Dialogar para construir la educación en tiempos de pandemia

El Gobierno de la Ciudad debe trabajar con la comunidad educativa para juntos pensar el regreso a las clases presenciales

Imagen de archivo, una madre y su hija llegan a un colegio, el pasado 2 de marzo del 2020, durante el inicio de un nuevo ciclo escolar. EFE/Juan Ignacio Roncoroni/Archivo

Pensar la vuelta a la presencialidad en las escuelas merece un análisis profundo. En primer lugar, es importante señalar que por el momento no estamos hablando de un retorno masivo, sino de una multiplicidad de acciones de emergencia que resultarían impostergables, como priorizar a las y los estudiantes sin conectividad que perdieron todo tipo de vínculo con la escuela o quienes finalizan la primaria y la secundaria.

En segundo lugar, es crucial comprender que si se produce un retorno a la presencialidad más amplio en 2021, el Gobierno de la Ciudad debe atender problemáticas educativas pendientes, algunas previas pero potenciadas por la pandemia, y fundamentalmente que escuche a la comunidad educativa para pensar y construir de manera colectiva el regreso paulatino a las aulas tal como lo establece el propio protocolo marco del Consejo Federal de Educación.

El ciclo lectivo 2021 va a comenzar sin una vacuna contra el coronavirus. La posibilidad de vuelta a la presencialidad va a estar, seguramente, limitada por los índices epidemiológicos, y habrá que respetar los protocolos para garantizar el distanciamiento social y las medidas de higiene y sanitización. Sabemos que seguramente contemplarán la asistencia a clases por grupos reducidos, tiempos limitados en espacios amplios y ventilados. Así también, que deberá evaluarse cómo resolver el problema del transporte de estudiantes y docentes.

Todo lo anterior nos impone una tarea de planificación e inversión que deberán afrontar las jurisdicciones locales, en nuestro caso la Ciudad de Buenos Aires. Ello implica que deberíamos estar pensando en un sustancial incremento del presupuesto destinado a educación. Durante la última década el monto asignado anualmente por el Gobierno porteño al área educativa ha perdido 10 puntos porcentuales. Es hora de que empiece a recuperarlos. Por lo pronto, va a ser necesario adaptar los edificios escolares y multiplicar la cantidad de maestras y maestros para contener las diversas “burbujas”. Asimismo, se deben agregar vacantes en las escuelas públicas, histórico reclamo de muchas familias porteñas que cada año quedan fuera del sistema por no conseguir vacante para sus hijos e hijas. Además, se sumará una gran cantidad de alumnos y alumnas que, producto de la crisis, probablemente pasarán de la educación privada a la pública.

A su vez, habrá una “nueva normalidad” educativa repartida entre la presencialidad y la educación virtual. Para ello, es fundamental resolver temas pendientes como el derecho a la educación para todas y todos los estudiantes por igual, que tengan acceso a computadoras y a conectividad. Para esto, será inevitable disponer de equipos de apoyo y programas específicos para sortear esta brecha que se hizo más ancha en este 2020.

Aparte de los problemas asociados al propio proceso pedagógico, vamos a tener que considerar que es muy probable que el próximo año sea necesario, debido a la potenciación de la crisis económica por la pandemia, incrementar notablemente la asistencia alimentaria a través de la entrega de más canastas nutritivas. En ese sentido, sería adecuado reemplazar el bolsón de comida por una tarjeta alimentaria, tal como lo prepusimos desde el bloque del Frente de Todos en un proyecto de ley que aún no tuvo tratamiento en la Legislatura.

Resulta evidente que la vuelta a la presencialidad en la escuela de manera consistente conlleva tal cantidad de previsiones, precauciones y condiciones que es imposible cumplir sin un verdadero trabajo por parte de cada jurisdicción del país, en acuerdo con los principales actores de la comunidad educativa. Es tan grande el desafío que la mera imposición de decisiones unilaterales dificultaría el cumplimento de los objetivos que todos anhelamos. Debemos incluir en esto la necesidad de un verdadero compromiso presupuestario, que en el caso de la Ciudad esperamos que se concrete con la misma convicción con la que la ministra Acuña ha impulsado la vuelta a clases presenciales, aún en contextos no convenientes. Por lo pronto, sería indispensable que el jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, no retrase en exceso el envío del presupuesto para que pueda ser discutido apropiadamente.

Tal vez esta crisis ha ayudado al oficialismo porteño a entender la importancia de la educación pública y revierta finalmente sus políticas para tener una escuela pública sustentada en el diálogo y el consenso con toda la comunidad educativa.

El autor es diputado de la Ciudad de Buenos Aires por el Frente de Todos e integrante de la comisión de Educación.