial del funcionamiento del mundo real, sin necesidad de contar con supuestos realistas.

Otro serio punto en discusión es la existencia del equilibrio en los mercados, que es una verdad inmutable para la corriente principal del pensamiento económico actual, mientras que es negado por la Escuela Austríaca. Los adherentes a esta última ven a los mercados como un proceso. Este está en constante movimiento y la noción de equilibrio no es posible.

Otro serio punto en discusión es la existencia del equilibrio en los mercados, que es una verdad inmutable para la corriente principal del pensamiento económico actual, mientras que es negado por la Escuela Austríaca. Los adherentes a esta última ven a los mercados como un proceso. Este está en constante movimiento y la noción de equilibrio no es posible (Reuters)
Otro serio punto en discusión es la existencia del equilibrio en los mercados, que es una verdad inmutable para la corriente principal del pensamiento económico actual, mientras que es negado por la Escuela Austríaca. Los adherentes a esta última ven a los mercados como un proceso. Este está en constante movimiento y la noción de equilibrio no es posible (Reuters)

Para contrarrestar esta afirmación, suele recurrirse al artilugio de aceptar los desequilibrios en el corto plazo, como consecuencia de retrasos en la función de reacción que liga las relaciones causa-efecto. En el largo plazo, en cambio, los mercados alcanzan el equilibrio, ya que todos los efectos de corto plazo han finalizado.

Sin embargo, es lógico indicar que multitud de efectos de corto plazo de medidas de política posteriores a la original, estarán ahora causando nuevos efectos. Entonces, el largo plazo no es alcanzable y el desequilibrio es permanente. O en proceso, como dirían los austríacos.

Finalmente, una hipótesis interesante es considerar que los mercados están, como el gato de Schrödinger, siempre en equilibrio y en desequilibrio a la vez.

Una hipótesis interesante es considerar que los mercados están, como el gato de Schrödinger, siempre en equilibrio y en desequilibrio a la vez

En cada instante, precios y cantidades se encuentran en equilibrio por la libre acción de las fuerzas de la oferta y la demanda. Pero como estas varían constantemente, nunca hay quietud ni equilibrio en los mercados. La búsqueda de rentas y el arbitraje amplían la volatilidad y los mercados no descansan nunca y si bien tienden permanentemente hacia el equilibrio, nunca lo alcanzan.

Sin embargo, el verdadero peligro de la exagerada importancia de los datos estadísticos, que denuestan los dos autores citados al comienzo de esta nota radica en que su continua e interminable publicación concita la atención de los policy makers. Se desatienden así, a fin de lograr efímeros resultados numéricos satisfactorios para el corto plazo, los más importantes e imperecederos objetivos solo alcanzables en períodos más extensos.

En el sector productivo se acumulan distorsiones en la asignación de recursos, pues se cuenta siempre con el equivalente al “prestamista de última instancia”. Siempre se cuenta con que las dificultades que ocasionan las excesivas y nocivas regulaciones serán salvadas por el “regulador de última instancia” con nuevas y supuestamente definitivas reglas de juego.

Muchos se preguntan si se está en presencia de una burbuja pronta a estallar o si es posible que los desequilibrios persistan indefinidamente. Para responder a esta pregunta, es necesario abrir la caja de (Erwin) Schrödinger, para así observar si el gato está vivo o está muerto. Mientras tanto, se encuentra en ambos estados a la vez.

El autor es economista y asesor financiero

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